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Emma Arnold, la madre de los pobres y defensora del medio ambiente en El Carmen de Bolívar

Hace 30 años esta misionera suiza llegó al país para darle esperanza y apoyo a los menos favorecidos de la región
Foto: Orlando Rafael Herrera
Yesica Valdes

Emma Cecilia Arnold, una misionera suiza que llegó al municipio El Carmen de Bolívar, en los Montes de María, el 4 de noviembre de 1985, ha dedicado gran parte de su vida a servir a los más pobres y necesitados de esta región del país. Una mujer que adoptó en su regazo de madre a centenares de niños y niñas huérfanos, enfermos, con dificultades de aprendizaje, con problemas de salud mental, desnutridos, víctimas del conflicto armado y víctimas también de la desigualdad social.

Emma Cecilia Arnold nació en 1944 en Seedorf, Suiza, en una familia sencilla de cuatro hermanos, también nació con la vocación del servicio, por lo que decidió formarse como profesora y catequista con la misión Canónica.

Durante dos años fortaleció su recorrido espiritual con las Hermanas Trinitarias de Argelia, África; luego en el año 1979 se integró a los Misioneros de Belén en Suiza, para trabajar en Colombia. Así fue, como emprendió su camino pastoral, para dar esperanza a los más “pobres” y “excluidos” de El Carmen de Bolívar, especialmente del barrio Nariño.

Motivada por el trabajo social, las ganas de generar un cambio en la comunidad, emprendió su nuevo y determinante rumbo misionero acompañando al padre italiano Juan Giovani Cristini, quien ya trabajaba por construir la ciudadela del barrio Nariño.

“El padre Cristini me dijo: aquí sí hay mucho trabajo, vamos directamente a Nariño, allá construí una parroquia hace tres años y casi no hay trabajo pastoral, el párroco del barrio tiene muchas cosas que hacer en las otras parroquias, además unas hermanas se van a salir. ¿Con qué quedaría Nariño?, me llevó allí, y pensé entonces, ¡eso sí me sirve!, ahí sí puedo hacer un trabajo pastoral”, expresó Emma.

Para la misionera, más que enamorarse de la tierra de Lucho Bermúdez como cualquier turista, se entregó a los problemas de la comunidad. ‘La seño Emmi’ se ensució las manos de barro para sembrar junto a los campesinos, también dio de comer al desnutrido, regaló viviendas a las familias más desamparadas y formó a jóvenes de escasos recursos profesionalmente; en eso ha consistido su trabajo por más de tres décadas.

“Vi a niños enfermos, malnutridos, sucios, sin estudio. ¿Por qué no estudian?, me preguntaba. Y me decían: es que yo no tengo el uniforme, no puedo comprar el cuaderno, yo no tengo de comer, mis padres no tienen trabajo. Eso me preocupaba, y a la vez pensaba: el uniforme y los zapatos no son los que van a aprender.

Me sorprendió fue la pura pobreza, que la gente vivía en casa de bahareque, pero la mayoría no eran estables, tenían paredes dañadas. El piso desnivelado, de tierra, si tenían un patio, lo tenían desnudo, no había nada en ese patio, y lo que más me sorprendió aún, es que en ninguna parte había un baño. ¿Y dónde hacía la gente sus necesidades?, me preguntaba. Me explicaron: ¡por ahí en el monte!”, señaló Arnold.

Entre los años 1997 y 2000, en pleno recrudecimiento de los desplazamientos por el conflicto armado en el municipio, la suiza comenzó a recibir a todo el que la necesitara, la parroquia era verdaderamente el regocijo de los desamparados.

Matilde Pórtela, una madre víctima del desplazamiento forzado, llegó el 5 de junio de 2001 a la parroquia Jesús Redentor, desamparada y sin saber a quién acudir, escuchó de una mujer que ayudaba a los pobres. Efectivamente se la encontró, era Emma Arnold. Entonces empezó a colaborar atendiendo a nueve niños enfermos, huérfanos y con dificultades de aprendizaje.

“La seño Emmi me ha ayudado mucho con los estudios de mis hijos, con mi salud, mi casa, y por eso le agradezco mucho. Gracias a ella aprendí cosas que yo no sabía, como ir a misa a escuchar la palabra de Dios, dar las gracias a los demás y entregarse sin esperar nada a cambio”, expresó Matilde.

Es precisamente en la Parroquia Jesús Redentor de El Carmen de Bolívar, donde comienza a sembrarse en tierra fértil el proyecto de formación integral, pastoral, social, educativo y ecológico, con la colaboración de sus mismos habitantes a quienes les brindó formación y la ayudaron a fortalecer la obra que materializó en la institución que lleva su nombre: Institución Educativa Técnica Ecológica Emma Cecilia Arnold – IETEECA, donde San Francisco de Asís es el patrono y el énfasis la ecología, el legado más vivo de la seño Emmi en todo el territorio montemariano.

Desde entonces ha luchado por combatir la tala de árboles, la quema de basuras, (una mala costumbre en el municipio), la caza de animales silvestres, y hasta la forma de cómo expresarse hacia al medio ambiente. Es una defensora de la naturaleza inquebrantable, que ha impulsado la siembra de cientos de especies nativas del bosque seco tropical, (oxígeno), sembrados en los cuatro viveros que distribuyó en distintos terrenos, plantando más de 6 mil árboles, considerados parte del pulmón de los Montes de María, labor que ha promovido con el apoyo de estudiantes y maestros de la institución a los que logró convencer de que la naturaleza es vida en abundancia.

“El campo siempre me ha fascinado, a mí me gusta el trabajo campesino y me gusta la tierra. En ese tiempo que estuvimos preparándonos para la misión, se habló mucho de la paz, la justicia y del cuidado de la creación”, puntualizó la suiza.

Manuel Valdez es otro fruto del árbol de la esperanza, así son conocidos los jóvenes que se han beneficiado con su formación profesional gracias al proyecto integral de Emma, y asegura que cientos de jóvenes en El Carmen de Bolívar se les apareció el ángel de los pobres.

“Gracias a ella pude iniciar mis estudios universitarios, me ha enseñado el valor de la humildad, el amor desinteresado, a entender que en esta vida nadie es más que nadie y que todos tenemos algo bueno que aportar a nuestra sociedad. Ella entregó su vida a los desamparados y excluidos”, enfatizó el joven.

En los más de 30 años que reside en Colombia, la seño Emmi recibe apoyo de unos amigos en Suiza, quienes aportan económicamente las bases del proyecto integral, recursos que son enviados a la Arquidiócesis de Cartagena para posteriormente ser sembrados en el “árbol de la esperanza”, donde también florecen un taller de confección y uno de carpintería para proyectar hacia el emprendimiento a los estudiantes de la institución.

“Con esa plata yo trabajo, pero nunca tengo recursos para un largo tiempo porque siempre se gasta en la comida para los niños, está más cara que antes y como tiene la misión que cargar con todo, es un poco difícil”, explicó la misionera.

Aunque se desconoce la cifra exacta de cuántas personas ha ayudado en más de tres décadas, Emma Arnold sigue dejado huellas en los montemarianos con su legado de fe, esperanza y paz. Una misionera suiza y campesina que hizo florecer a un barrio donde el miedo abundaba.

“No talen más los árboles, hoy se pude sembrar debajo de ellos, cada hierbita tiene la facilidad de producir oxígeno, y el oxígeno lo necesitamos para respirar bien”, concluyó la madre de los pobres y defensora del medio ambiente en El Carmen de Bolívar.

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