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Las escuelas de baile en la Feria de Cali

Las escuelas de baile de salsa en Cali se calculan en “105, teniendo en cuenta las registradas en la Cámara de Comercio de la ciudad”, aunque la cifra podría ser menor al constatarlas.

Por Colprensa -El País.

Por estos días las escuelas de baile de salsa en Cali son un hervidero. A lo largo y ancho de la ciudad en estos espacios se aprecian niños y jóvenes que hacen calentamiento; parejas que ensayan frente a enormes espejos; grupos que perfeccionan sus coreografías, que incluyen, por supuesto, cargadas y malabares que, al espectador inexperto, viéndolos de cerca, le hacen exclamar gritos de admiración o incluso de susto, al pensar que los bailarines van a terminar estampillados en el suelo.

Pero esta situación no se presenta comunmente, porque los bailarines de Cali se preparan en las escuelas de baile con, por lo menos, dos o tres años de antelación para asumir ese y muchos otros retos, como es el de participar en el Salsódromo de la Feria de Cali, evento que muchos asumen como su ‘grado’ como bailarines profesionales.

Así lo siente Jorge Eliécer Latorre Sierra, de 17 años, de la Escuela Combinación Rumbera (ubicada en el barrio Nueva Floresta) y quien ha actuado en el Salsódromo en dos ocasiones: en 2014 y 2015.

“Esa es una experiencia muy bonita porque es estar en el show más importante del año, el más esperado por la gente de Cali y por los bailarines. Un espectáculo que requiere de mucho trabajo y organización, de un buen vestuario y de bailarines de gran nivel. Es muy chévere bailar delante de tanta gente y recorrer tantos kilómetros en dos o más horas”.

Las escuelas de baile de salsa en Cali, de acuerdo con Kike Escobar, productor de Corfecali y miembro del equipo de producción del Salsódromo se calculan en “105, teniendo en cuenta las registradas en la Cámara de Comercio de la ciudad”, aunque la cifra podría ser menor al constatarlas, ya que no todas están estructuradas ni organizadas ni robustecidas como verdaderas escuelas.

Que sean más, o menos, lo importante es que las escuelas de baile se han convertido no solo en fuentes naturales de donde brotan los protagonistas del Salsódromo, sino en alternativa de recreación para propios y extranjeros; pero sobre todo, un vehículo para que niños y jóvenes se alejen de vicios, de la violencia e incluso, poco a poco, se han ido transformando en un medio de donde derivan el sustento económico una minoría de danzantes.

Jorge Eliécer, por ejemplo, desde ‘Combinación Rumbera’, asegura que es de los que ensaya diariamente porque así se sabe las coreografías que montan en su escuela, lo que le representa más oportunidades de trabajo. “Cada fin de semana e incluso, dos o tres días entre la semana, sale un show y por cada uno me pueden pagar $70.000 u $80.000, depende del show”.

En otro lado de la ciudad, exactamente en el lado Suroriental del Estadio, en la Escuela Imperio Juvenil, la bailarina de salsa Adriana Ávila, a sus 19 años, es contundente en afirmar que ella vive de su arte.

“Yo vivo del baile, desde los 13 años me di cuenta de que el baile es mi proyecto de vida”.

La Fundación Delirio paga a algunos bailarines para que estudien en áreas relacionadas con su arte, como maquillaje para espectáculos, producción, inglés, etc.

Ahora, esta mujer blanca, menuda y de cabellera rubia que inició como bailarina en Los Biberones de la Salsa no solo es instructora en la escuela Imperio Juvenil, sino que se presenta con su pareja de baile Jefferson Benjumea en el exterior, no solo concursando sino también dictando talleres y presentando shows.

Por dictar dos talleres y un show durante un fin de semana en Estados Unidos, esta pareja que ha ganado entre otros certámenes el ‘World Salsa Open’ en la categoría profesional, realizado en Puerto Rico en 2015, y que recibió medalla en los Juegos Mundiales de Cali 2013, pueden estar cobrando fácilmente US$2000.

“Sí vale la pena” irse a bailar salsa a otros países, concluye John Fredy Leudo Sevillano, director y coreógrafo de la Escuela Combinación Rumbera y saca a relucir historias de alumnos de su institución que se han ido a Israel, China y a Turquía, ahorran dinero y cuando llegan a Cali compran su apartamento o construyen sus casitas.

“Tengo dos alumnos en Israel que ganan bien. Hacen unos show de 20 minutos diarios para una cadena de hoteles y le pagan mensualmente $1.600.000 o $1.7000.000, dependiendo de a cómo esté el dolar. Y se lo ganan libre de todo, porque no tienen que preocuparse por alimentación, comida, ni hotel, ni nada”.

