‘Mujeres que transforman’: un audiovisual para no olvidar a las víctimas de violencia sexual en el Meta
Un grupo de 15 mujeres que vivieron la violencia sexual en el marco del conflicto armado, se unieron para participar en la pieza audiovisual ‘Mujeres que transforman’. De la mano de la Corporación Vínculos y del realizador Leonardo Romero, el video es un reflejo de los procesos que durante décadas han atravesado, desde sus recuerdos antes de la guerra, los hechos victimizantes, el machismo, el desplazamiento, el abandono institucional, la estigmatización, pero también el apoyo mutuo, los liderazgos y el camino que ahora recorren juntas.
“Buscamos reflexionar sobre los prejuicios que están detrás del lenguaje patriarcal, que naturalizan la violencia sexual y generan escenarios revictimizantes”, se lee en la pieza. Esta es una iniciativa en clave de pedagogía para la paz, la cual se construyó en el marco del proyecto ‘Mujeres protagonistas de la memoria, la verdad y la paz’ (2019 - 2022), desarrollado por la Corporación Vínculos con el apoyo de Misereor.
El audiovisual nos sumerge en los recuerdos de sus protagonistas, a través de imágenes, sonidos y una voz que nos lleva por momentos dolorosos, pero también esperanzadores. Cada plano y cada secuencia están cargados de simbolismo, es el resultado de un trabajo profundo de escucha y empatía, dejándonos un mensaje a la sociedad en general de que no podemos seguir ignorando estas violencias hacia las mujeres, y a las víctimas de que no están solas, de que lo que sucedió no fue su culpa.
Las protagonistas
‘Durango’, ‘Mariposa de amor’, ‘Arcoiris’, ‘Tallito’, ‘Chaqueta’, ‘Llanerita’, ‘Oro’, ‘Amanecer’, ‘Capullo’, ‘Chucula’, ‘Cuartas’, ‘Corocora’, ‘Resiliencia del Alma’, ‘Flor Silvestre’ y ‘Llano’ son los seudónimos que usaron las participantes de este video, donde no solo compartieron sus relatos, también prestaron sus manos, sus pies, su voz y en general sus cuerpos para representar lo que vivieron. La constante en sus relatos es la falta de atención y la revictimización, incluso muchas de ellas tuvieron hijos como consecuencia de estas violencias que ejercieron sobre sus cuerpos.
Actualmente estas mujeres se encuentran en el departamento del Meta. Los hechos victimizantes de algunas de ellas ocurrieron en los años 80, hay incluso sobrevivientes de sucesos como la Masacre de Mapiripán. Algunas tenían 10 o 12 años y otras 17 o 18 cuando los actores armados llegaron a sus territorios, muchas de ellas han sobrellevado en silencio las secuelas de estos hechos por 20 años o más, aunque también se han unido mujeres con historias más recientes. Muchas aún tienen riesgos para su seguridad, por eso en la pieza audiovisual se usaron seudónimos.
Según Bibiana Escobar Chávez, psicóloga de la Corporación Vínculos, con esta iniciativa de memoria se busca aportar a la recuperación emocional de las víctimas de violencia sexual y lo que vivieron en el marco del conflicto armado, “en este ejercicio queremos reivindicar su lugar en la sociedad y aportar precisamente en esa reconstrucción de valía”, comentó la profesional, quien ha venido trabajando con estas mujeres en el territorio.
Natalia, quien es la narradora del video, ha ejercido su liderazgo y procesos organizativos desde 2004. Cuenta que en el marco del trabajo que venían desarrollando con Bibiana y otras personas del equipo, entre las mujeres participantes del video escribieron un relato uniendo los testimonio de todas, y luego decidieron que el formato audiovisual sería el ideal para este ejercicio de memoria. Fueron meses de arduo trabajo donde ellas voluntariamente quisieron participar activamente en el rodaje.
Natalia cuenta que, para ella, la narración fue todo un reto: “Para mí fue bastante difícil no llorar en el momento en que estaba diciendo esas frases, porque no eran solo mis sentimientos, sino los sentimientos de muchas reflejadas en esa historia. Entonces al venirse todas esas palabras, no solamente venía mi voz, era como la voz de todas cuando empecé a hablar”, explicó.
