Llegar a la casa de Fredi de Ávila Obrian en el barrio los Laureles de El Carmen de Bolívar no es difícil, cualquier moto o vehículo de servicio público, sabe dónde queda con solo mencionar su nombre. En el hogar donde reside con su inseparable esposa Carmen Suárez, siempre está sonando música y hay tantos trofeos que la hace parecer una tienda de estos artículos.
Fredi tiene 49 años de nacido, pero su sonrisa evoca aquel niño que jugaba en pantaloneta y descamisado en las calles del popular sector ubicado en una zona alta de la capital de los Montes de María.
“Yo recuerdo que, junto a mis ocho hermanos y varios vecinos, teníamos una patineta y a mi si me gustaba montarme en ese aparato y mandarme loma abajo, aún siento la brisa que me pegaba en la cara cuando cogía velocidad”, cuenta el talentoso verseador quien asegura no acordarse el número de festivales de piqueria vallenata que se ha ganado.
Acostado en una enorme hamaca ubicada en la sala de la casa de barro que Fredi ha levantado a punta de versos, recuerda cómo empezó todo: “yo nací ciego, pero con un oído fino y un talento que heredé de mi abuelo, Carlos Obrian, quien era un gran bebedor y que cuando se emborrachaba comenzaba a improvisar y sacarle decimas a cuanta cosa veía. A los 15 años comencé a participar en los festivales que se hacían acá en El Carmen de Bolívar, en los años noventa”, rememora el hombre cimarrón con la voz rasgada de tanto cantar durante el fin de semana.
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Hoy, el hombre que sueña con conocer México, entró en la historia de la piqueria, cuando se coronó rey de la categoría el 29 de abril del 2016, cuando cantó con el alma e improvisó utilizando al máximo su talento, ante más de 80 mil personas en el Parque de la Leyenda Vallenata.
“Ese día sentí que todos los versos que canté me salieron de lo más profundo de mi corazón y que nadie me iba a quitar mi título de rey, ese con el que toda la vida había soñado y por el que tanto había luchado. Fue muy significativo ese triunfo, porque ese año los homenajeados fueron los hermanos Zuleta, mis ídolos”, recordó.
En la modesta casa donde vive Fredi con su esposa y otros familiares no hay lujos, pero si mucho amor, compañerismo y unión, como lo describe tomando de la mano a Carmen su incondicional esposa, una paisa que conoció al rey de la piqueria de casualidad en un bus de servicio público que viajaba para Luruaco (Atlántico).
“Ella se sentó a mi lado y no me atrevía a meterle conversación porque yo en tarima soy entrón, pero para las vainas de mujeres soy bien tímido, así que fue ella la que comenzó a hablarme, intercambiamos números de teléfono y después de un año, nos salimos y aquí estamos”, cuenta Fredi, mientras Carmen lanza una risotada y dice que, ese morenote le llamó la atención enseguida que lo vio y que lo que más le encanta es su talento para componer. En ese momento el hombre de lo incontables trofeos empezó a cantar:
“Se los digo con certeza,
Y sin temor a equivocarme,
En esta vida y en la otra
No sé qué haría
Sin mi Carmen”
Fredi de Ávila Obrian, el verseador que nació ciego pero que eso no ha sido una limitante para convertirse en todo un referente en el universo de la piqueria vallenata, ni para encontrar el amor. El hombre corpulento que nunca le ha pedido a Dios que le devuelva la vista, porque perdería la gracia y la capacidad de imaginar para componer con el alma.