Ancestralmente los pueblos indígenas de Colombia no celebran la navidad, sin embargo, en las últimas décadas con la incursión de occidentales que llegan a los territorios étnicos a impartir educación y realizar diferentes actividades, este tipo de acontecimientos ha tomado importancia.
Los arhuacos que habitan la Sierra Nevada de Santa Marta, por ejemplo, para estas fechas se reúnen en sus sitios sagrados llamados ‘kankuruas’, alrededor del fogón, toman café, miran a la luna e hilan algodón blanco; mientras que los indígenas wayuu en La Guajira, suelen danzar la yonna al ritmo de la ‘kasha’ (tambor) e incluso las familias decoran sus rancherías y quienes tienen acceso al servicio de energía encienden sus luces navideñas.
Rosa María Pushaina, una mujer wayuu de 50 años de edad que vive en el resguardo Mayabangloma recuerda que durante su infancia lo normal era contar las estrellas y contemplar la luna porque no había energía eléctrica en su comunidad, “en ese entonces se hablaba de la navidad pero nosotros poco sabíamos de esa fecha, lo que sí recuerdo es que con mi hermano menor recolectábamos botellas y bolsas plásticas para decorar la enramada, y a los cardones o cactus le poníamos bolitas de icopor blanco, y para nosotros eso era la navidad”.
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Si bien nuevas costumbres han permeado a los pueblos indígenas, los wayuu aún tratan de mantener sus tradiciones y esos rituales ancestrales que se han transmitido de generación en generación.
Rafael López Epieyu, abogado wayuu nacido en el municipio de Uribia, cuenta que todavía en algunas comunidades los wayuu para la navidad o recibir el año nuevo realizan en baile de la yonna “más que para celebrar lo hacemos para clamar a nuestro padre ‘Juyá’ (lluvia), para que nos envíe agua para calmar la sed y para que los cultivos sean prósperos; otros rituales tienen que ver con la visita a esos familiares que partieron a ‘Jepirra’ (lugar donde descansan las almas de nuestros muertos), y se ofrece comida tradicional como el friche, la chicha o el ‘Jajaushi’ que es una especie de mazamorra con leche y sal”.
Algo similar pasa con el pueblo arhuaco, quienes tradicionalmente aprovechan la navidad para meditar y encontrarse con sus ancestros alrededor del fuego.
Diomedes Izquierdo es el primer arqueólogo profesional de esta etnia, y asegura que a diferencia de otras culturas, para ellos el último mes del año es enero y no diciembre, porque ellos se guían por el calendario lunar y otras cosmogonías.
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“De acuerdo a las fases de la luna los Mamos hacen la consulta con los ancestros para celebrar el agradecimiento y los retos que vienen para el pueblo; los ancestros indican qué, se debe hacer, como por ejemplo de qué y cómo nos debemos alimentar”.
Estas consultas se realizan en las Kankuruas alrededor del fogón, debajo de algún árbol, o en las cuencas de los ríos que nacen de la Sierra Nevada; un ritual del que todos participan, las mujeres por ejemplo suelen tejer mochilas o hilan algodón como símbolo de protección, seguridad y comunicación, mientras que las nuevas generaciones aprenden y apropian sus costumbres.
Según Izquierdo, en la actualidad hay comunidades arhuacas que han adoptado otras costumbres, y ahora es común encontrar a familias que disfrutan en medio de un baile con acordeón, además hacen sus banquetes con comidas típicas hechas con productos que cultivan en la Sierra como el plátano, la yuca, el frijol y otros, pero sin sal.
La celebración del 08, 24 y 31 de diciembre de cada año, no existe para ambos pueblos, sin embargo, el olor delicioso de sus comidas típicas y propias, los sonidos de sus instrumentos musicales no han dejado de sonar en el seno de sus territorios, Las sonrisas inocentes de los niños hacen que en algunos territorios las luces navideñas se suman a la luz de las estrellas y de la luna.