La líder también comentó que el rodaje estuvo cargado de momentos emotivos y esperanzadores: “sentimos como una alegría de vernos todas juntas, de poder estar ahí, tomarnos las manos, fue cuando grabamos que nos abrazábamos en el atardecer. Ese fue un lugar muy especial y corrimos para poder coger ese atardecer. Sentí tanta fraternidad en esas manos, tanta sinceridad, tantas emociones que eran sinceras, eran manos sinceras”, añadió Natalia, quien también aseguró que luego de cada día de rodaje regresaba a casa con una gran motivación.
Cecilia es también una de las protagonistas de la pieza audiovisual, es además líder en su territorio desde 2007 y representante de la mesa de víctimas departamental. Comentó cuál fue para ella la parte más fuerte durante el rodaje: «Lo más duro para mí fue cuando los gritos en el oído. Veía muchos recuerdos, muchas cosas que le movían a uno y que dolían. Como lo despojaban a uno de sus prendas. Pero también participar de la grabación le ayudaba a uno como a decir, “Dios mío, todo lo que viví y aquí estoy”, y al mismo tiempo es como que “lo logré” y por eso yo quería participar en el video».
Al igual que Natalia, Cecilia enfatizó que sintió una gran satisfacción al ver el producto final y todo lo que representa para ellas: “a pesar de todo aquí seguimos de pie, luchando, y tratando también de ayudar a las mujeres para que puedan hablar y me gustaría mucho que se diera otra oportunidad como esta, y poner un granito de arena, hacer algo más más grande para dar a conocer a la juventud, a las familias, a todo mundo, que la violencia sexual ya no debe seguir”.
Durante la grabación ellas eligieron que partes querían interpretar, usaron telas negras sobre sus rostros para representar el silencio que las acompañó por años, la tierra como símbolo del duelo pero también del renacer, algunas usaron botas y camuflado para representar a sus victimarios, escribieron en su piel las palabras hirientes con las que intentaron doblegarlas, pero allí estaban, recogiendo todos esos elementos y resignificándolos para dar un mensaje cargado de unión y de poder.
Sus historias
Cecilia y Natalia aseguran que en medio de los procesos que llevaban a cabo en sus territorios con otras mujeres en condición de víctimas, por temas como el desplazamiento y la desaparición forzada, se generó una sensibilidad y una empatía que les ha permitido identificar a otras mujeres que vivieron historias similares a las suyas.
“En ese marco de lo que estaba viviendo, pude darme cuenta de que muchas estaban calladas con unos hechos de hace muchos años y que aún en sus ojos, en su forma de hablar se podía percibir dolor en ellas. Entonces empezamos a hablar y a organizarnos, a mirar cómo hacer una lista y de qué manera podíamos nosotras hacer que se pudiera reconocer ese hecho”, explicó Natalia.
Ella al igual que Cecilia conoce de primera mano estas luchas, pues ha venido trabajando desde hace varios años en la reivindicación de los derechos de las mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado, no solo en el reconocimiento ante la Unidad de Víctima, sino también en el autorreconocimiento de sí mismas.
Un punto importante en los testimonios de las mujeres que han participado en estos procesos de reivindicación de sus derechos, es que los victimarios provenían tanto de grupos armados ilegales (guerrillas y paramilitares), como del Ejército y la Policía. Además, señalan que, a pesar de la firma de los Acuerdos de Paz, esta violencia se sigue ejerciendo en algunos territorios.
Como han reportado diferentes organizaciones feministas, el cuerpo de las mujeres sigue siendo territorio de guerra de los grupos armados, con mayor incidencia en mujeres negras, palenqueras, indígenas y de zonas rurales.
Según el Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH, entre 1959 y 2020 se han registrado 15.760 víctimas de violencia sexual en el país, en el marco del conflicto armado. El 61,8 % de las víctimas de violencia sexual en el registro del OMC corresponde a mujeres. Junto al 30,8 % de niñas y adolescentes, suman el 92,6 % del total de personas vulneradas.
