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El olvido que amenaza a los saberes ancestrales amazónicos

Una creciente amenaza acecha, con pasos de gigante, a los kubeos. El cada vez más notorio desprecio de sus niños y jóvenes por la sabiduría ancestral.
Pueblos indígenas: saberes ancestrales amenazados en la Amazonía
Fotos: Radio Nacional de Colombia
Daniel Santa.

Lo que Rodrigo López, un sabio artesano kubeo del barro azul del Vaupés, me enseñó en mi visita a Mitú, es que a su pueblo le urge reunirse con sus abuelos y sabedores, escucharlos, tejer sus conocimientos ancestrales y armar el antiguo rompecabezas de su propia historia pasa saber, a ciencia cierta, quiénes son, de dónde vienen y cuál es el rol vital de los kubeos en medio de la tórrida selva colombiana.

“Por decir, la cátedra, la enseñanza es a la madrugada, a partir de las 2 de la mañana, porque es el tiempo perfecto para asimilar tranquilamente el saber del abuelo, porque todo está callado, no hay ruido, y ahí empieza a hablar el abuelo. La persona que asimila, aprende… ahí es donde puede asimilar el saber”, cuenta Rodrigo mientras mueve en el aire sus manos manchadas de barro.

Pero una creciente amenaza acecha, con pasos de gigante, a los kubeos. El cada vez más notorio desprecio de sus niños y jóvenes por la sabiduría ancestral. Raúl Jaramillo, docente de historia y lenguas ancestrales de Mitú, dice que, de perderse el conocimiento de los sabedores, los nativos de la Amazonía no podrían ya diferenciarse en nada, en absolutamente nada, de los blancos.

“Es rescatar lo poco que nos queda, porque si nosotros dejamos a un lado lo que nos dejaron nuestros abuelos, nosotros frente al blanco no somos nada. No valemos es nada porque ya perdemos todo; no somos ni blancos, ni indígenas. Eso es muy preocupante porque… sería muy triste un indígena decir que ‘ya no sé quién soy yo’”, dice Raúl con apacible voz.


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Sabedor de la etnia Barazano en Vaupés

No es capricho que, cuando les enseña historia nativa a sus estudiantes, este docente apasionado por sus raíces ordene cerrar los cuadernos. Es necesario agudizar la virtud de la escucha; es preciso, en ese momento, reemplazar la palabra escrita por la hablada. Entonces los pequeños comienzan a aprender como en el tiempo del Abia Yala, antes de 1492, es decir, con cantos y susurros, no como nos enseñaron los europeos.

Con esta idea de la enseñanza coincide Agustín Muñoz, sabedor de la Maloca Jericó del Clan Tatuyo. Para él, el tiempo alrededor del fogón es irremplazable; allí se transmite la historia, la lengua, los cantos y las danzas de los pueblos ancestrales. Fue la forma original que se ingeniaron los abuelos para garantizar la supervivencia de los saberes milenarios.

“Nosotros los indígenas, si no vemos, si no tocamos, no creemos. Nosotros creemos cuando estamos tocando, cuando estamos viendo. Crecimos al lado de papá, de los abuelos, del fogón… así era la escuela de nosotros. Yo digo: educación no es dañina, uno mismo es dañino”, relata, con palabras sueltas, Agustín.

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Manos de los artesanos de barro azul en Vaupés

Mientras tanto, Raúl sazona su palabreo con el sonido de instrumentos amazónicos. Toca, para sus pequeños, músicas de danzas sagradas: “El carrizo”, “La cabeza del venado”.

Luego les narra en tukano historias de la memoria: “La abuela y el güiro”, “El Morroco”, “La Danta”; seres misteriosos que actúan como hombres. Allá, en la remota región del Vaupés, los artesanos del barro y la palabra heredan a pulso lo que son y lo que saben del ciclo mítico de la Anaconda Ancestral; de Kuwai, su héroe civilizador; de la vitalidad de sus rituales, del barro, del Yurupary.

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