La salud mental, otro reto que deja la pandemia
Medidas como las cuarentenas obligatorias, el distanciamiento físico, el trabajo en casa, el cierre de instituciones educativas, sumado al temor por contraer el virus, a las pérdidas de seres queridos, han provocado afectaciones a la salud mental de la población, generando incrementos en los casos de estrés, ansiedad y depresión, principalmente.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, OMS, en el mundo hay alrededor de mil millones de personas que viven con un trastorno mental, donde la depresión es una de las principales causas de enfermedades y discapacidad en los niños, niñas y adolescentes; y donde aproximadamente cada 40 segundos, en el mundo, alguien muere por suicidio.
En Colombia se calcula hasta el 48% de sus habitantes ha tenido al menos un trastorno mental a lo largo de su vida.
Recientemente el DANE publicó un informe sobre los efectos de la pandemia en la salud mental en Colombia, obteniendo entre otros datos, que en las 23 ciudades consultadas en la Encuesta de Pulso Social de junio, el sentimiento mayormente reportado es el de preocupación o nerviosismo, seguido por cansancio; siendo la población de 10 a 24 años la que más se ha visto afectada por la Covid-19 al presentar el mayor porcentaje (41,2%) sobre haber sentido “preocupación o nerviosismo” en la última semana.
Y, según los resultados de la Gran Encuesta Integrada de Hogares del DANE, entre septiembre de 2020 y junio de 2021, las personas de 55 años y más son quienes han presentado más sentimientos de soledad, estrés, preocupación y depresión como consecuencia de la pandemia.
Estas son tan solo algunas cifras que constatan que la salud mental debe ser un tema prioritario en la agenda de todos. Al respecto, en Radio Nacional de Colombia hablamos con Sait Khurama V., subdirector Nacional Campo Neurociencia y Psicobiología del Colegio Colombiano de Psicólogos.
¿Cuáles han sido las mayores alteraciones que ha generado la pandemia en la salud mental de las personas?
Cada persona y grupo social reacciona de manera diferente ante una amenaza y, sin lugar a duda, la pandemia se ha constituido en una de las mayores amenazas, no solo por sus alcances globales, sino porque nos toca de manera cercana, ya que ha afectado a amigos, familiares y a nosotros mismos.
Como es normal ante cualquier amenaza, las respuestas que surgen son el miedo a enfermar e incluso a morir. Preocupación por la evolución de la enfermedad y el estrés en el manejo y autocuidado que se debe gestionar para enfrentar la amenaza. Se ha observado una alta prevalencia de temor a situaciones colaterales como el recelo a asistir a centros de salud para evitar infectarse o el miedo a ser excluido o estigmatizado socialmente una vez adquirida la enfermedad.
También han emergido sentimientos de aburrimiento, soledad y tristeza. Aprensión por la eventualidad a ser separado de seres queridos e impotencia por no saber qué depara el futuro o de qué manera proteger a los seres queridos. Un efecto que es transversal y efectivamente afecta la salud mental es la autoconciencia de la vulnerabilidad que tenemos como especie, algo de lo que antes no éramos plenamente conscientes.
¿Qué grupos poblacionales han sido los de más alto riesgo de padecer una alteración mental a causa de la pandemia?
En la percepción del público se ha encontrado que aproximadamente más de la mitad de los adultos y más de dos tercios de los jóvenes han considerado que su salud mental empeoró durante el confinamiento. Los datos sugieren que es más probable que los jóvenes hayan experimentado más problemas de salud mental durante el encierro que los adultos de mayor edad. Y dentro de este grupo, los estudiantes universitarios han manifestado un deterioro en su salud mental.
Así mismo, aquellas personas que históricamente han tenido afectaciones previas, tienen más probabilidades de empeorar su salud como respuestas a las restricciones que demanda el confinamiento preventivo obligatorio. En este aspecto hay que incluir personas con historial en consumo de sustancias psicoactivas.
En lo que respecta a otros grupos demográficos, otro grupo poblacional que merece atención son las personas desempleadas por incapacidad, para quienes su salud mental empeoró durante el encierro. Le siguen en importancia los niños, y no se puede dejar de lado el personal sanitario que se encuentran en la primera línea de respuesta a la pandemia, quienes no solo deben enfrentar los sentimientos de impotencia en sus centros de salud, sino la estigmatización que algunos sufrieron al inicio de la crisis.
¿Qué factores han provocado las mayores alteraciones?, ¿el aislamiento social, el trabajo en casa, la separación de seres queridos, miedo al contagio?
Es difícil definir cuál de estos factores tenga mayor peso ya que como se mencionó anteriormente, cada persona o grupo social, dependiendo de factores como la fortaleza de sus vínculos familiares, el soporte afectivo y social, estilo de trabajo y características particulares de personalidad, tiene afectaciones de manera diferencial.
Sin embargo, se ha encontrado que entre los factores que han ocasionado las más importantes alteraciones está el aislamiento social, lo cual, además de generar una separación entre familiares y vínculos afectivos cercanos, implica una ruptura en los hábitos de las personas, angustia, frustración y aburrimiento como consecuencia de no llevar una vida “normal” en el sentido de las prácticas cotidiana habitual.
Otro, es el miedo a la infección, ya sea por la salud propia, o por el temor a pensar que podrían contagiar a familiares, en especial si hay adultos mayores en los hogares. La presencia de cualquier síntoma matiza este temor al generar preocupación y ansiedad por estar eventualmente contagiado.
