Gabriel Salazar, relatos de un médico colombiano en la Franja de Gaza y África
Por: Miguel Ángel Cortés
Desde el momento en que Gabriel Salazar comprendió qué era la labor humanitaria y lo que implicaba, supo que era su vocación. Como médico, fue una decisión que lo ha enfrentado a la vida y la muerte.
Han sido casi tres décadas y más de 40 países donde ha conocido la contundencia de los desastres naturales, la crudeza de los conflictos y lo difícil que es pensar de forma racional en medio de escenarios de riesgo y hostilidad. Desde Honduras, hasta el África Subsahariana, cada lugar revive un recuerdo fresco en su memoria.
Hoy es coordinador de servicios médicos del Comité Internacional de la Cruz Roja en Israel y los territorios ocupados.
Son años en lo que ha aprendido a distinguir el rostro de la guerra, aquella que deja numerosos muertos por las armas, pero que arrasa con más víctimas a su paso, por las condiciones de vulnerabilidad que deja.
Es lunes. Son las 9:57 de la mañana y espero la comunicación vía Skype con Gabriel, quien me contesta desde su oficina en Jerusalén, donde ya cae la tarde y finaliza una nueva jornada de trabajo.
Son varios años de trabajo humanitario en diferentes países, situaciones y contextos. En todo este tiempo, ¿Cuál podría ser el aspecto más complejo de su labor?
Dentro de estos 27 años de experiencia y trabajo humanitario en terreno como profesional de la salud, como médico, estar confrontado ante diferentes tipos escenarios en situaciones de conflicto, situaciones de violencia y epidemias durante desastres naturales, uno de los grandes retos y las grandes dificultades son construir y fortalecer ese principio de humanidad, imparcialidad e independencia, que es uno de los principios básicos de la Cruz Roja y el Movimiento de la Media Luna Roja, y que comparten muchos actores del mundo humanitario o que se rigen por principios muy similares.
Lo otro es estar confrontado a dilemas humanos éticos, en los cuales en muchos momentos, como médico o profesional de la salud se tienen que tomar decisiones muy difíciles, decisiones en las cuales estamos confrontados y a veces en decidir quién puede o no beneficiarse de la asistencia humanitaria, porque en muchos de esos contextos las necesidades sobrepasan la capacidad de la respuesta de la oferta de servicios de asistencia humanitaria.
Entonces estamos confrontados constantemente a basarnos en criterios técnicos y médicos para hacer lo que se llama el ‘principio de selección’, el triage y a veces tienes que decidir quién se beneficia y quién no se beneficia. A veces, yo estuve en circunstancias en las cuales la vida estaba confrontada y tenías que decidir quién vivía y quién no sobrevivía.
Estuve confrontado ante familias en el sur de Sudán en el año 94, las familias en Angola en el año 91 y 95 o durante conflictos armados en Liberia en el año 2003 y 2004., o durante conflictos armados en otras situaciones.
Eso probablemente es uno de los principales dilemas o los más grandes retos, más allá de los principios básicos.
Aparte de escenarios de guerra y conflicto, ¿Qué otros escenarios ha tenido que enfrentar?
Ciertamente, la mayoría de mis trabajos han sido de respuesta a las causas directas e indirectas de los conflictos armados y las situaciones de violencia. He estado presente, he sito actor humanitario, en muchos de los principales conflictos que han marcado la historia de los años 90 y principios de los años 2000.
Estuve durante el genocidio burundés en el año 93 en Ruanda, en las runas del sur de Sudán, pero fuera de estos, las situaciones de epidemias de cólera ligadas a la situación de poblaciones desplazadas forzadas durante el genocidio de Burundi en la frontera con Ruanda, una epidemia de cólera, probablemente una de las más importantes, antes de esa epidemia hubo una epidemia de una disentería, producida por una bacteria que es la ‘Chiguera’, una epidemia de chigrosis, mucho más compleja de manejar que una epidemia de cólera.
También una epidemia de cólera durante el conflicto en Liberia en el año 98, desastres naturales; probablemente, el que está más cercano nosotros como el terremoto del año 2010 en Haití, donde yo llegué tres días después y ser testigo de la realidad y la imagen apocalíptica, donde se calcula que más de 250 mil personas fallecieron, aún no hay cifras exactas y el tener que trabajar liderando equipos de recuperación de restos humanos.
