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Parteras tradicionales: salvar vidas por medio de los saberes de la medicina ancestral

En Radio Nacional, te contamos la historia de dos mujeres parteras que combinan tradiciones ancestrales, medicina y la filosofía para ayudar a otras a dar a luz.
Parteras tradicionales: práctica, historias y testimonios en Colombia
Extraído de: Señal Colombia
Ingrid Lorena Jimenez Diaz

Las parteras tradicionales, o también conocidas como matronas, han sido pieza clave en la atención a la salud, ya que son proveedoras de cuidados primarios durante el embarazo, parto y postparto. 

Esta labor es realizada en su mayoría por mujeres, que han dedicado su tiempo a ayudar en traer nuevas vidas al mundo, ejercicio que es reconocido entre su comunidad.

En algunas poblaciones, como la de los indígenas pijao, las parteras son consideradas como médicas tradicionales debido a que están encargadas de asistir los asuntos de todas las etapas reproductivas de las mujeres.  

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Este trabajo fue reconocido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), quien decretó que el 5 de mayo sería el Día Internacional de la Partería Profesional para homenajear a todas estas personas, cuyas labores marcan la diferencia entre la vida o la muerte para las mujeres y bebés.

En octubre de 2016, el Ministerio de Cultura de Colombia decidió salvaguardar la partería tradicional y la incluyó como patrimonio inmaterial de la humanidad, considerando que “no es concebida como un reemplazo o un oficio equivalente a la medicina occidental, sino más bien una práctica en la que la transmisión de los conocimientos crea vínculos comunitarios basados en el amor, el cuidado y la salud del recién nacido”.

Parteras, guardianas de la vida

Lenny Carolina Luna Mora es una ibaguereña que estudió Antropología en la Universidad de Antioquia, quien en su carrera universitaria conoció el resguardo indígena San Lorenzo de Riosucio, Caldas y allí a la Asociación de médicos tradicionales. 

Su llegada al resguardo se debió a la realización de su trabajo de grado, así como que su gran amiga estaba en estado de embarazo, lo que generó una necesidad en Lenny de aprender sobre partería. Relata que: “Ella (mi amiga) estaba en todo ese proceso, tenía miedo, me lo hacía saber y pues ante la necesidad y la vocación heredada decidí viajar al resguardo a aprender de la comunidad el arte de la partería”. 

Cuando llegó al territorio, la recibió el líder y médico tradicional indígena, Gustavo Bañol Rodríguez, un hombre de gran reconocimiento por su sabiduría entre la comunidad Emberá Chamí, quien le delegó la función de fortalecer el espacio de las parteras y generar un relevo generacional, dado que el enfoque de Luna Mora en la antropología era la salud. 

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“Para mí fue un reto, porque era llamar a todas las mujeres y juntar a las mayoras con las jóvenes, hacer talleres”, recuerda Carolina Luna. Dentro de este espacio de formación, surgían aprendizajes que eran compartidos entre todas como la espiritualidad, la medicina y la vocación al servicio. 

“Una partera tiene disposición de servir incondicionalmente a la hora que se requiera, siendo esto fundamental ya que gran parte de los partos se dan a altas horas o en la madrugada, a esto hay que sumar las inclemencias climáticas de los tiempos de invierno”, menciona Lenny.

Este espacio se dio para articular el Sispi, un conjunto de normativas que se sustentan a partir de la concepción de vida colectiva y la sabiduría ancestral, que orienta dicho sistema, con lo cual se realizó la formación con mujeres y garantizar el relevo generacional la práctica de la partería.  

Por otro parte, Carolina llevó a cabo un proceso de formación en Bogotá sobre partos, volviéndose una ‘duola’, que es el acompañamiento a la mujer a lo largo de su vida sexual, desde la menarquía hasta el climaterio o menopausia, siendo fundamentales para acompañar el parto natural sin necesidad de avisar a un ginecólogo u obstetra, salvo que haya alguna complicación. 

Con estos aprendizajes, tanto los adquiridos por la comunidad indígena Emberá Chamí del resguardo San Lorenzo y el espacio de formación de ‘doula’, Carolina pudo atender el parto de su mejor amiga, ella considera que ser partera desde la urbanidad “requiere mucho respeto y cuidado”.  

