Pasar al contenido principal
CERRAR

Hormigas culonas y los secretos de una especie que podría desaparecer

¿Por qué desaparecen en gran parte del año? ¿Qué hacen en sus hormigueros? Estos son los secretos de una especie insignia de Santander.
Heliana Sandra Ortíz

Fray Pedro Simón y Zamora, uno de los tantos curas que llegó a lo que hoy es Santander tras el desembarco de Colón, relató en sus crónicas que los aborígenes de la zona, los Guane, preparaban una especie de pan de maíz que mezclaban con hormigas y que al tostarlas olían a queso rancio.

Los panes de maíz luego se llamaron arepas, y como las hormigas no gustaron al paladar europeo las cambiaron por tocino o manteca de cerdo, y así se originó otra de las delicias culinarias de esta región: la arepa amarilla santandereana; pero eso es parte de otra historia.

Según Álvaro Sarmiento, historiador y exconsejero de Cultura del departamento, se sabe que los Guane “cuidaban los hormigueros y alimentaban a las hormigas durante los casi nueve meses que ellas desaparecen internadas dos metros bajo tierra, y así, cuando salían una vez cada año, las podían cazar en abundancia”. No había calendario, obviamente, pero es posible que las lunas y las temporadas de lluvia los guiaran.

La tradición de cazar, tostar y comer hormigas permaneció, pero no la de cuidar los hormigueros o de alimentar a las culonas.

Como si se tratara de un ritual religioso, las culonas suelen salir de sus escondites por Semana Santa y permanecen de abril a mayo, en ocasiones hasta agosto, al parecer por la variabilidad de lluvias que ha llegado con el cambio climático.

¿Por qué desaparecen el resto del año? ¿A qué salen de sus hormigueros? Se cree que salen a copular, en la zona hablan del “vuelo nupcial”, que puede alcanzar hasta 200 metros, y que durante los nueve meses que están dentro de sus cuevas alimentan a la descendencia.

Las encargadas de la tarea de la alimentación durante los meses en que no se les ve, serían una especie de hormigas arrieras, de más o menos siete centímetros, que en nada se parecen a las culonas, pero que, en su tarea de llevar el alimento a casa, pueden destruir cultivos pues comen hojas y pastos.

Hormiga culona

Las culonas solo se ven en Santander en los municipios de las provincias Comunera y Guanentá: Socorro, Ocamonte, Barichara, San Gil y otros tantos, pero según Gerardo Martínez, politólogo y gran conocedor de las tradiciones del departamento, “también hay culonas en el Casanare y en México, yo las he visto”.

Asegura que no se han hecho grandes estudios desde la entomología para comprender mejor el comportamiento de estos insectos, y por eso no se sabe a ciencia cierta qué realmente hacen dentro de los hormigueros, por qué salen solo en ciertas épocas y en este territorio.

Y con gracia asegura que es un manjar de tan buena estima, que sobre su alto precio nadie discute: “un libra cuesta más o menos $50.000, pero después de quitarle alas y patas se reduce a la mitad el peso; si ocurriera que la carne de res subiera de esa manera, daríamos un ‘golpe de Estado’”.

El riesgo de desaparecer

Rebeca Araque, recolectora infaltable cada año desde su infancia, revela que cada vez hay menos hormigueros; triste y preocupada cuenta que ha sido testigo que muchos hormigueros que antes conocía hoy son cultivos de yuca, de café, frijol, de productos de campo y por lo tanto ya los hormigueros desaparecieron.

“Los dueños de los potreros y de las fincas mandan a matar los hormigueros con veneno, o echan cultivos y les toca matarlas porque si no se les comen las plantas”, explica.

Misma preocupación comparte el historiador Sarmiento, y llama la atención sobre la necesidad de crear una legislación especial para proteger los hormigueros como patrimonio cultural y ancestral de Santander, y que no solo sean la representación de la identidad en afiches, esculturas y artesanías.

Hormiga culona

“Hoy el interés político para crear esa legislación es muy limitado; al menos una ordenanza que levante un inventario de cuántos hormigueros hay, que seleccione algunos para su preservación y que dé incentivos a los propietarios de los terrenos donde se encuentran. Eran más sabios los Guane, que cercaban los hormigueros y las alimentaban porque sabían que luego ellas serían parte de su nutrición”.

Y es que saborear una hormiga culona se constituyó en una tradición gastronómica, que representa hasta en suvenires a este departamento; “además se les atribuyen propiedades afrodisiacas y analgésicas que calman dolores del cuerpo y del alma- cuenta el historiador- y es que quien no alivia el estrés y la ansiedad, si desde la recolección hasta el paladar, es un encuentro con la propia vida y con su comunidad”.

El olor y el sabor de la hormiga tostada traslada a los santandereanos a la vida tranquila del pueblito, a la infancia y a la singularidad de ser el único departamento de Colombia donde hay un insecto bueno para comer.

Artículos Player