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Bordando Paz: un espacio para la reconciliación en Rioblanco, Tolima

La Escuela Bordando Paz la conforman mujeres víctimas y excombatientes en Rioblanco, Tolima.
Fotos: Fredy Nagles
Fredy Nagles,

¡El hilo…! ¡El hilo ya está listo! Las agujas de bordar… ¿Dónde están las agujas?, pregunta una mujer. ¡Ah, sí!, en el cojincito de la caja de coser, le responde otra. En medio de este escenario, un grupo de 15 mujeres víctimas, indígenas y en proceso de reincorporación, además de 18 niños y niñas, hijos de ellas, conforman la Escuela Popular de Mujeres Rurales ‘Bordando Paz’, escenario en el que, en medio de tejidos y agujas, trabajan por la paz y en evitar la violencia de género.

Sandra Lisbed Mendiata Ramírez es líder social y licenciada en Educación Infantil, pero aprovechó sus dotes de sastre, arte que aprendió de su mamá, para abrir este espacio en el que mujeres víctimas y mujeres excombatientes se encuentren en el bordado y el tejido.

“La idea de la Escuela Popular de Bordados ‘Bordando Paz’ surgió para que las mujeres de nuestra comunidad de la vereda Palo Negro, tengan una excusa para abordar los problemas que algunas de sus congéneres tienen con la violencia de género. Es un escenario para encontrarnos y aportar ideas para la defensa de derechos y ofrecerles un arte que les permita tener un ingreso económico”, señaló.

Mientras Sandra y otras señoras toman cada una su bastidor -un aro que se usa para bordar a mano- e iniciar a dibujar con hilos una flor de varios colores, se va deshilando la historia.

“La dinámica de la Escuela Bordando Paz se realiza los días lunes a las 3 o 4 de la tarde y se termina a las 5 o 6 p.m. Es un espacio donde se comparte con las mujeres y sus niños, damos una charla ofrecida por varios profesionales del centro hospitalario del corregimiento Herrera, especialmente con el tema de las mujeres: sus derechos, la familia y sus niños”, recalcó.

Los materiales del Bordando Paz

La tela ya está templada y la aguja lista con su hilo. Y para proyectar ese gran bordado, ellas deben tener en sus cajas y maletas de costura, hilos de colores y agujas muy puntiagudas.

“Las mujeres están aprendiendo con hilos y con cintas. Con estos materiales se hacen varios tipos de productos como tapetes y hamacas. Los materiales que se utilizan son piolas, cabuyas, utilizamos telas parecidas al yute. También estamos trabajando ahora último con lanas”, contó Sandra.

Y mientras poco a poco ingresa con suavidad aquel filo brillante en la tela para iniciar a bordar la flor, Sandra habla de las mujeres que integran la organización. Asegura que el proceso les ha tomado tanto tiempo para afianzarlo, como el empleado en un muy buen bordado.

“Algunas de las mujeres que participan de taller han sido víctimas de violencia sexual, violencia psicológica. Entonces son mujeres que están buscando una manera de superar todas esas situaciones que tienen inmersas al interior de sus hogares, que nos han ayudado a poder transmitirles a ellas que no están solas”, indicó.

Puntada tras puntada, la forma de la flor, que inicialmente proyectaron en sus telas, va tomando forma con más color y detalle. Y mientras eso, un grupo de 18 niños se divisan al fondo. Son los orientados por Alix Ulcue, una indígena de 33 años, quien dedica su conocimiento en macramé - arte de tejer y trenzar hilos con las manos-, para enseñar desde hace tres meses a los hijos de las mujeres de la Escuela a practicar este otro tipo de bordado.

“Nosotras estamos trabajando tres técnicas con los niños: una es el bordado macramé, otra es el tejido en mostacilla y el otro es el bordado en hilo. Nosotras llevamos unas clases preparadas y empezamos a dictárselas con mucha paciencia. Hay unos niños que la cogen rápido; esos niños nos ayudan con los otros que no, y, en medio de esa dinámica, vamos hablando de temas relacionados con la escuela, por ejemplo, como les está yendo en la escuela, como juegan con sus amiguitos, que hacen en el tiempo libre. Vamos sacando toda esa información para mirar cómo se les puede ayudar”, resaltó Ulcué Albarracín.

Luego de seis horas de bordado, la flor multicolor ya está completa de manos de estas 15 mujeres. Y así, ellas, algunas víctimas del conflicto y otras en proceso de reincorporación, avanzan con su liderazgo y haciéndole el quite a la violencia de género. Más allá de ser un espacio de aprendizaje en bordados, la Escuela de Mujeres ‘Bordando Paz’ se ha convertido en un escenario de resiliencia y reconciliación.

“A pesar de toda la guerra que siempre tuvimos a nuestro alrededor, de todas las pérdidas de familiares, aun así, nosotras tenemos para dar, para aportar. Poder compartir con mujeres víctimas del desplazamiento y también con reincorporadas nos ha enseñado a que debemos ser tolerantes con el otro, a ser más sensibles. […] Lo que hemos aprendido entre nosotras queremos compartirlo con la comunidad, que la gente sepa que el poder ser sensible ante el dolor, ante el problema del otro, revitaliza la vida; eso quiere decir que tenemos la oportunidad de poder vivir en paz”, puntualizó Sandra.

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