Las historias que se tejen alrededor del Cerro de Pacandé van más allá de lo real y la fantasía. Se dice que, antes de la llegada de los españoles, este lugar era utilizado por las antiguas tribus guerreras del sur del Tolima como lugar para hacer rituales religiosos. Algunos hablan de avistamiento de ovnis y que, hoy, es un lugar donde cualquier persona que suba se llena de buena energía. Es así que, en 1983, se inmortalizaría este escenario en la pluma de Jorge Villamil Cordovez en el tema ‘Tambores del Pacandé’.
Para conocer más sobre este mágico cerro, hablamos con el taita Nelson Martínez Criollo, miembro del Tribunal Superior Indígena del Tolima y etno-educador Pijao. Desde su cosmogonía, él explica que Pacandé proviene de la palabra ‘Paka’, el nombre de una mohana o sacerdotisa, encargada de orientar los cultos a Ibanazka, la diosa del viento. “El Cerro de Pacandé es el nombre a una mujer que la simbolizaron como diosa, pero era una sacerdotiza, una guía espiritual. Paka, que quiere decir ‘Mujer Ande’, busque la sabiduría. Por eso vamos aún hoy allá a pedir sabiduría, ciencia, a buscar la luz, a mirar que el aire nos refresque el pensamiento”, explicó el líder indígena.
Para los actuales pijaos, como el caso del taita Nelson, el Cerro de Pacandé está interconectado con otros lugares, considerados, aun hoy, como escenarios de poder espiritual. “El Cerro de Pacandé es uno de los tres pilares fundamentales, donde es el aposento de nuestra diosa Ibazmaca, que es diosa de la tormenta, diosa de la borrasca. Cuando se quiere que haya lluvia se invoca a ella, y es la protectora, es la que lanza el grito de guerra. Este cerro tiene una conexión con las Cuevas de Tuluní, en Chaparral. Tuluní quiere decir ‘río subterráneo’, y tiene unos canales, más de 10 túneles, que atraviesan de ahí y sale a la Cueva de Yaco Molana, al pie del Cerro de Pacandé. Para nosotros, eso es muy valioso”, resaltó.
Avistamiento de ovnis en el Pacandé
Y es que estos relatos han sido objeto de análisis de historiadores y otros estudiosos, como la Academia de Historia del Tolima. Don Pedro Bernardino Sosa Rubio, secretario general y fundador de la Academia, describía al Cerro como un pico en forma de volcán inactivo, con tanta importancia que se dice que allí se han avistado platillos voladores.
“Este pico tiene una forma de volcán y algunos geólogos y académicos dicen que es un volcán apagado de épocas muy antiguas en las que comenzó a desarrollar La Tierra y las eras geológicas en nuestro departamento del Tolima. Además, es un centro en encuentro con el fenómeno OVNI. He leído algunas descripciones que aseguran que, en determinada época del año, se han hecho avistamientos de estos elementos en el firmamento”, describió el historiador.
Cuenta la leyenda que Rocombo, discípulo de Paka, se desnudaba en la cima del Pacandé y, mirando hacia ‘Icuantene’, hoy conocido como el río Magdalena, pedía a Lulumoy, dios de la sabiduría, refrescar su pensamiento. De esta manera, podía ver el futuro de su pueblo. “Rocombo era un mohán, un médico ancestral hoy en día, pero también tenía conexión con las deidades. Él subía al Cerro de Pacandé, como lo hacemos nosotros, ir a rendir culto allá a pedir sabiduría. Se subía a la parte alta, se desnudaba, abría los brazos hacia el oriente y mira el río. Eso es para refrescar el pensamiento y organizar nuestro territorio. De ahí se miraba, se hacía un ayuno, se mambeaba coca, se fumaba tabaco, tomaba el chirrinchi y ahí entonces venían lo que hoy llaman ‘alucinaciones’, pero para nosotros eran revelaciones”, explicó el taita.
