“Así como el pescado no falta en ninguna familia de Tumaco, tampoco puede escasear una red. Ese es un indispensable elemento en los hogares afrodescendientes de la costa pacífica nariñense, porque sin él, no hay alimento y peor aún, historias por contar”, expresó Patricio Ferrín, un experimentado pescador artesanal quien, después de cada faena, se dedica a la elaboración de atarrayas, chinchorros y trasmallos.
La primera vez que empezó a tejer las fibras de nylon fue a los 14 años de edad, cuando su padre, Modesto Ferrín, un curtido pescador del litoral pacífico, le enseñó las técnicas para tener éxito en el arte de elaborar redes.
En ese entonces, Patricio prometió que jamás olvidará la primera red que elaboró. Aunque el entrelazado de los hilos de la atarraya no fue el mejor, recuerda que una vez que lanzó la malla al mar, obtuvo una buena cantidad de burique y plumada, entre otros peces que abundan en las aguas que rodean el puente de El Morro.
Tras esa agradable experiencia y el incondicional respaldo que recibía de su padre y de su madre, decidió combinar sus estudios académicos con la elaboración de redes. Por eso, en las tardes, al término de sus obligaciones académicas, tenía como pasatiempo sentarse un par de horas en el solar de su casa para unir pacientemente cada hilo de nylon.

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Transmisión de saberes
Con el paso de los años, Patricio perfeccionó sus técnicas de tejido y los vecinos del barrio le confiaron la elaboración de redes para pescar más grandes y complejas. A lo largo de las 4 décadas que dedicó su vida a entrelazar hilos de nylon, subraya que en total ha tejido 30 atarrayas, 3 chinchorros y 20 trasmallos.
Si bien es cierto que argumenta que los pescadores de Tumaco muy poco utilizan las atarrayas, las cuales suelen emplearse para pescar carnada, asegura que esas redes están quedando en el olvido.
Por eso argumenta que el chinchorro y el trasmallo, por su alta capacidad de barrido en el mar, jamás perderán vigencia entre los pescadores de ‘La Perla del Pacífico nariñense’. Para que no se vayan a perder las tradiciones de los pueblos afrodescendientes, cuya parte de sus creencias está inmersa en las redes para pescar, transmite sus conocimientos a sus hijos, nietos, vecinos y conocidos.
Para que ellos sepan que es una atarraya, hace unos días empezó a tejer una de ellas y hoy, a sus 82 años de edad, Patricio asegura que le sobran las fuerzas para seguir con sus faenas diarias.

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Mientras contempla el gris firmamento y pronuncia entre dientes que no demora en caer la lluvia, una vez cuelga en una vetusta tabla la red que está en proceso de elaboración, indica que para obtener una atarraya de 15 metros de diámetro necesita 3 tubos de 500 metros de nylon cada uno.
Dependiendo de la necesidad, manifiesta que en tejer una red tarda hasta un mes y medio y que cada malla dura entre 6 y 7 años. Sus faenas diarias terminan a las 9:00 de la noche y cuando guarda la agujeta y los tubos de nilón, siempre recuerda aquel día en que su padre le compró una canoa, una atarraya y una vela para que siga su ejemplo como pescador.