Es importante mencionar el factor económico, ya que es evidente que muchas personas cuyo sustento dependía de actividades independientes o de la suma de ingresos familiares, han manifestado niveles más elevados de estrés postraumático y síntomas depresivos.
En sociedades como la nuestra, las afectaciones a la salud mental sumados a los problemas económicos deben llamar la atención de las autoridades de salud pública ya que se pueden constituir en amenazas realmente importantes que afectan de manera directa la población y con consecuencias muy negativas para la comunidad en general.
¿A qué tipo de intervenciones psicoterapéuticas se puede recurrir en estas situaciones?
La respuesta a esta pregunta es compleja y debe atenderse con cuidado, no admite generalizaciones. Dado que existen muchos tipos de psicoterapia, cada una con su enfoque, el tipo de psicoterapia que es adecuada para cada persona depende de su caso particular. Adicionalmente, en un contexto como el que genera la pandemia, hay varios actores que se afectan.
No solo son los pacientes mismos, sino también los familiares que deben hacer las veces de cuidadores y el personal sanitario que directamente atiende los casos en hospitales y centros de salud. Sin nos enfocamos en los pacientes, es importante tener en cuenta el grado de afectación, del que se derivare tipo y celeridad del requerimiento de intervención.
Es decir, por un lado se encuentra el dominio de afectación del paciente, que puede corresponder a temas conductuales, cognitivos, fisiológicos o emocionales, lo que derivará, según el caso, en una intervención que va desde una necesidad de grado moderado hasta necesidades de intervención imprescindible cuando, por ejemplo, estamos ante intentos de autolesión intencional de un paciente, como resultado de factores estresantes causados por el confinamiento.
Así que la intervención puede darse desde los primeros auxilios psicológicos, teleconsulta, hasta procesos de psicoterapia sistemáticos, sostenidos en el tiempo y con seguimiento regular e incluso interdisciplinarios.
Lo importante es que se le debe dar a la salud mental el nivel de relevancia que amerita en el contexto de salud y, ante el menor asomo de sintomatología que indique una afectación en esta dimensión, buscar la ayuda de profesional calificado, idóneo y competente, que den cuenta de cuál es la intervención que aplica en cada caso en particular.
¿Cuáles pueden ser los mayores efectos psicosociales de la pandemia?
La Covid-19 trajo a la sociedad un efecto combinado que explica la agresividad de las consecuencias sobre la población. No solo se trata de la enfermedad en sí, sino que a esto se suma el confinamiento preventivo obligatorio que fue necesario para reducir las estadísticas de contagio.
En este contexto se evidenciaron consecuencias como las manifestaciones de pánico agudo, ansiedad, comportamientos obsesivos, acaparamiento, paranoia, depresión, y trastorno de estrés postraumático a largo plazo. A esto se debe sumar el efecto, nada despreciable, de la difusión de volúmenes ingentes de información en las redes sociales, que no necesariamente correspondían a datos veraces o respaldados por la comunidad científica calificada.
Adicional a estos efectos, se encontró deficiencia en el personal sanitario capacitado para enfrentar la crisis y como consecuencia directa de esto, este sector de la población fue sometida a un mayor riesgo de contraer la enfermedad, así como manifestaciones psicológicas adversas expresadas por agotamiento, ansiedad, miedo a transmitir infecciones, sensación de incompatibilidad, depresión y trastorno de estrés postraumático.
Otras consecuencias fueron las alteraciones en hábitos de vida en los niños y colateralmente angustia mental en aquellos padres que debieron trabajar en casa y sumar el rol de tutores académicos de sus hijos. No hay que dejar de lado las consecuencias en las personas mayores, sus cuidadores, los pacientes psiquiátricos, las comunidades marginadas y minorías étnicas que se vieron afectados de diversas maneras, y cuya atención tiene particularidades propias de cada grupo.
Lo deseable es que las lecciones aprendidas después de esta pandemia influyan para que las autoridades públicas y tomadores de decisiones desarrollen modelos de prevención e intervención de crisis psicosociales ajustados a los grupos sociales y etarios de comunidades tan diversas como son las que encontramos en nuestro país.
Mejorando
Según la Organización Panamericana de la Salud, si bien en el mundo se ha mejorado en los niveles de atención a la salud mental, aún quedan asignaturas pendientes, pero aumentar la inversión y sensibilizar en torno a ella, permitiría:
• Un retorno de US $ 5 por cada US $ 1 invertido en un tratamiento ampliado para la depresión y la ansiedad.
• Un retorno de hasta US $ 7 en costos reducidos de delincuencia y justicia penal por cada US $ 1 invertido en el tratamiento basado en pruebas para la drogodependencia.
• Que los trabajadores de la salud generalistas pueden recibir capacitación para diagnosticar y tratar afecciones de salud mental.
• Que la calidad de vida de las personas que viven con afecciones como el autismo y la demencia puedan mejorar enormemente cuando sus cuidadores reciben la formación adecuada.
• Así mismo, los derechos de las personas que viven con afecciones de salud mental puedan protegerse y promoverse a través de la legislación, las políticas de salud mental, el desarrollo de servicios de salud mental comunitarios asequibles y de calidad y la participación de personas con experiencias vividas.
• Que algunas de las afecciones de salud mental más comunes, como la depresión y la ansiedad, pueden tratarse con terapias de conversación, medicamentos o una combinación de estos.