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CERRAR

Librerías en cuarentena: un encuentro con los lectores

Estas son las propuestas de las librerías colombianas para enfrentar el confinamiento.

Por: Eduardo Otálora Marulanda

El 2020 no ha sido un año fácil para el mercado del libro. Ninguno lo es, pero este es especialmente duro por lo que significa cerrar librerías y aplazar o cancelar eventos literarios (como lo que pasó con la Filbo y lo que se espera que pase con muchas otras ferias del libro en Colombia y el mundo). Todo por cuenta del confinamiento que debemos mantener para evitar una crisis en los hospitales, que ya suelen pasársela en crisis.

Por su naturaleza, las librerías son los lugares de encuentro de “la gente del libro”, esa especie (que se resiste a la extinción) que disfruta caminando por pasillos estrechos, mirando repisas atiborradas de títulos en portadas de mil colores. Esa especie es extraña porque, además, va a estos lugares a consumir libros: los sacan de las repisas, los acarician, se atreven a rasgarles los celofanes transparentes (algunos sin ninguna delicadeza), los abren con cierta lujuria y hasta se toman el tiempo de oler entre sus páginas. Así es esa gente: apasionada. Tanto que, además de comprar libros, asisten a cursos o actividades que programan las librerías, se toman cafés o comen algo. En definitiva, ven a las librerías como algunos otros ven a sus iglesias de confianza. Y por esa pasión es que las librerías se mantienen.

¿Pero que pasa si “la gente del libro” no puede ir a las librerías y las librerías no pueden abrir? Pasa que, por lo menos a través de ese medio, la cadena del libro se rompe en un eslabón muy importante, el del comprador. Este es un personaje fundamental porque es quien pone el dinero para que todos los otros eslabones de la cadena funcionen: las librerías, los distribuidores, todos los que están relacionados con el trabajo editorial (editores, diseñadores, impresores, bodegueros, transportadores y un largo etc.) y, además, los autores.

Sin librerías, se debilita aún más el ya frágil cordón umbilical que conecta la imaginación de un autor con la de un lector. Y eso es grave, porque, como en el vientre, sin cordón umbilical no prospera la vida.

Y esta es justamente la situación en la que se encuentran actualmente las librerías en Colombia. Según me dijo Santiago Aguirre, representante de la ACLI (Asociación Colombiana de Librerías Independientes) las 47 librerías agremiadas alrededor del país están cerradas y pasándola mal. Por esa razón decidieron escribirle una carta al Ministerio de Cultura solicitando algunas ayudas. Las peticiones se resumen en lo siguiente:

1) Que las compras públicas prioricen los libros editados en Colombia.

2) Introducir en los programas de compra pública la adquisición de ejemplares ya producidos en Colombia y/o importados que se encuentran en bodegas de editores y distribuidores, y en las librerías.

3) Comprar libros para la dotación de bibliotecas públicas a través de las librerías.

4) Proteger y apoyar a los actores de la cadena (que básicamente se resume en la disminución o suspensión del cobro de parafiscales a los trabajadores independientes relacionados con la cadena del libro).

Afortunadamente para las librerías, y en general para “la gente del libro”, la respuesta del Ministerio de Cultura fue positiva. Se van a priorizar los libros editados en Colombia, se abrirá espacio para la compra de libros que estén en bodega (siempre y cuando cumplan con los criterios de las bibliotecas públicas y las convocatorias del Ministerio) y, finalmente, se hará lo posible por realizar las compras de libros a través de las librerías (un modelo que puede funcionar bien en Bogotá, pero que no se garantiza en las demás ciudades porque las administraciones son autónomas en ese sentido). Por último, sobre la descarga de parafiscales, la respuesta fue que eso no era competencia del Ministerio de Cultura, pero que se pasaría la solicitud a la entidad encargada.

Librería Casa Tomada en Bogotá. Foto: https://www.libreriacasatomada.com/

Así las cosas, el panorama de las librerías se aclara un poco. Sin embargo, como señala Ana María Aragón, de la librería Casa Tomada, también es muy importante mantener el contacto con los clientes. Por eso se han enfocado en vender a través de su página de internet o de redes sociales (modelo que han seguido la mayoría de las librerías). Además, han mantenido la oferta de cursos y actividades a través de internet. Sumado a lo anterior, otras librerías han adoptado el mecanismo de venta de bonos, que consiste en pagar los libros por anticipado y, cuando se pueda volver a salir, recogerlos en las librerías. Según dicen Santiago Aguirre y Ana María Aragón, esto todavía no es suficiente, pero lo importante es mantener un flujo de caja que les permita cubrir los gastos de la planta física y empleados.

Dado este panorama, y esperando que las ayudas estatales se den, a “la gente del libro” sólo le queda un camino: la solidaridad. Recordar los miles de buenos momentos que han pasado en las librerías y, en la medida de sus posibilidades, seguir comprando y participando en las actividades. En otras palabras, seguir confiando en que esa especie no se extinguirá.

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