Después de haberse firmado el acuerdo de paz entre el Gobierno y las antiguas Farc, otros aires se vuelven a sentir en los territorios de Colombia, especialmente en los municipios rurales que más se vieron afectados por el conflicto armado y que fueron priorizados en los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial, PDET.
Los 170 municipios que hacen parte de los PDET tienen los más altos índices de pobreza, desigualdad, debilidad institucional, presencia de grupos armados y actividades ilícitas. Por esa razón, con estos proyectos se pretende que las comunidades por medio de actividades agropecuarias y de otra índole tengan la oportunidad de trabajar y tener un nuevo renacer, después de estar en medio de tanto conflicto.
Comienza muy temprano el día en Valencia, un municipio ubicado al sur de Córdoba en donde habitan más de 34.654 habitantes, quienes bajo un imponente sol a más de 35°C y al ritmo de la música vallenata que suena constantemente en las emisoras locales, pasan los días laborando especialmente en actividades agrícolas y agropecuarias, eso a pesar de las dificultades de infraestructura vial y alcantarillado notorias en sus calles.
Afortunadamente hace algunos años se terminó de construir el puente que atraviesa el río Sinú, en donde antes, los vehículos y buses tenían que atravesarlo sobre un ferry mientras los pasajeros arriesgaban su vida pasando por otros tramos.
Pero la tierra de la papaya y el plátano quiere dejar atrás los tiempos difíciles. A cultivar papaya se ha dedicado precisamente John Aldana en los últimos años. Aldana es representante legal de la Asociación Agroecológica de Productores y Comercializadores de Papaya del Alto Sinú, encargada del proyecto que, con apoyo de la Agencia de Renovación del Territorio, ART, beneficia a 100 familias desplazadas, víctimas de la violencia, excombatientes e indígenas.
Antes del acuerdo, Aldana se dedicaba a las actividades de campo hasta que junto a su familia fueron desplazados de sus hogares. Por el temor de ser asesinado, se trasladó a Cartagena. Luego de la firma del acuerdo de paz, pudo regresar a Valencia y poco a poco ha logrado recuperar sus tierras.
“No había el apoyo del Gobierno, era muy pobre el apoyo en estos proyectos, a partir del acuerdo han empezado las inversiones en campo y gracias a estos trabajos nos están apoyando”, expresó Aldana, con la voz entrecortada.
Agradecido y nostálgico estaba el grupo de trabajadores quienes alistaban la primera cosecha que se logró después de meses y que va dirigida a comercios de Cartagena. En el futuro, esperan exportar su papaya a otros países.
El terreno queda ubicado en la finca Altamira de la vereda Incora Faro, donde se desarrolla el proyecto de alto impacto del PDET de Valencia. El proyecto total está destinado a 40 hectáreas; por el momento se han utilizado 10, que involucran todo el encadenamiento productivo.
“Todo este grupo de personas que estamos aquí cambiamos la calidad de vida de nosotros y de nuestras familias, como todo proyecto a veces tiene problemas, pero con todo estamos siguiendo adelante”, aseguró el campesino quien destacó la inversión social que se ha realizado en los últimos años.
Ahora, Aldana se describe como productor y comercializador de Papaya y dice estar feliz en su pueblo, aunque asegura que es importante que el apoyo que están recibiendo no se detenga.
Aún más difícil ha sido el camino de Rigoberto Ávila, gestor municipal de la ART en Valencia y quien siempre ha defendido los derechos de la comunidad.
'Rigo', como es conocido en el municipio, también fue víctima del conflicto armado, pero aún no le han permitido unirse al Registro Único de Victimas debido a que en ese entonces fue amenazado y se mantuvo fuera del municipio por siete meses. Aún está a la espera de que una acción presentada ante el Consejo de Estado le permita ser reconocido como víctima.
“Ahora la oferta institucional está llegando a los territorios. Debemos entender que hubo muchos años de rezago. Las intervenciones van siendo graduales, pero aun así la oferta ya está dando resultados, también se están formalizando las propiedades”, aseguró 'Rigo'.
Haciendo parte del mismo proyecto y conocidos del municipio trabaja en su taller de confecciones Gino Alberto Pereira Aldana, del corregimiento El Reposo, quien logró sacar su emprendimiento adelante a pesar de las dificultades que presentaban como población. Actualmente logró fortalecer su taller con la maquinaria que le han entregado a través del PDET.
Cuando su abuelo fue asesinado por grupos armados, él era campesino, pero luego se dedicó a lo que le apasionaba que es la confección. Orgulloso y contento muestra su taller de modistería junto a sus tres compañeras de trabajo.
Entre ellas, Salomé Rocío Rangel, originaria de Valencia y quien siempre fue ama de casa y cuidaba sus hijos. Ella asegura que lo más crítico para ella fue la pandemia, pero le agradece a Dios la oportunidad que tiene en el taller de costura. Se describe como una mujer que se le apunta a todo y que actualmente siente más felicidad que cansancio en su trabajo.
“Es un sueño que tuve desde niña, siempre me gustó, pero nunca tuve la oportunidad de confeccionar, de estar metida de lleno, pero, sobre todo, de llegar a una microempresa y que me dieran la oportunidad es un sueño realizado”, afirma.
Le tocó convertirse en cabeza del hogar en 2003 cuando su esposo, que era docente y ayudaba a la comunidad, desapareció. Nunca encontraron su cuerpo ni quién cometió el crimen.
“Ayudar aquí me ha quitado la tristeza que sentía, me ha dado paz y tranquilidad, estoy aprendiendo, ha sido un equipo maravilloso. Fue difícil pero aquí estoy gracias al señor y saliendo para adelante, aquí estoy señorita”, dice.
Cae la noche y las personas empiezan a retornar de sus trabajos a sus hogares, un territorio en el cual se intenta sentir un poco de paz en medio de la tensión que aún se vive por la presencia de grupos armados ilegales, pero con la esperanza de llegar algún día a una paz completa.