“Las mujeres de violencia sexual callamos por muchos años por el miedo, por temor a recibir represalias o a que nos hicieran algo a nosotras o a las familias. Las mujeres no quieren declarar por temor, porque sienten miedo, por la discriminación, porque las mismas entidades nos discriminan. Lo que es la parte de la salud, uno va a un hospital y le responden que uno no está enfermo”, comentó Cecilia sobre la falta de atención en estos casos.
Tanto Natalia como Cecilia desde sus liderazgos han creado y fortalecido redes de apoyo para que otras mujeres puedan acercarse tanto a la Corporación Vínculos para el acompañamiento psicosocial, como a entidades del Estado, la Defensoría del Pueblo y la Fiscalía para que puedan denunciar los hechos victimizantes cuando se sientan listas.
Una mirada más allá de la estética visual
Leonardo Romero es el realizador, guionista y director detrás de esta pieza, trabaja con Vínculos desde el 2021 y cuenta que en el proceso que venía desarrollando la corporación con este grupo de mujeres en la zona del Ariari, querían realizar una pieza comunicativa artística, “para resumir todo lo que ha sido el trabajo entre Vínculos y esa colectiva de mujeres. En un principio querían hacer un graffiti”, comentó el realizador a quien le habían encargado inicialmente grabar el proceso de elaboración de ese mural. Sin embargo, él consideró que lo visual y lo narrativo podían ir más allá.
“Le dije a la directora de Vínculos que si hacíamos otra cosa, que si contábamos puntualmente en el vídeo desde la ficción y las puestas en escena las historias de estas mujeres y alejarnos incluso un poco del documental, que parece ser como el camino que siempre se toma, ¡que no está mal y me encanta!, pero después de hablar con ellas, de conocer sus historias, pensé que se podía lograr algo a partir de los símbolos. Entonces propuse un vídeo que es como una especie de argumental experimental con voz en off”, comentó Leonardo.
En sus palabras, el objetivo era crear “una ficción absolutamente basada y respetuosa con la realidad”, y en un ejercicio de creación colectiva, Leonardo recibió un texto de aproximadamente 10 páginas hecho por las mujeres del colectivo, el cual resumía sus historias y vivencias. Entonces comenzó el reto de adaptar esas páginas a escenas cargadas de significado, para representar cosas como: la soledad, el duelo, el dolor, una toma de un grupo armado, el desplazamiento, entre otras.
Leonardo ya había trabajado anteriormente en un proyecto audiovisual sobre las secuelas del conflicto armado. En el documental ‘Removiendo Tierra’ recopiló los testimonios de los familiares de las víctimas de desaparición forzada. Sin embargo, asegura que como profesional y como hombre, estas historias lo hicieron cuestionarse a sí mismo desde muchas perspectivas, por ejemplo, como el arte, en este caso el audiovisual, se toma la tarea de contar estas historias y cómo lo hace de manera responsable y que no genere revictimización.
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Por esa razón, el director de esta pieza enfatizó en que el trabajo humano fue lo más importante, generar la confianza y el vínculo para que las protagonistas se sintieran escuchadas y representadas. Fue un proceso de varios días donde la cercanía fue la prioridad. Al respecto, las mujeres del colectivo destacaron la paciencia y la dedicación en todo el proceso.
“El ambiente que vivimos con él (Leonardo) fue un entorno en el que pudimos conectarnos con el respeto. Fue un trabajo serio, comprometido, que salió del corazón. Ese trabajo artístico que tiene él me dejó muy asombrada, porque conectó con todas que tenemos cada una como un carácter diferente, como nuestra manera de ser. Él era como un conector con cada una, encontró nuestros ángulos, pudo identificar para qué era buena cada una en el proceso de grabación del vídeo”, dijo Natalia, quien ha llevado orgullosa esta pieza a las reuniones de la mesa de víctimas y a los consejos municipales.
