En la Institución Educativa Las Cruces, que se ubica en la vereda No lo Creen (zona rural de Lorica, Córdoba), el cine ha sido la herramienta más poderosa para afianzar la identidad y el orgullo por lo autóctono. La afirmación es de Álvaro Taborda Ruiz, docente de ciencias sociales en dicha institución, a quien se le ocurrió que sus estudiantes montaras películas para relatar la que hay en el entorno en que viven.
Cuando Taborda Ruiz asumió funciones en el plantel, se dio cuenta, para su sorpresa, que la mayoría de los estudiantes desconocían el significado del nombre del lugar donde vivían. “En los salones encontraba lo de siempre: cuadernos, lápices… No se creaba nada que impactara en la vida. Empecé a preguntar y los alumnos no sabían por qué la vereda se llamaba así. Ese fue el pretexto. Y con los testimonios de la gente fue que se nos ocurrió hacer una película documental”, relata emocionado.
Lee también
El producto final muestra que el nombre se debe a que, hace muchos años, campesinos de poblaciones cercanas descubrieron que había tierras inexploradas y aptas para el agro. Sin embargo, al dar la buena nueva se encontraron con el escepticismo generalizado. “No lo creen”, se resignaron los primeros, dando origen con ese lamento al nombre de la vereda.
La otra versión, contenida también en el filme, en lo que hoy se conoce como No lo Creen, fueron a brotar unas yucas sembradas varios kilómetros atrás, con tan mala suerte que los cerdos las devoraron y no hubo manera de probar dicho suceso. Nuevamente, “no lo creen” fue respuesta.
El trabajo de campo fue el gancho para motivar a los estudiantes. Según Taborda, esto obedece a que se cambió el paradigma del proceso de aprendizaje hasta entonces instaurado. “El construir por sí mismo el conocimiento es más propio de las universidades, no de los colegios. Pero nosotros quisimos que los estudiantes salieran a las calles, grabaran a las personas y los lugares más emblemáticos. Fue algo diferente y muchos se convencieron”, dijo.
Sin embargo, reconoce que no fue suficiente para mantener la confianza de los estudiantes en el proceso. Las limitaciones económicas y el miedo a lo desconocido estaban haciendo mella en la moral del grupo. Entonces, Taborda se encontró con la apertura de un festival de cine que podría servir como motivación. “Todo esto fue en 2018. Participamos y los llevé a varias universidades a que expusieran el proyecto y en los años siguientes esto creció. En los cortos se puede ver que gente del pueblo y los padres de familia participan gustosos”, aseguró.
Y entonces fueron surgiendo las ideas para montar otros proyectos. Por ejemplo, uno que se basó en las costumbres ancestrales de los campesinos de la vereda. “Ahí experimentamos con el formato documental para mostrar a la gente en su espacio natural y, como siempre, usando solo nuestros celulares”.
Taborda considera que los premios ya llegarán, pero que el camino hacia allí también se debe disfrutar y tiene sus recompensas. Una de ellas es la asociación con el festival Smartfilms, que premia los filmes realizados con celulares, que dio lugar a la creación de otro festival de cine, aunque escolar, y que abarcaba a Lorica y poblaciones vecinas. De ahí salió Sancocho e’ Pueblo, un evento que lleva ya dos años reconociendo a los estudiantes que se atreven a incursionar en el cine con las herramientas e historias que tienen a mano.
En su edición 2023, el Festival consiguió la para nada despreciable cifra de 87 participantes, entre docentes y estudiantes, quienes no solo postularon sus creaciones, sino que participaron en foros y talleres. "Logramos formar a 22 de las 30 instituciones educativas que presentaron sus trabajos, y premiamos a los 3 mejores en una gala hermosa”, explicó.