La acumulación de residuos marinos es un problema ambiental bastante consolidado en la práctica totalidad de las zonas costeras del mundo. Las áreas afectadas no solo sufren un deterioro ambiental, sino que también ven dañada su imagen y su atractivo turístico. Los turistas y residentes perciben estas zonas como contaminadas, lo que reduce su competitividad, en buena parte por la difusión en redes sociales de este tipo de problemas.
Aunque la presencia de residuos visibles (macroresiduos) no siempre implica una mala calidad global del agua, la percepción de un entorno descuidado puede llevar a una reducción en la inversión turística. Y eso implica que al problema ambiental se suma el impacto negativo en lo económico.
Relación entre residuos y usos urbanos
Numerosos proyectos oceanográficos a nivel global, como From pollution to solution, han estudiado el origen, la clasificación y la descomposición de los residuos marinos. Además, en la última década se ha hecho especial hincapié en comprender los tipos de residuos, la dispersión de microplásticos y la distribución global debida a las corrientes oceánicas.
Paralelamente, como consecuencia del impacto en la competitividad turística, han ganado relevancia los estudios a pequeña escala sobre la relación entre residuos y áreas urbanas en zonas litorales concretas.
El objetivo es comprender tanto el origen de estos residuos como su relación con los usos urbanos. Pero también encontrar soluciones específicas y personalizadas para cada área, algo imprescindible por la complejidad que implican las intervenciones urbanas en zonas litorales sensibles.
Los estudios de relación entre residuos y zonas urbanas en los territorios turísticos del litoral poseen una dificultad inherente: al no poder –por ahora– obtener datos de basuras por tecnologías satelitales o muestreos de la columna de agua, se necesitan muchas inmersiones realizadas por buceadores para la obtención de datos.
Con la mejor de las intenciones, diferentes plataformas y asociaciones han promovido “limpiezas de fondos” en las que se extraen de forma no discreta todos los residuos marinos, y posteriormente se hacen algunas mediciones. Por esta vía se obtiene una cantidad ingente de datos, pero ni son homogéneos –no tienen los mismos códigos de identificación de residuos que en las investigaciones– ni se puede comprobar su veracidad, además de que no están geoposicionados.
Algunas de estas iniciativas, como Dive Against Debris, de la Asociación Profesional de Instructores de Buceo (PADI, por sus siglas en inglés), han recogido cientos de miles de datos a nivel global y desde luego es una ayuda para comprender la escala del problema, pero la información que proporcionan no se puede comparar ni analizar con criterios científicos.
Las áreas más pobladas, las más sucias
Otro ejemplo de proyecto es Ecopuertos, que incluye diferentes iniciativas de medida, limpieza y sensibilización ambiental. Varios de ellos (como Ecopuertos-malecón y Ecopuertos-fondeo) ayudaron a detectar por primera vez las relaciones entre los residuos marinos y su origen en Canarias. En este caso, la información obtenida sí está bien estructurada para su análisis.
Por otro lado, los proyectos TireOut! y Resless de la Universidad Europea de Canarias en la isla de Tenerife trabajan para determinar los factores que determinan la aparición de residuos marinos en los territorios turísticos del litoral.
Para ello, se definieron y calcularon densidades de población y usos urbanos en diferentes tipos de núcleos (turísticos, residenciales, tradicionales, naturales y portuarios) y se realizaron varias campañas de localización y clasificación de residuos estableciendo áreas de monitorización o transectos subacuáticos permanentes.
Estas áreas permitieron cuantificar y caracterizar los residuos presentes, estableciendo una relación directa entre la densidad urbanística y la presencia de basura marina, con un análisis especial de los neumáticos de automóvil encontrados en los fondos.
Los datos del proyecto Resless han demostrado que las áreas con mayor densidad de población presentan una mayor acumulación de residuos en sus zonas costeras. Este fenómeno no es exclusivo de las actividades turísticas; de hecho, se observa que las áreas residenciales densamente pobladas tienden a contribuir más a la contaminación marina que las zonas predominantemente turísticas.
El comportamiento humano, la falta de conciencia ambiental y la insuficiente infraestructura de recolección de residuos agravan el problema en todas las zonas, independientemente de su densidad y uso. Las actividades marinas, como la pesca y la navegación, también son fuentes significativas de residuos, en especial, de neumáticos abandonados en los fondos.
La culpa no es solo de los turistas
Estos proyectos desafían la suposición, alimentada por movimientos de rechazo al turismo masivo, de que el turismo es el principal culpable de la basura en las playas y los océanos.
Además, pese a que en cada campaña se retiraron los residuos marinos, se observó su continua reaparición, mostrando que las áreas urbanizadas tienen una tasa de reaparición significativamente más alta, lo que indica que las limpiezas de fondos periódicas no son suficientes para combatir el problema de manera efectiva.
Por ello, en las conclusiones del proyecto se subraya sobre todo la importancia de integrar la gestión de residuos en las políticas de planificación urbana. La creación de sistemas de monitoreo efectivos, junto con la implementación de políticas de prevención de residuos, es crucial para proteger los ecosistemas marinos y mantener la competitividad de los territorios turísticos del litoral.
Metodológicamente, la combinación de la recopilación de datos utilizando sistemas de información geográfica a nivel urbano y la documentación in situ mediante inmersiones para la detección de residuos marinos ofrece una herramienta versátil y eficaz para evaluar la densidad y distribución de los desechos plásticos en los fondos litorales. Y puede ser implementada en otras zonas costeras turísticas a nivel mundial que enfrentan problemas de contaminación por plásticos.
Juan Diego López Arquillo, Profesor de Historia, Composición y Patrimonio, Universidad Europea; Cristiana Oliveira, Profesor de Administración de Empresas, Universidad Europea y José Serrano González, Vicedecano Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Europea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.