Leonardo cuenta que gracias a esa conexión todas quisieron participar eligiendo qué escenas iban a representar. “Hubo un momento muy bonito, que para mí fue el más simbólico de todos y es cuando ellas se pusieron las botas para representar a sus victimarios. Estaban sonriendo, pero se estaban poniendo las botas de quienes las desterraron, de quienes mataron a sus hijos y esposos, de quienes ejercieron esa violencia sexual sobre sus cuerpos”, comentó, enfatizando que, para él, lo más importante en este proceso era reivindicar a estas mujeres y darles su lugar.
Para Leonardo, la construcción de memoria a través de piezas audiovisuales que capturen al espectador es una forma de acercar otras realidades al ciudadano de a pie, para que mire más allá de sus circunstancias y se haga consiente de lo que sucede en otras partes del país.
Creando vínculos
Muchas mujeres en condición de víctimas encontraron en la Corporación Vínculos y en sus profesionales el apoyo y el interés que necesitaban, lo que también las motivó a convocar a otras mujeres de diferentes municipios para que se unieran a las iniciativas que se estaban llevando a cabo desde la corporación, pues el acompañamiento psicosocial que han recibido ha llegado incluso a las zonas apartadas del Ariari.
“Es muy bonito uno contar con profesionales donde no solamente trabajan por un sueldo, sino que también lo hacen con esa calidad humana, con esa comprensión, con esa forma de llegarle también a uno, entenderlo a uno y meterse en el cuento”, comentó Cecilia.
Natalia también explicó de qué manera encontró a la corporación: “El trabajo social con las mujeres de esta violencia es un poco complejo, es muy armonioso y muy lindo, pero también tienen sus procesos, Yo estaba participando de una estrategia llamada ‘Sanando para construir’ de Pastoral Social, ahí conocí a la colega Cecilia donde pudimos entablar un diálogo sobre el tema del trabajo social”.
Bibiana Escobar es una de las profesionales de la Corporación Vínculos que ha trabajado con estas mujeres realizando el acompañamiento psicosocial y terapéutico. “También se acompaña toda la parte de exigibilidad de derechos. Al final lo que se busca es esa recuperación o esa resignificación en las mujeres a partir de todos estos ejercicios, que puedan reconstruir su proyecto de vida, que puedan resignificar su identidad, su dignidad, que puedan avanzar”, comentó.
La psicóloga menciona que acompañar a quienes han vivido estos hechos victimizantes es un proceso muy profundo. “Estamos hablando de su intimidad, estamos hablando de que su cuerpo fue un territorio de guerra, que su cuerpo fue tomado con una intencionalidad en un conflicto armado. En el caso de Mujeres que Transforman, la intencionalidad colectiva que muestran las mujeres ahí es cómo estos grupos llegan y toman su cuerpo para mostrar su poder, que pueden tomarse el territorio. Hablar de eso no es fácil. Entonces es allí donde desde el proceso de acompañamiento buscamos precisamente que las mujeres puedan hablar de lo que sucedió”.
Bibiana explica que estos hechos victimizantes no solo cambian y trastocan la vida de las mujeres, sino que también desestructuran sus entornos, sus familias y las dinámicas en comunidad. Cada sesión y cada encuentro que tienen con Bibiana o con el equipo de vínculos es una oportunidad de reivindicar, de sanar y de construir nuevas redes entre ellas con el objetivo de avanzar.
Natalia y Cecilia aseguran que solo tienen palabras de agradecimiento por la forma en que profesionales como Bibiana han tocado sus vidas, pues sienten que se han involucrado, las han escuchado y se han sentido validadas. Desde la perspectiva de Bibiana, ella afirma que siente una admiración profunda por estas mujeres, por su fortaleza y por lo que han logrado en estos años.
Como los y las participantes de esta pieza audiovisual lo han manifestado, ‘Mujeres que transforman’ es el resultado de un proceso permanente, que no termina cuando acaba la sesión o cuando la cámara se apaga, pues su propósito es generar conciencia en todos nosotros, que las víctimas de este flagelo no se sientan solas, que las instituciones velen por sus derechos, que dejemos de normalizar la violencia machista, y que algún día, en Colombia, el cuerpo de las mujeres no vuelva a ser nunca más territorio de guerra.