Pero la realidad es que estas historias son decenas entre los centenares de bailarines que hay en Cali. De ahí que en la actualidad se cuenten con 4 asociaciones que agremian a las escuelas con el fin de velar por la vida digna de los bailarines y fomentar y organizar la industria que gira en torno a ellos: Asobasalsa, Asosalcali, Fedesalsa y Asonasalsa.

El productor de espectáculos Carlos Fernando Trujillo explica que Asosalcali, la entidad que preside, por ejemplo, ha trazado cuatro grandes caminos para trabajar: la formación de bailarines y especialmente de los directores de las escuelas; la investigación por parte de expertos sobre el gremio para conocer realmente quiénes son, sus necesidades y buscar salidas a sus problemáticas; abogar porque haya más eventos y procesos donde se puedan presentar todo lo que se trabaje en las escuelas y propender por el apoyo gubernamental.

CIFRAS

50 mil pesos puede costar un pantalón de bailarín.

70 mil puede pagar por una camisa.

180 mil puede valer un saco.

60 mil puede sumar el costo de la pedrería.

“Necesitamos tanto el apoyo privado como el público”, manifiesta Trujillo, quien agrega: “Nosotros pedimos que no nos vean como empresarios sino como líderes y gestores sociales, que lo que hacemos es ayudar a hacer el trabajo que debería hacer el gobierno que es impactar positivamente sobre niños y jóvenes para que puedan tener un mejor futuro y puedan tener una opción más de vida. Aquí hay una gran oferta de bailarines, pero muy poco qué hacer”.

Si a nosotros nos dejan de ver como empresarios y nos miran como gestores culturales, continúa Trujillo, como personas que estamos llegándoles directamente a estos niños y jóvenes, entonces, “podríamos tener un apoyo gubernamental para poder dedicarnos a esto y que nos paguen por eso”.

LOS DESAFÍOS

El Comité Conceptual del Salsódromo, instancia que se encarga de definir cada año cómo será el evento del 25 de diciembre, ha analizado la posibilidad de realizar no uno, sino dos desfiles de este tipo durante la Feria de Cali.

Pero cada vez que se ha estudiado esa idea la conclusión ha sido la misma: no hay suficientes bailarines en Cali para hacer dos Salsódromos. ¿Cómo es posible que ello suceda en una ciudad donde el talento para el baile se da silvestre en cada esquina?

La respuesta está en dos grandes factores. Por un lado, el momento de transición que viven las escuelas.

Kike Escobar, productor de Corfecali, explica que “debido a las ofertas que han encontrado en países como Dubai, China y especialmente Turquía, gran parte de los bailarines élite de Cali, que son la base de las escuelas, emigran durante la mayor parte del año hacia Europa y Medio Oriente”.

Por tal razón, agrega, “muchas de las escuelas trabajan hoy con nuevas generaciones de jóvenes bailarines que apenas inician su proceso de formación y, por tanto, no tienen el nivel adecuado para un show tan exigente como el del Salsódromo”.

El periodista Ossiel Villada, miembro del Comité Conceptual del Salsódromo, sostiene que esa circunstancia se agrava por un segundo factor: “Aunque el fenómeno social de los bailarines y las escuelas de Salsa se ha expandido por toda la ciudad en los últimos años, la realidad es que Cali no tiene una verdadera política pública que permita fortalecer, potenciar y crear mercados para ese proceso cultural que surgió de forma espontánea en los barrios”.

“Por esa razón hay muchas falencias en la formación de los bailarines, que se reflejan en grandes asimetrías dentro de la calidad artística de las escuelas: mientras hay unas capaces de armar y presentar un show digno de los premios Grammy, otras no clasifican para el Salsódromo”, afirma.

A todo ello, además, se suma el hecho de que la mayoría de las escuelas son pequeñas empresas que trabajan bajo esquemas administrativos y operativos en los que reina la informalidad.

Para superar este problema, sostienen los dos expertos, se requieren al menos dos elementos: primero, “que la Secretaría de Cultura asuma un papel mucho más activo en el proceso de formación de los bailarines y fortalecimiento de las escuelas”.

Y segundo, “que el gremio de los bailarines tenga una mayor capacidad de autocrítica y proactividad para que el Estado pueda impulsar los cambios que se requieren”.

GRAN SEMILLERO

En Cali se aprende primero a bailar que a caminar, comenta entre risas la bailarina Adriana Ávila, quien se formó y creció como tal, en Los Biberones de la Salsa, y hoy como instructora en Imperio Juvenil, dice que en esa escuela reciben a niños desde los 3 años de edad.