Estas prácticas religiosas las hacían, y se cree que las siguen aun hoy haciendo, los pijaos durante el solsticio de junio, donde daban también gracias por las abundantes cosechas del semestre anterior. Esta es una de las prácticas rituales en las que se aplicó lo que en antropología cultural se denomina sincretismo. “Ellos todavía, cuando llega el solsticio de junio, dan gracias a sus dioses por las abundantes cosechas que les trae ese periodo de tiempo. Y esto coincide con la fiesta de San Juan en Natagaima y esas regiones del Tolima. Antiguamente, hacían un baño y una ceremonia ritual a orillas del río Magdalena y del río Saldaña”, agregó don Pedro Bernardino.
Los pijaos lograron resistir al embate español, tanto así que los nombres con los que bautizaron sus lugares ceremoniales, hoy siguen nombrándose de la misma manera como en tiempos inmemoriales. Tal es el caso del Cerro de Calarma en Chaparral, el Cerro de Los Abechucos en Ortega y, por supuesto, el Pacandé en Natagaima. El taita Nelson explica que fue por la resistencia pijao y porque los dioses impidieron que los españoles ingresaran a esos lugares ceremoniales: “Los españoles no subieron al Cerro de Pacandé, porque no tuvieron permiso de las autoridades ancestrales, es decir, de las deidades. Ibanazca se invocaba y ella no los dejaba entrar. Cuando ellos iban a entrar allá algo les ocurría. Lo mismo para subir al Cerro de Los Abechucos tampoco tuvieron permiso, porque ahí estaba Guimbales, el dios del trueno, el dios de la guerra, dios de la guardia indígena”.
Hoy, con los años, han surgido personajes descendientes de los antiguos indios Natagaima que se denominan ‘Los Encostaladas’, los nuevos guardianes del Pacandé. “Hay uno personajes allí, de creencias religiosas indígenas, que habitan ese Cerro de Pacandé hoy, que se les llama ‘Los Encostalados’. Ellos, en otra época, vestían como si fueran matachines y ellos tenían unas costumbres especiales, como nunca montar un en transporte motorizado, como una buseta, sino que se iban a pie hasta Bogotá. Entonces ellos se consideran los nuevos guardianes del Cerro de Pacandé, guardianes de sus tradiciones, de los espíritus indígenas y de todas esas tradiciones que gurda esa región”, puntualizó, en su momento, don Bernardino, quien falleció el pasado sábado 13 de noviembre.
Las tres columnas del sur
Se cree también que debajo del Templo Católico (Coyaima), bajo los Cerros de los Abechucos (Ortega) y, por supuesto, al interior del Cerro de Pacandé (Natagaima) se sitúan las grandes columnas que, según el mito mágico, son de oro. La cosmovisión indígena asegura que la tierra está sostenida por dichas columnas. Por debajo de la tierra habitada, es decir, donde se encuentran asentadas las comunidades, se halla "la Gran Laguna que tiene dos capas: la más profunda es muy oscura y en ella se encuentran dormidos los dos gigantes que hicieron el mundo; quienes de vez en cuando se mueven en el sueño y roncan: Esto se sabe cuándo tiembla y trema la tierra. Las aguas de estas profundidades son saladas”, así lo describe César Augusto Velandia y Elizabeth Silva en ‘Supervivencia de una Cosmogonía Prehispánica en el Sur del Tolima’, trabajo publicado en la Revista del Museo Antropológico de la Universidad del Tolima, en 2004.
Las Cuevas de Tuluní, en jurisdicción de Chaparral; el Puente de Piedra, en Icononzo, occidente del departamento; el Nevado del Tolima, el Cerros de Los Abechucos, ubicado en Ortega, y el Cerro de Pacandé, en el municipio Natagaima, son los lugares que, según algunos académicos como Franz Xaver Faust, etnólogo de la Universidad de Munich, hoy docente de la Universidad del Cauca, son claves a la hora de entender a las comunidades indígenas antiquísimas durante el periodo de La Conquista. En el caso del Cerro de Pacandé, este siempre esconderá secretos que, luego de los años, permanecen tan vivos como los temas musicales escritos por el médico ortopedista huilense.