Como parte del agradecimiento a la comunidad indígena que la recibió y le enseñó el arte de la partería, ella hizo su trabajo de grado al que llamó “Parteras, guardianas de la vida”. En esta tesis, se recogen los saberes de mujeres y hombres que luchan por resguardar su cultura ancestral.

El arte de parir en el sur de Tolima

En el municipio de Natagaima, que se encuentra sobre las faldas del imponente cerro del Pacandé, se encuentra ubicada la vereda Velú, una población de familias campesinas e indígenas pijaos. En esta región, nació y creció Bertha Torres, hija de Verónica Capera de Torres, una partera que por más de 40 años ejerció su labor al servicio de la comunidad.

“Desde muy pequeña veía a mi madre atender miles de nacimientos. Ella amaba su profesión, lo hacía con agrado y eso me inspiraba y nunca esperaba un recurso económico. A casa siempre llegaba con gallinas, huevos o algo de dinero”, mencionó Bertha.

Su madre aprendió este oficio a través de una enfermera en el SENA, que le enseñó el arte de traer vidas al mundo. 

“Mi madre tenía una banqueta, como una silla, con un huequito en el centro, era un ritual porque mi madre siempre estaba disponible para la señora que la necesitara. A la hora que fuera ella llevaba ese banquito para todos lados y allí le ayudaba a las mujeres en su proceso de parto”, dice Torres.

Su mamá hospedaba, alimentaba y cuidaba de los bebés recién nacidos. Bertha recuerda que acostumbraba a tostar unas hierbas que acompañaba con huevos tibios, lo que ayudaba a aligerar los partos. 

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Daba de tomar aromáticas de hierbabuena y, algunas veces, era asistida por su otra hija, Ana Ruth, la hermana mayor de Bertha, que había estudiado enfermería a petición de su mamá, para que le ayudara en sus procedimientos.

“Uno veía a mi mamá haciendo labores de la casa y al ratico escuchaba el llanto de un ‘pelaíto’. Era una sorpresa inesperada y algo tan diferente a muchos de los partos de hoy, pues la mujer de hoy tiene todo un protocolo para parir en un hospital. En los tiempos de antes, mi madre todo lo hacía muy humano, dialogado y sin dolor.  Las personas no asistían a los centros de salud del municipio porque no había las condiciones económicas. La partera era la única autorizada para atender las emergencias y de paso ser la autoridad en la comunidad”, cuenta Torres. 

El éxito de su labor dependió de la práctica, de acuerdo con Bertha Torres, su mamá nunca tuvo un solo caso de mortalidad y siempre estuvo muy ligada a los conocimientos de la comunidad pijao, de la que ella hizo parte. 

Por tanto, mezclar la medicina occidental con la cultura indígena de las hierbas, las aromáticas, los huevos y otros insumos, le permitieron hacer de su oficio un hecho histórico, no solo para los habitantes de esta pequeña comunidad, sino también para el municipio.

Dice Bertha que su madre murió a los 79 años de un problema en el corazón. Sus hermanos estudiaron enfermería, quizás motivados al ver el ejemplo comunitario de su progenitora, pero ninguno continuó desarrollando la labor de parteros o parteras.

Con la muerte de Verónica Capera de Torres, la comunidad quedó sin quien pudiera atender sus embarazos, partos y cuarentenas, lo que los hizo acudir al centro de salud del municipio donde los conocimientos ancestrales de la partería quedaron a un lado, las posiciones de pie o en cuclillas cambiaron a una posición horizontal y donde el banquito se cambió por una camilla.

La vereda Velú es un territorio étnico Pijao. Actualmente, tiene cinco resguardos y cabildos indígenas, que cuentan con The Wala Ips Indígena, entidad prestadora de servicios de salud que respeta la autonomía de los pueblos indígenas, con respecto a sus usos, costumbres y tradiciones. Una de sus luchas es rescatar la labor que por más de 40 años realizaron Verónica Capera y otras mujeres. 

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