Es que Cali es un semillero de grandes bailarines, pues en esta ciudad no importa la edad, ni la contextura física, ni el estrato social, ni los sacrificios, para convertirse en un buen bailarín de salsa y gozar al ritmo de los timbales, la conga y el bongó.

Prueba de ello son Santiago Cajiao, de 10 años, y Antonella Usma, de 7, una pareja de la Escuela Imperio Juvenil que ha logrado estar en los tres primeros lugares en concursos nacionales en Medellín, Bogotá y Cali.

El último fue el pasado domingo en la capital del Valle, cuando ocuparon el segundo lugar en el certamen ESBN nacional que se celebró en el Colegio Sagrado Corazón (Vía a Jamundí).

Antonella, estudiante de segundo año en Comfandi San Nicolás, estuvo en Swing Latino desde los 2 a los 5 años y después, en Estilo y Sabor, comenta. “Desde chiquita el baile me apasiona mucho, cuando estoy en tarima me siento muy alegre. La gente me dice que bailo muy lindo, me pregunta que quién me enseña y que tengo una expresión muy hermosa”, revela la extrovertida bailarina.

Santiago por su parte manifiesta que la pasión por bailar salsa le nació de ver a su abuelo, “porque él bailaba con mi abuela y eso me inspiró a ser bailarín. Ellos concursaban en discotecas y yo los veía ensayar en la casa”, expresa el carismático chico que asegura que cuando sea grande quiere ser bailarín, pero también tener otra profesión.

“Yo deseo ser médico y con el baile quiero conseguir los recursos para poder estudiar”, asegura convencido de su ya vislumbrado proyecto de vida este niño que vive en el barrio Petecuy.

Tener que atravesar la ciudad y asistir a ensayos de lunes a sábado, de 7:00 a 9:00 de la noche después de cumplir con sus tareas escolares no es para ellos ningún tipo de sacrificio.

“Como les gusta tanto bailar no sienten pereza de venir a la escuela ni se quejan de cansancio y eso que tienen ensayos todos los días, pues hay ensayos en grupo, en pareja y como solistas”, manifiesta Johanna Castillo, mamá de Santiago, quien junto a Janeth, la mami de Antonella, se entretienen viendo bailar no solo a sus hijos sino al grupo de bailarines Imperio Juvenil que a esas horas ensayan con insistencia.