El huracán de Mitch en el año 98 en América Central, que afectó sobre todo a Honduras. Otras epidemias en situación de hambruna, por ejemplo, en el sur de Sudán, extremadamente compleja. Principalmente en desastres naturales después de terremotos o eventos meteorológicos como huracanes o inundaciones.
Entonces, esa ha sido la realidad de mi trabajo, además dentro del contexto humanitario del CICR he trabajado en situaciones complejas centros penitenciarios con personas privadas de la libertad, estar confrontado a epidemias de tuberculosis en centros penitenciarios en la zona del Caucaso, en una región que se llama Georgia y Azerbaiyán, más allá de la respuesta específica en situaciones de conflicto.
Sin duda, las situaciones de conflicto se viven según los roles, cada uno tiene una historia que contar: los militares, los periodistas, las víctimas y los médicos, por supuesto. ¿Cómo es afrontar este tipo de situaciones desde el servicio médico y la labor humanitaria?
Como profesionales de la salud, es estas circunstancias, uno de los retos y una de las visiones y algo que construimos como una mirada, es tener claro nuestro concepto de neutralidad e imparcialidad, quiere decir que el profesional de la salud, que se rige por un código ético como el juramentos hipocrático, que nosotros los médicos expresamos al terminar nuestros procesos de formación como profesionales de la salud, es tener muy claro que sobre cualquier persona el médico no está ahí para juzgar quién es esta persona , si es culpable o nos es culpable, si es un víctima o un perpetrador, simplemente que debe primar que como profesionales de la salud tenemos que brindar la asistencia en salud, ya sea porque ha sido lesionado o herido, porque ha sufrido alguna enfermedad o tiene una necesidad específica, mental, de rehabilitación física, tenemos la misma obligación y debemos atenderlos con las misma mirada.
En muchos contextos, esos dilemas los confrontamos, yo mismo he estado en situaciones en las cuales he tenido yo que asistir a personas que en ese momento, en ese contexto específico, se consideraban perpetradores, que habían cometido actos de lesa humanidad o que habían cometido violaciones ante marcos jurídicos como los Convenios de Ginebra, pero estos son muy claros dentro de sí, en situaciones de conflicto, en el cual toda persona que está enferma o herida tiene derecho a ese servicio de salud y no es el profesional de la salud el que debe juzgar, y no basarse en eso para brindar o no brindar la asistencia médica requerida, eso es muy claro.
La otra es una visión más humana en ser testigo primario de las consecuencias directas o indirectas de los conflictos armados, las consecuencias directas principalmente son los lesionados o heridos en las dinámicas de los conflictos, heridos por las armas de fuego, por los explosivos, por todo lo que generan esas confrontaciones utilizando las armas.
Pero muchas veces lo que me he dado cuenta en muchos contextos, muchos conflictos el mayor impacto sobre la comunidad son los efectos indirectos, quiere decir, no solo los heridos y lesionados en sí, sino las situaciones de inseguridad y conflicto afectan la pirámide de salud pública: el acceso al agua, el acceso a saneamiento ambiental, el tener acceso a una ración alimentaria en cantidad y calidad, lo que yo llamo seguridad alimentaria, el impacto sobre la salud mental, el no acceso a los servicios de salud porque no hay seguridad, el hecho de que los servicios no pueden ser prestados, porque los médicos no se sienten seguros y no pueden ir a las instituciones o comunidades donde deben prestar sus servicios o el hecho de que las infraestructuras son afectadas directamente, donde hoy en día las estructuras médicas se han trasformado en blancos de los actores armados, o contextos en los cuales la situación hace que no se tenga acceso a los medicamentos y los insumos médicos, entonces el acceso a la salud es de muchas formas y muchas veces hay mapas afectación en lo que llamamos mortalidad o morbilidad, más muertos y más enfermos ligados, no por las causas directas de los conflictos, sino por el colapso del mismo Estado, el colapso del sector salud y de los servicios básicos esenciales que hacen que la población más vulnerable sufran epidemias y problemas de salud.
