¿Sabías que en Muzo (Boyacá), capital mundial de la esmeralda, es posible realizar avistamiento de aves, recorridos culturales, degustación de platos ancestrales, inmersión en minas de esmeraldas, alojarse en espacios rurales, o adentrarse en un mundo de mitos y leyendas?
Sí, este municipio, ubicado al occidente del departamento de Boyacá, por muchos años estigmatizado por la violencia sufrida fuerte y particularmente a mediados de los años 80 y 90, conocida como ‘la guerra verde’, sigue, como el ave fénix, resurgiendo de las cenizas gracias a sus riquezas naturales, el empuje y templanza de sus pobladores, su legado de paz, y una diversa oferta cultural y turística.
Riquezas que hacen parte de la Ruta de la Sal y la Esmeralda, una de las recientes apuestas por el turismo de la región, una travesía de tres días que inicia en Bogotá, pasa por Zipaquirá, para visitar las minas de sal, degustar un típico desayuno, y caminar por su emblemática Plaza de los Comuneros, escenario de la primera revolución de América contra el yugo español, donde se dice, se reunieron más de 20.000 hombres para firmar las capitulaciones, y donde sobresalen lugares como la Catedral Diocesana, la Casa de Gobierno, y el Palacio Municipal, entre otros.
La aventura continúa por la anteriormente llamada troncal de la Esmeralda, hasta llegar al Páramo de Guerrero-, un patrimonio natural, que como cuenta Mauricio Rocha, funcionario de la alcaldía de San Cayetano, sobresale por su gran biodiversidad con especies de mamíferos como el oso perezoso y el oso hormiguero; armadillos, especies de aves como águilas, colibríes y búhos; e importantes recursos hídricos, donde nacen los ríos que abastecen el agua de veredas como Paime, Villa Gómez y Tausa.
Páramo de Guerrero- San Cayetano (Cundinamarca)
La ruta sigue al casco urbano de San Cayetano (el nuevo) uno de los pueblos más jóvenes de Colombia, con tan solo 23 años de existencia, donde se ubican algunas de las familias que vivieron en el antiguo poblado de 5.000 habitantes, que en 1999 tuvo que ser evacuado a causa de deslizamientos y remoción en masa de tierra que provocó que las calles y viviendas se agrietaran.
"La visita incluye un recorrido por el pueblo viejo donde se pueden observar las ruinas que dejó esa remoción, así como hacer parte de la propuesta para ayudar a controlar la deforestación a través de la siembra de árboles, y conocer el apiario de conservación de abejas”, señala el alcalde de San Cayetano, Elver Edison Umaña.
La travesía se interna luego en territorio boyacense, en Muzo, donde los viajeros son recibidos en el remodelado parque principal con música, presentaciones folclóricas, muestras de su gastronomía y la calidez de sus pobladores- y de su temperatura que ronda los 27 grados centígrados-, para terminar el primer día en uno de los alojamientos rurales dispuestos en cercanías del casco urbano que ofrecen todas las comodidades.
El segundo día inicia con una caminata por las calles del pueblo, acompañados del guía: “en Muzo tenemos una enorme riqueza: la mitología y leyendas como la de Fura Tena, que dice que Tena, un príncipe Muzo, se enamoró perdidamente de Fura, una hermosa mujer, unión bendecida por el Dios Are, con la condición de que su fidelidad mutua fuera eterna.
Sin embargo, Fura cedió a la tentación del Dios maligno, Zarbe y se entregó a él a cambio de la inmortalidad. Al enterarse, Tena muere de pena por la traición. Por el remordimiento, las lágrimas de Fura penetraron en la tierra y se convirtieron en maravillosos cristales de esmeraldas”, relata César Porras Montero, historiador, escritor y gestor cultural.
Según algunas crónicas, agrega Porras, parte de la Expedición Botánica pasó por Muzo, al descubrir la gran biodiversidad de la zona, especialmente en los alrededores del río Minero, un importante corredor biológico donde habitan miles de aves, entre ellos el lorito capernica, de color azul oscuro, y la mariposa Morphos Cypris, la bella especie de alas azules, símbolo del pueblo, de la que se dice que a quien la vea, le traerá mucha suerte.
La siguiente parada es la plaza del pueblo donde se reúnen los comerciantes para negociar las esmeraldas y piedras como cuarzos, calcitas, piritas o marmajas( piedras parecidas al oro). El domingo, día de mayor actividad comercial, sobre las mesas acondicionadas para el intercambio entre vendedores y compradores no pueden faltar la lupa y la quilatera, las que acompañan la conversación e historias sobre la odisea que fue hallar la esmeralda.
El periplo prosigue a uno de los profundos socavones para ver e interactuar con los guaqueros- los mineros independientes que exploran en busca de encontrar la gema que los saque de la pobreza-; hacer paleo (echar pala), lavar la mezcla, sentir la adrenalina que genera la ilusión de encontrar el tesoro, oír las historias de vida, o escuchar el estruendoso trueno que, dicen los pobladores, es el saludo que la naturaleza da a los visitantes.
De regreso al casco urbano, se abren las puertas del Museo Internacional de la Esmeralda para quienes deseen conocer la colección de objetos y piezas de gran valor histórico, como los documentos del siglo XVI y XVII donde se expone la organización social y económica del municipio, así como los inventarios de joyas que poseían los monjes y sacerdotes de la época.
“El museo es el resultado de años de investigación, recorridos ancestrales, y recolección de piezas por esta rica zona. Creo que solo en la parte prehispánica tenemos cerca de 480 piezas, entre las que se encuentran esmeraldas en bruto, fósiles, piezas arqueológicas, vasijas; así como fotografías antiguas, el radio de comunicación que utilizó el zar de las esmeraldas, Víctor Carranza; y el libro de la paz, el gran aporte del municipio a la paz de la región, entre otros”, señala Porras Montero.
De regreso, luego de una subida en una exigente pendiente, un aromático plato espera a los visitantes: se trata del sancocho y el pollo criollo asado preparados en horno de leña por los lugareños. De sobremesa: una refrescante limonada de aguapanela, elaborada con panela producida en la misma finca que alberga el parque ecoturístico. Para finalizar: exquisito café, originario de la región. Y la cereza del pastel: La foto del recuerdo con un fondo mágico rodeado de montañas, verde naturaleza, el azul del cielo, y los cerros guardianes del municipio.
Pero, sin duda, uno de los mayores atractivos y orgullo de los muceños, es el cerro ‘Paz, Dios ve todo’, un imponente mirador al que se llega luego de una ardua caminata hasta lo más alto de la montaña y que funge como testigo del tratado de paz que los distintos actores el conflicto de la ‘guerra verde’ firmaron en 1990 con el objetivo de frenar la fuerte ola de violencia que azotaba a la región; un acuerdo que para los lugareños es ejemplo de que la paz es posible, pues para ellos ha significado vivir en un lugar seguro, tranquilo, apacible, que abre sus puertas y su corazón a quienes quieran vivir una experiencia diferente y enriquecedora.