LAS ESCUELAS DE BAILE EN LA FERIA DE CALI26 Diciembre 2016 06:23CALI (El País). Por estos días las escuelas de baile de salsa en Cali son un hervidero. A lo largo y ancho de la ciudad en estos espacios se aprecian niños y jóvenes que hacen calentamiento; parejas que ensayan frente a enormes espejos; grupos que perfeccionan sus coreografías, que incluyen, por supuesto, cargadas y malabares que, al espectador inexperto, viéndolos de cerca, le hacen exclamar gritos de admiración o incluso de susto, al pensar que los bailarines van a terminar estampillados en el suelo.
Pero esta situación no se presenta comunmente, porque los bailarines de Cali se preparan en las escuelas de baile con, por lo menos, dos o tres años de antelación para asumir ese y muchos otros retos, como es el de participar en el Salsódromo de la Feria de Cali, evento que muchos asumen como su ‘grado’ como bailarines profesionales.
Así lo siente Jorge Eliécer Latorre Sierra, de 17 años, de la Escuela Combinación Rumbera (ubicada en el barrio Nueva Floresta) y quien ha actuado en el Salsódromo en dos ocasiones: en 2014 y 2015.
“Esa es una experiencia muy bonita porque es estar en el show más importante del año, el más esperado por la gente de Cali y por los bailarines. Un espectáculo que requiere de mucho trabajo y organización, de un buen vestuario y de bailarines de gran nivel. Es muy chévere bailar delante de tanta gente y recorrer tantos kilómetros en dos o más horas”.
Las escuelas de baile de salsa en Cali, de acuerdo con Kike Escobar, productor de Corfecali y miembro del equipo de producción del Salsódromo se calculan en “105, teniendo en cuenta las registradas en la Cámara de Comercio de la ciudad”, aunque la cifra podría ser menor al constatarlas, ya que no todas están estructuradas ni organizadas ni robustecidas como verdaderas escuelas.
Que sean más, o menos, lo importante es que las escuelas de baile se han convertido no solo en fuentes naturales de donde brotan los protagonistas del Salsódromo, sino en alternativa de recreación para propios y extranjeros; pero sobre todo, un vehículo para que niños y jóvenes se alejen de vicios, de la violencia e incluso, poco a poco, se han ido transformando en un medio de donde derivan el sustento económico una minoría de danzantes.
Jorge Eliécer, por ejemplo, desde ‘Combinación Rumbera’, asegura que es de los que ensaya diariamente porque así se sabe las coreografías que montan en su escuela, lo que le representa más oportunidades de trabajo. “Cada fin de semana e incluso, dos o tres días entre la semana, sale un show y por cada uno me pueden pagar $70.000 u $80.000, depende del show”.
En otro lado de la ciudad, exactamente en el lado Suroriental del Estadio, en la Escuela Imperio Juvenil, la bailarina de salsa Adriana Ávila, a sus 19 años, es contundente en afirmar que ella vive de su arte.
“Yo vivo del baile, desde los 13 años me di cuenta de que el baile es mi proyecto de vida”.
La Fundación Delirio paga a algunos bailarines para que estudien en áreas relacionadas con su arte, como maquillaje para espectáculos, producción, inglés, etc. Ahora, esta mujer blanca, menuda y de cabellera rubia que inició como bailarina en Los Biberones de la Salsa no solo es instructora en la escuela Imperio Juvenil, sino que se presenta con su pareja de baile Jefferson Benjumea en el exterior, no solo concursando sino también dictando talleres y presentando shows.
Por dictar dos talleres y un show durante un fin de semana en Estados Unidos, esta pareja que ha ganado entre otros certámenes el ‘World Salsa Open’ en la categoría profesional, realizado en Puerto Rico en 2015, y que recibió medalla en los Juegos Mundiales de Cali 2013, pueden estar cobrando fácilmente US$2000.
“Sí vale la pena” irse a bailar salsa a otros países, concluye John Fredy Leudo Sevillano, director y coreógrafo de la Escuela Combinación Rumbera y saca a relucir historias de alumnos de su institución que se han ido a Israel, China y a Turquía, ahorran dinero y cuando llegan a Cali compran su apartamento o construyen sus casitas.
“Tengo dos alumnos en Israel que ganan bien. Hacen unos show de 20 minutos diarios para una cadena de hoteles y le pagan mensualmente $1.600.000 o $1.7000.000, dependiendo de a cómo esté el dolar. Y se lo ganan libre de todo, porque no tienen que preocuparse por alimentación, comida, ni hotel, ni nada”.
Pero la realidad es que estas historias son decenas entre los centenares de bailarines que hay en Cali. De ahí que en la actualidad se cuenten con 4 asociaciones que agremian a las escuelas con el fin de velar por la vida digna de los bailarines y fomentar y organizar la industria que gira en torno a ellos: Asobasalsa, Asosalcali, Fedesalsa y Asonasalsa.
El productor de espectáculos Carlos Fernando Trujillo explica que Asosalcali, la entidad que preside, por ejemplo, ha trazado cuatro grandes caminos para trabajar: la formación de bailarines y especialmente de los directores de las escuelas; la investigación por parte de expertos sobre el gremio para conocer realmente quiénes son, sus necesidades y buscar salidas a sus problemáticas; abogar porque haya más eventos y procesos donde se puedan presentar todo lo que se trabaje en las escuelas y propender por el apoyo gubernamental.
CIFRAS
50 mil pesos puede costar un pantalón de bailarín.
70 mil puede pagar por una camisa.
180 mil puede valer un saco.
60 mil puede sumar el costo de la pedrería.