Creo que es una mirada que tenemos nosotros como médicos y ahora es qué podemos hacer cuando tenemos recursos limitados, cuando tenemos limitaciones y hay muchos retos y muchas frustraciones, pero a veces tenemos que pasar de un idealismo a una realidad y encontrar soluciones pragmáticas que no sigan permitiendo hacer accesible lo poco que tenemos a la gente que más lo necesita.
Precisamente, hablando de las condiciones complejas que implica la labor humanitaria ¿Cómo es el ejercicio de un médico en zonas tan críticas?
Creo que lo que pasa en el contexto en que estoy es un principio que se aplica a la gran mayoría de los contextos y eso es uno de los elementos que se han construido, por ejemplo, en el seno del CICR, para que aquellos actores humanitarios que se rigen por principios y valores similares, y uno es el principio de la neutralidad, el principio de la imparcialidad y el principio de la independencia, lo que llamamos en Derecho Internacional Humanitario, un actor humanitario neutral, imparcial y neutro, esos son principios indispensables.
El concepto de usar sistemas de protección, chaleco antibalas, carros blindados, es un riesgo que hay que tomar y eso algo que es una realidad, por eso muchas veces hace que seamos mucho más vulnerables y estemos más expuestos a estos riesgos que existen y que muchos actores humanitarios vivamos con la inquietud constante e incertidumbre, a través de los posibles riesgos que se puedan generar estas situaciones y el no respeto por parte de los actores armados de esos principios, pero tenemos la responsabilidad de respetar eso.
Al llegar a una zona tan particular como la Franja de Gaza, ¿Qué condiciones se deben tener en cuenta para el desarrollo de la labor humanitaria?
En un contexto como en el que me encuentro siempre eso implica un diálogo con las autoridades, con las partes, tanto del lado de las autoridades de Israel y las autoridades palestinas, son actores que tienen un control sobre el acceso a esas zonas y eso implica una coordinación, una transparencia completamente sobre nuestras actividades y los recursos que necesitamos para la implementación y eso se logra a través de la confianza.
Mientras a haya una comunicación constante, un diálogo y una transparencia con las dos partes, se llega a esos acuerdos y eso permite que podamos llevar a cabo nuestras actividades a través del ingreso de esos que se necesitan a través de la facilitación de la implementación de las actividades, el hecho también de tener recursos e instalaciones que hacen parte de entidades del Estado o personal que le pertenece o de recurso humano, de personal que les pertenece, porque por ejemplo en un proyecto hospitalario, tú no tienes todo el personal de estructura hospitalaria, te llevas el personal que es vital, en este caso traemos cirujanos, en este caso, cirujanos cardiovasculares, o cirujanos en el área de la traumatología y la ortopedia, pero no tienes que traer los 15 o 20 enfermeros que necesitas para cierto número de camas, ahí es cuando haces un llamado a recursos existentes en las sociedades.
En contextos como el de Gaza, hay el capital humano, que ciertamente se tiene que fortalecer y acompañar y hay otros contextos donde el recurso humano no existe en contextos como el África Subsahariana, donde el nivel de competencias técnica o profesional son muy reducidos, entonces ahí entra un componente de sustitución completa, entonces ahí es donde aplicamos principios o estrategias como como la movilización, persuasión, poder institucional, utilizas una o una mezcla entre todas ellas.
Entonces tu persuades a las autoridades para que se permita tener acceso o utilizas a la comunidad internacional y a los donantes sobre la situación, que te deben permitir obtener los recursos y los medios para la implementación de actividades, haces apoyo institucional a través de la formación y la capacitación de ese recurso humano.
Haces sustitución porque sustituyes al Estado en el aprovisionamiento de ciertos insumos, ciertos materiales o medicamentos. Son fórmulas que varían según el contexto o la complejidad de la situación específica y también los momentos en los cuales tienes que hacer una sustitución completa porque la situación te lo exige.
¿En algún momento de su vida se imagino estar en este punto en su carrera?
Desde que tuve 7 u 8 años siempre quise ser médico y en mi familia no había antecedentes de alguien se hubiera ido por el sector de la salud. Fue innato, algo que me nació. No fui el estudiante más brillante en el colegio por eso había un poco de escepticismo entre el entorno de los docentes y los compañeros sobre mis expectativas de ser profesional, porque hay probablemente un sesgo de que los únicos que podían estudiar medicina eran los pilos y yo no me caracterizaba por mi excelente rendimiento académico, probablemente tenía otro tipo de cualidades.
