El proceso de Independencia de Colombia contó con un apoyo fundamental, que fue más allá de las batallas en campo. Esa fuerza estuvo presente y fue soporte para el ejército patriota: las Juanas. Historiadoras y escritores contaron de quiénes se trataron.
“Eran madres, esposas, amantes, que iban con las tropas y estaban presentes en todas las luchas. Ellas se encargaban de curar y sanar a los heridos, alimentaban a los soldados, ayudaban a reclutar en el ejército, limpiaban las armas, preparaban las municiones. Fueron mujeres que hicieron caso al llamado por la libertad y lo apoyaron”, explicó la historiadora Marcela Pinzón.
Y agregó: “Esas mujeres fueron un apoyo inigualable en el proceso de independencia. (...) Fue una amplia gama de mujeres. Las juanas no eran un grupo de mujeres letradas, que pertenecían a la élite criolla, eran mujeres que fueron un apoyo inigualable gracias a todas sus labores dentro de las tropas”.
Por su parte, el escritor Adlai Stevenson, manifestó que las mujeres fueron un ejército silencioso en las fila, soporte logístico en las batallas. Pues llevaban la comida, hacían asistencia médica y hasta sepultaban muertos. “Sin ninguna duda, sin la presencia de las juanas hubiese sido casi que imposible que se hubiera coronado la gesta de independencia de España”, enfatiza.
Para la doctora en Historia, Martha Lux Martelo, el papel de estas mujeres fue más allá de la logística, como se cree. Así lo explicó en el evento ‘Las Mujeres en la Independencia y la formación republicana’, realizado por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia.
“Muchas veces ellas participaron de un aprendizaje invisible y aprendieron destrezas, que les permitieron estar en muchos frentes en momentos de la Independencia. En particular en dos décadas: la de 1810 y la de 1820, porque en la época del 10 tuvieron una fuerte presencia y se sintieron incluidas y fueron convocadas para la construcción y defensa de la Nación”, explicó Martelo.
El escritor Stevenson resaltó el caso de “Francisca Prieto, la esposa de Camilo Torres, quien, previamente en su casa, organizó reuniones secretas para efectos de planear las acciones del 20 de julio de 1810, que culminaron con el célebre pretexto del florero de Llorente, cuando todo muestra que fue una cosa sumamente organizada”.
A su turno en el evento del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, la doctora en historia, Himelda Ramírez, aseguró que “las mujeres se comprometieron con la lucha de Independencia y tomaron decisiones coherentes con sus convicciones”.
“La Nueva Granada experimentó, como otras partes del continente americano en la época desde las dos últimas décadas del siglo 18, levantamientos populares de protestas, ante todo por las imposiciones fiscales de la Corona y los abusos de autoridad de los funcionarios virreinales. Durante esta etapa, la documentación revela que las mujeres participaron de las revueltas del común y en actividades de carácter conspirativo”, expresó Ramírez.
Para ello, las mujeres de sectores populares se reunían en chicherías y las de las élites criollas en salones y tertulias, en ambientes donde circulaban ideas de la Ilustración. “Y aquí nos encontramos con la gran sorpresa de mujeres que leían y participaban en sus círculos sociales y que contribuyeron a producir pensamiento”, afirmó Ramírez.
En el periodo de la reconquista de Pablo Morillo, entre 1815 y 1819, es cuando se ubica la construcción de las heroínas y las mártires, nos recordó la historiadora Ramírez.
“El establecimiento del Consejo de Guerra Permanente, la Tribuna de la Purificación y la Junta de Secuestros significó el sacrificio de una generación de criollos, impactada por las persecuciones, las ejecuciones, el destierro, el exilio. La documentación revela a las mujeres transitando en los espacios públicos con sus peticiones, que apelaban a la magnanimidad real o la justicia republicana para lograr la libertad de sus esposo o hijos. La restitución de sus bienes confiscados o compensaciones económicas ante el empobrecimiento causado por la guerra”, puntualizó.