En 2015 fueron criticados por haber cerrado sus puertas a migrantes y refugiados de Oriente Medio y África y siete años después, los países de Europa Central acogen un número sin precedentes de personas huidas de la guerra de Ucrania.
En la última ola de migrantes de 2015 que llevó a más de un millón de refugiados a Europa, los países del llamado grupo de Visegrado (Eslovaquia, Hungría, Polonia y República Checa) se opusieron al sistema implementado por la Unión Europea para redistribuir este flujo de llegadas.
Pero desde que Rusia atacó a Ucrania el 24 de febrero, los cuatro países excomunistas, que estuvieron bajo la órbita de Moscú hasta 1989, no han escatimado esfuerzos para ayudar a quienes huyen de la guerra.
Los analistas citan la cercanía cultural, lingüística y geográfica con Ucrania para cambiar este cambio de estrategia, así como el hecho de que la mayoría de nuevos refugiados son mujeres y niños.
"La situación es completamente distinta hoy", señala el sociólogo Martin Buchtik, director del instituto STEM basado en Praga.
Ucrania "es una sociedad culturalmente muy cercana a nosotros, mientras que la gente procedente de Oriente Medio está muy alejada y no tenemos ninguna experiencia de ellos, a diferencia de los países occidentales", declaró a AFP.
Según Buchtik, el impacto causado por la guerra es un factor importante.
"La situación se ha producido aquí y ahora, y no ha dejado lugar a la discusión. No es por nada que la primera fase de un fenómeno impactante es llamada +heroica+", añadió.
Más de tres millones de ucranianos huyeron a los países vecinos como Eslovaquia, Hungría, Rumania, Moldavia y sobre todo Polonia, que ha acogido ella sola casi dos millones de refugiados.
República Checa, Hungría y Eslovaquia han recibido más de 200.000.
- El cambio respecto a 2015 -
Según Grigorij Meseznikov, un analista basado en Bratislava, la cobertura mediática de la invasión también contribuyó a este cambio.
"El sufrimiento del pueblo ucraniano es tan espectacular que incita a los eslovacos a la compasión frente a los refugiados ucranianos", indicó.
En 2015, la ola de migrantes se transformó en un desafío político para los cuatro países, cuyos dirigentes temieron sobre todo contrariar a los electores, si acogían a las personas que huían de otros conflictos como Siria o Afganistán.
Pero actualmente, la cuestión genera consenso entre una población que en el pasado también sufrió la opresión de Moscú.
Anna Materska-Sosnowska, politóloga de la universidad de Varsovia, señala que la aversión histórica de Polonia hacia Rusia juega su papel, en línea con la expresión "el enemigo de nuestro enemigo es nuestro amigo".
"La sociedad polaca reaccionó bien, y el gobierno se vio obligado a seguir. Nuestra proximidad cultural y lingüística tuvo su importancia", dijo a AFP.
Según ella, "el hecho de que la gente vea principalmente mujeres y niños aumenta su compasión".
La situación contrasta con lo ocurrido pocos meses atrás, cuando el gobierno ordenó la construcción de una valla en su frontera con Bielorrusia para frenar un importante flujo de migrantes de Oriente Medio que, según Varsovia, estaba orquestrado por Minsk y Moscú.
En 2015, fue el primer ministro húngaro Viktor Orban quien se destacó por su oposición feroz a la llegada de refugiados y levantó una valla en su frontera con Serbia.
- Doble rasero -
Incluso ahora, el ultranacionalista Orban se distingue del resto por sus vínculos estrechos con el presidente ruso Vladimir Putin y el rechazo de enviar armas a Ucrania como defiende la Unión Europea.
Sin embargo, se ha mostrado favorable a la acogida de ucranianos, muchos de origen húngaro, oriundos de la limítrofe región de Transcarpatia.
"Hungría continuará ayudando a los refugiados y a rechazar la migración", dijo. "Son dos palabras diferentes en la lengua húngara. Migrantes: stop. Los refugiados pueden obtener toda la ayuda" que necesiten, insistió, claramente.
"Somos capaces de distinguir un migrante --que viene del sur (...)-- de un refugiado", agregó Orban en una definición que no se ajusta al derecho internacional.
Naciones Unidas describe a los refugiados como personas "que se encuentran fuera de su país de origen por temor a la persecución, al conflicto, la violencia generalizada, u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público".
El sociólogo checo Buchtik alerta, sin embargo, que esta percepción puede cambiar en el contexto de las dificultades causadas por la pandemia y el aumento de precios de la energía y el carburante.
"El cambio de humor dependerá de la carga impuesta en la sociedad. No sabemos todavía cuántas personas vendrán y cuántas se quedarán".