La vida me llevó a hacer mis estudios de medicina en México en la Universidad de Monterrey y allí tuve un compañero de origen venezolano, quien me habló una vez sobre la ayuda humanitaria y me dijo que existían organismos que cumplían esa función.
Una vez, hice un viaje a la ciudad de México y me acerqué a la Embajada de Francia, pedí información al respecto y fue cuando escuché habla de lo que era la Cruz Roja, de lo que era Médicos Sin Fronteras, médicos del mundo y me quedó algo sumamente marcado, fue así cuando terminé mi carrera, mi internado y mi servicio social y mis padres me dieron una nueva oportunidad de irme a estudiar francés a París, porque mi objetivo era hacer la residencia en medicina interna en Francia, pero durante el tiempo que estuve estudiando la lengua para la presentación del examen de admisión, me dije que quería acercarme a una de esta instituciones y preguntar qué necesitaba y fue como me acerqué a la oficina de Médicos sin Fronteras y la Cruz Roja francesa y me explicaron los que eso significaba, partir a África, como médico en ese momento.
Terminé mis estudios de francés y me fui a fortalecer a mis conocimientos de inglés en Inglaterra y una noche me cuestioné y me dije que quería cumplir ese sueño, era algo que tenía muy claro: desde muy pequeño quería ser médico e ir a África y me dije: lo tengo que hacer ahora o no lo haré después, porque si me meto a una residencia, voy a truncar porque voy a estar muy comprometido con mi especialidad y dije: lo hago ahora, me voy 6 u 8 meses, buscando este examen y después regreso y hago mi residencia. Eso fue en diciembre de 1990, fue así como me contacté con Médicos Sin Fronteras, quienes me dieron la oportunidad y nunca regresé a Francia a hacer el examen de admisión y en esto llevo 27 años.
Entonces, sí lo tenía muy claro, no sabía cómo, pero yo creo que el destino me marcó los caminos que tocaba seguir para cumplir este anhelo y sueño que tenía desde pequeño.
En medio de todo este camino de labor humanitaria en condiciones tan adversas, ¿Llegaron momentos en lo que sintió en riesgo su propia vida? ¿Cómo fueron?
Realmente sí ha habido varios, yo creo que uno de los más claros fue cuando estuve en el año 95 en Liberia, durante unas confrontaciones directas en la ciudad de Morrovia, cuando todos los días yo tenía que ir y atravesar el frente de batalla, para ir a un lugar donde había unas poblaciones desplazadas, que estaban en medio de una epidemia de cólera y tenía que asistirlas.
Constantemente me exponía a que el vehículo, donde yo iba, fuera blanco directa o indirectamente de las confrontaciones, porque era un conflicto extremadamente fuera de control, no había una línea de mando, era muy impredecible. Hubo momentos, en los cuales yo vi y fui testigo de casos muy fuertes de cómo uno de estos actores decapitaba a sus contrincantes y yo era al frente testigo de esto.
Una vez donde un paciente que yo llevaba herido lo bajaron de mí vehículo y fue ejecutado en frente mío. No fue una amenaza, sí había intimidaciones, lo que es tener un AK 47 en la cabeza y mediar con un muchacho de 15 años bajo los efectos del alcohol y las drogas, no era una tarea fácil.
Fueron momentos muy duros, pero yo siempre logré mantener la racionalidad, y yo creo que fue lo que me permitió seguir adelante y estar vivo en esos momentos.
Pero probablemente el momento más difícil que he tenido fue en el año 94, cuando yo trabajaba como responsable de unos proyectos en el sur de Sudán, donde un colega y yo fuimos retenidos por las autoridades que controlaban esa zona y fuimos acusados de ser espías del Gobierno francés, fuimos privados de libertad e íbamos a ser ejecutados, fueron 36 horas de mucha angustia, mucha incertidumbre, afortunadamente hubo una serie de factores que nos permitieron hacer pasar información, la cual llegó a autoridades en Kenia, que era el lugar donde se coordinaban las acciones por parte de la organización para la cual yo trabajaba y para las Naciones Unidas, sobre lo cual ellos tuvieron conocimiento y en una serie de negociaciones diplomáticas, permitieron que fuéramos liberados.