“Necesitamos tanto el apoyo privado como el público”, manifiesta Trujillo, quien agrega: “Nosotros pedimos que no nos vean como empresarios sino como líderes y gestores sociales, que lo que hacemos es ayudar a hacer el trabajo que debería hacer el gobierno que es impactar positivamente sobre niños y jóvenes para que puedan tener un mejor futuro y puedan tener una opción más de vida. Aquí hay una gran oferta de bailarines, pero muy poco qué hacer”.
Si a nosotros nos dejan de ver como empresarios y nos miran como gestores culturales, continúa Trujillo, como personas que estamos llegándoles directamente a estos niños y jóvenes, entonces, “podríamos tener un apoyo gubernamental para poder dedicarnos a esto y que nos paguen por eso”.
LOS DESAFÍOS
El Comité Conceptual del Salsódromo, instancia que se encarga de definir cada año cómo será el evento del 25 de diciembre, ha analizado la posibilidad de realizar no uno, sino dos desfiles de este tipo durante la Feria de Cali.
Pero cada vez que se ha estudiado esa idea la conclusión ha sido la misma: no hay suficientes bailarines en Cali para hacer dos Salsódromos. ¿Cómo es posible que ello suceda en una ciudad donde el talento para el baile se da silvestre en cada esquina?
La respuesta está en dos grandes factores. Por un lado, el momento de transición que viven las escuelas.
Kike Escobar, productor de Corfecali, explica que “debido a las ofertas que han encontrado en países como Dubai, China y especialmente Turquía, gran parte de los bailarines élite de Cali, que son la base de las escuelas, emigran durante la mayor parte del año hacia Europa y Medio Oriente”.
Por tal razón, agrega, “muchas de las escuelas trabajan hoy con nuevas generaciones de jóvenes bailarines que apenas inician su proceso de formación y, por tanto, no tienen el nivel adecuado para un show tan exigente como el del Salsódromo”.
El periodista Ossiel Villada, miembro del Comité Conceptual del Salsódromo, sostiene que esa circunstancia se agrava por un segundo factor: “Aunque el fenómeno social de los bailarines y las escuelas de Salsa se ha expandido por toda la ciudad en los últimos años, la realidad es que Cali no tiene una verdadera política pública que permita fortalecer, potenciar y crear mercados para ese proceso cultural que surgió de forma espontánea en los barrios”.
“Por esa razón hay muchas falencias en la formación de los bailarines, que se reflejan en grandes asimetrías dentro de la calidad artística de las escuelas: mientras hay unas capaces de armar y presentar un show digno de los premios Grammy, otras no clasifican para el Salsódromo”, afirma.
A todo ello, además, se suma el hecho de que la mayoría de las escuelas son pequeñas empresas que trabajan bajo esquemas administrativos y operativos en los que reina la informalidad.
Para superar este problema, sostienen los dos expertos, se requieren al menos dos elementos: primero, “que la Secretaría de Cultura asuma un papel mucho más activo en el proceso de formación de los bailarines y fortalecimiento de las escuelas”.
Y segundo, “que el gremio de los bailarines tenga una mayor capacidad de autocrítica y proactividad para que el Estado pueda impulsar los cambios que se requieren”.
GRAN SEMILLERO
En Cali se aprende primero a bailar que a caminar, comenta entre risas la bailarina Adriana Ávila, quien se formó y creció como tal, en Los Biberones de la Salsa, y hoy como instructora en Imperio Juvenil, dice que en esa escuela reciben a niños desde los 3 años de edad.
Es que Cali es un semillero de grandes bailarines, pues en esta ciudad no importa la edad, ni la contextura física, ni el estrato social, ni los sacrificios, para convertirse en un buen bailarín de salsa y gozar al ritmo de los timbales, la conga y el bongó.
Prueba de ello son Santiago Cajiao, de 10 años, y Antonella Usma, de 7, una pareja de la Escuela Imperio Juvenil que ha logrado estar en los tres primeros lugares en concursos nacionales en Medellín, Bogotá y Cali.
El último fue el pasado domingo en la capital del Valle, cuando ocuparon el segundo lugar en el certamen ESBN nacional que se celebró en el Colegio Sagrado Corazón (Vía a Jamundí).
Antonella, estudiante de segundo año en Comfandi San Nicolás, estuvo en Swing Latino desde los 2 a los 5 años y después, en Estilo y Sabor, comenta. “Desde chiquita el baile me apasiona mucho, cuando estoy en tarima me siento muy alegre. La gente me dice que bailo muy lindo, me pregunta que quién me enseña y que tengo una expresión muy hermosa”, revela la extrovertida bailarina.
Santiago por su parte manifiesta que la pasión por bailar salsa le nació de ver a su abuelo, “porque él bailaba con mi abuela y eso me inspiró a ser bailarín. Ellos concursaban en discotecas y yo los veía ensayar en la casa”, expresa el carismático chico que asegura que cuando sea grande quiere ser bailarín, pero también tener otra profesión.
“Yo deseo ser médico y con el baile quiero conseguir los recursos para poder estudiar”, asegura convencido de su ya vislumbrado proyecto de vida este niño que vive en el barrio Petecuy.
Tener que atravesar la ciudad y asistir a ensayos de lunes a sábado, de 7:00 a 9:00 de la noche después de cumplir con sus tareas escolares no es para ellos ningún tipo de sacrificio.
“Como les gusta tanto bailar no sienten pereza de venir a la escuela ni se quejan de cansancio y eso que tienen ensayos todos los días, pues hay ensayos en grupo, en pareja y como solistas”, manifiesta Johanna Castillo, mamá de Santiago, quien junto a Janeth, la mami de Antonella, se entretienen viendo bailar no solo a sus hijos sino al grupo de bailarines Imperio Juvenil que a esas horas ensayan con insistencia.

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