Pero en esas treinta y pico horas que estuvimos en estas circunstancias, créeme que fueron momentos muy fuertes en los que estábamos casi seguros que íbamos a ser afectados y probablemente ejecutados y sabíamos que teníamos que hacer algo para sobrevivir y en su momento era cómo evadirnos, cómo poder escaparnos y en momentos en los que pensábamos en eso llegan momentos en los que muchas cosas se te pasan por la cabeza y lo primero que se te viene a la mente es la familia, con momentos en los que cobra mucha importancia para ti lo que no hiciste, lo que te gustaría hacer si logras salir de ese momento. Hay momentos para ser racional pero también de mucha emocionalidad.
¿Cómo es un día de trabajo de Gabriel Salazar en Israel y la Franja de Gaza?
Como responsable de la implementación de todos los programas del sector salud comienzo muy temprano a actualizarme sobre información institucional, con mensajes, información o requerimientos institucionales delegados a tu responsabilidad. Existe un diálogo con tu equipo, los puntos de referencia y mis colaboradores en el equipo, una puesta al día sobre cómo va la implementación de los programas, muchas veces es confrontar inconvenientes y encontrar soluciones o respuestas.
Hacer lectura sobre cómo el contexto va evolucionando y cómo va adaptando tu respuesta, actualizarte sobre nuevas herramientas y recursos que estén ligados a la respuesta que estés dando. Diálogo con mis superiores para definir bien las estrategias operacionales.
Cuando voy a terreno es ir a donde está la prestación de los servicios. Yo estoy basado en la ciudad de Jerusalén, donde están la mayoría de mis actividades y muchas veces me toca desplazarme al lugar donde tramitamos nuestros proyectos y estar cerca del beneficiario primario, que son los pacientes, escucharlos, ser testigo de la realidad, ver cómo estas personas se benefician, identificar sus necesidades, poder dialogar con ellos sobre si lo que estamos haciendo va en línea con sus necesidades y expectativas y poder compartir con otros actores y ver cómo se puede mejorar. Hay acciones que hago de manera periódica semanalmente, en coordinación, o mensualmente.
Luego es mi regreso a casa, pues tengo mi función como padre, apoyar a las funciones del hogar, apoyar a mi hijo, estar con mi esposa, hasta sacar la perra a caminar, cocinar o lavar los platos. Yo creo que eso es parte de esa función como padre, profesional y pareja.
¿Cómo es pasar de un país como Colombia, que evidentemente todavía vive rezagos de un conflicto, a escenarios que pueden ser similares, pero a la vez tan diferentes en el ámbito de la guerra?
Me fui de Colombia muy joven, recién cumplidos los 18 años, y fue cuando me obligaron a salir de Colombia para formarme como médico. Viví el conflicto en esa época, estoy hablando del año 84, yo escuchaba un poco a través de las historias que me compartía mi abuelo que vivía en Ibagué, cuando íbamos con él a las fincas en el norte de Tolima, en la zona de Santa Isabel, Líbano Venadillo y Alvarado, y escuchaba un poco los retos que tenía mi familia de no poder ir frecuentemente por las amenazas que había.
Tuve la oportunidad de regresar en 1999 y trabajar en la región de Chocó, estuve en el diseño y la implementación de unos proyectos y montamos un proyecto en el municipio de Tadó en la zona baja del río San Juan en frontera con Risaralda y luego en la implementación de un proyecto en el municipio de Planadas, que era conocido en ese momento como una de las zonas de mayor influencia de las Farc, entonces eso fue parte de la realidad que yo tuve del conflicto colombiano, pero yo siempre he estado muy metido indirectamente, a través de los medios, no solamente colombianos, también extranjeros para tener un poco de objetividad.
Lo viví más de cerca como actor humanitario y eso me generaba muchos conflictos, porque tarde o temprano, cada vez que yo regresaba a Colombia, me sentaba a escuchar y era imposible evitarlo, sentarse con amigos y la misma familia. Cada quien te narra y te da testimonio de cómo esa persona, ese miembro de la familia o de la sociedad ha vivido la situación directa o indirectamente esa situación del conflicto armado y colocarme en esa situación era muy difícil porque en ese momento yo era colombiano, pero lo veía con una objetividad como actor humanitario, entonces trataba de mantener esa visión neutral, imparcial e independiente del conflicto armado, pero es difícil ser tan racional cuando es lo tuyo mismo, es muy complejo replicar mi cotidianidad en esos momentos en lo que me acercaba a Colombia físicamente.
Nuestra sociedad hoy sigue, muy probablemente muy polarizada y yo simplemente trato, a través de mi trabajo, de construir tolerancia, construir perdón y respeto, encontrar soluciones que permitan encontrar esa anhelada paz, pero sí es un reto enorme, es muy difícil.
¿Se sueña en algún momento regresando a Colombia y desarrollando qué labor?
Siempre hubo ese sueño, lo hice en el año 99, después de casi 10 años de haber trabajado como actor humanitario con Médicos Sin Fronteras y dije que quería volver y aportarle a mi país, compartí todo lo que había hecho y se me dio la oportunidad de ir a trabajar a Santa Marta durante cuatro meses como médico de base de un centro de salud de Gaira, un corregimiento que está justo al pie de El Rodadero.
Atendía a las comunidades que vivían ahí como a los que bajaban de la Sierra de Santa Marta, extremadamente vulnerables o hasta los turistas que iban, esas eran los perfiles de los pacientes que me tocaban, me confortaban sus realidades y me dediqué a ser un médico sencillo, consulta externa, urgencias y atender partos, fue una experiencia extremadamente enriquecedora, pero también viví una experiencia macondiana, me topé con una realidad en la cual la salud se encontraba coaccionada y manipulada por intereses que lamentablemente no respondían a principios técnicos o médicos, sino más por intereses políticos o intereses individuales de personas y fue un reto muy fuerte.
Me confronté con eso y me di cuenta que no hallaba en esa situación porque me sentía impotente, acostumbrado a tomar decisiones, diseñar proyectos y definir presupuesto y de repente sentirte limitado, sin capacidad de maniobra e intimidado indirectamente por el hecho que si me implicada en esto afectaba los intereses de otras personas y me podía poner en situaciones difíciles incómodas.
Son debates éticos, no podía quedarme yo impávido o insensible ante la mala administración de los recursos y los insumos, hacia la mala implementación de políticas, ante la incompetencia de muchas personas que asumían esas responsabilidades de la implementación, de la planificación y eso me generó muchas dificultades y me tocó renunciar, entonces fue un trauma, fue una decepción que me obligó después a salirme y me quedé un tiempo trabajando en el Chocó, pero otra vez regresando al mundo humanitario y aún trabajando para el Estado.
Y sueño, ya es algo planificado, espero en unos cinco años más o menos poder lograr una pensión con la institución con la que trabajo y sueño regresar a Colombia, hay sueños muy precisos: uno, regresar a la práctica médica pura, tener un estetoscopio y poder brindar asistencia médica a las personas que lo necesitan, a las que más lo necesitan. Y anhelo trabajar en el área de la academia, ser docente, compartir conocimientos técnicos y compartir testimonios de vida. También anhelo poder tener la capacidad de construir una fundación en la cual pueda replicar muchas de las cosas que hice en el mundo humanitario y que se puedan hacer en Colombia.
En medio de todas esas experiencias que usted ha vivido, ¿Cómo define Gabriel Salazar el concepto de la guerra?
Es un resultado de la incapacidad de los seres humanos de encontrar una forma constructiva de resolver diferencias. Es momentos en los cuales el ser humano pierde esos valores y esos principios que lo conllevan a infringir o a generar dolor y sufrimiento en otras personas, justificado en muchas razones.
La guerra es la máxima expresión del sufrimiento humano. La guerra definitivamente es, al mismo tiempo y probablemente, momentos en los cuales aprendes a valorar lo que es una vida porque estás constantemente expuesto a la muerte. Para mí como médico, la guerra ha sido momentos para construir valores y principios y para darte cuenta de una forma u otra la importancia de mantener principios y valores, de construirlos y fortalecerlos. La postura desde un punto de vista sociológico, antropológico y académico es una, pero como médico y actor humanitario es algo muy diferente.