Más de 350 referencias de grabaciones editadas entre 1957 y 2022 por hombres y mujeres que han vivido dentro del territorio nacional integran la 'Discografía del Jazz Colombiano’, una galería virtual adelantada por Luis Daniel Vega.
Hace algo más de dos décadas los discos de jazz colombiano eran pocos y su existencia resultaba una novedad. A finales de los noventa, conseguir alguna de esas grabaciones era difícil: circulaban poco en las tiendas y, para un joven estudiante, adquirir un ejemplar era imposible. El primero que llegó a mis manos fue ‘Privilegio’ (1995), del pianista pastuso Edy Martínez. Me lo vendió a precio muy cómodo un viejo amigo de la universidad a quien, inexplicablemente, le dio por feriar su discoteca.
Han pasado 24 años desde aquella ocasión en la que escuché el épico arreglo del bolero “Obsesión” y la emoción continúa intacta. Fue también el inicio de una feliz manía que me ha ocupado desde entonces: recolectar los registros fonográficos de jazz con apellido local.
Con el pasar del tiempo he coleccionado cientos de esos discos que han sido parte esencial de mi oficio periodístico. Más allá de ello, ¿para qué sirven encerrados en una estantería? Salvo complacer la vanidad, nada substancial aportan allí guardados, me reproché. Quedé vacío al caer en la cuenta del sinsentido.
Durante un tiempo la pregunta me dio vueltas en la cabeza hasta que le oí a una persona afirmar, con sobrada vehemencia, que el jazz en Colombia no tenía historia discográfica. Curiosamente, en ese comentario estaba la respuesta a mi cuestionamiento y procedí, entonces, a exponer cada una de las grabaciones en una galería virtual que hace seis años titulé ‘Discografía del Jazz Colombiano’.
Recientemente la actualicé. Arrojó una sorprendente cifra: ¡más de 350 referencias de grabaciones editadas entre 1957 y 2022 por hombres y mujeres que han vivido dentro del territorio nacional! En aras de aportar algo más que la foto de la portada y una ficha técnica básica, se me reveló la idea de compartir mensualmente algunas curiosidades escondidas tras el susodicho sumario. Las tres que abren esta serie se desprenden del catálogo de Sonolux.
Fundada en 1949 por Rafael Acosta y Antonio Botero, Sonolux fue la empresa precursora de la industria fonográfica en Medellín. Uno de los capítulos más recordados en la historia del sello es la Orquesta Sonolux cuyo estreno se anunció en El Colombiano el 6 de enero de 1960: “Edmundo Arias, Luis Uribe Bueno y Juancho Vargas, son los tres maestros que dirigirán el extraordinario y gigantesco conjunto orquestal de Sonolux. Para los próximos días se anuncia inclusive el debut de esta grandiosa orquesta con numerosos elementos todos muy bien capacitados: Sonolux va a quedar así con una orquesta insuperable para sus grabaciones”.
Referente indiscutible de las ‘big bands’ medellinenses de los sesenta, La Orquesta Sonolux grabó a nombre propio varios discos a principios de la década. Aunque buena parte del repertorio estuvo dedicado al sonido tropical costeño y cubano, el colectivo también incursionó en el jazz. Prueba de ello es ‘HOY gran baile HOY’ (1962) donde aparecen, por ejemplo, ‘Saltando en rock’, ‘Solamente para Cocacolos’ y ‘Manhattan’, tres números vibrantes en los que abunda la improvisación sincopada. Para aquella excepcional sesión, la orquesta fue dirigida por el prestigioso músico catalán Don Roy, antiguo saxofonista de la Orquesta Sinfónica de Chile y ex-director artístico de la RCA Víctor.
Junto a León Cardona, Noel Petro, mejor conocido como El Burro Mocho, es considerado como uno de los pioneros de la guitarra eléctrica en el ámbito de la música tropical colombiana. A ritmo de pachanga cubana, ‘Azucena’ fue uno de los primeros éxitos bailables del requintista y cantautor cereteano que el sello Sonolux popularizó a finales de los años cincuenta.
Hacía 1965, en pleno auge continental de Herb Alpert y su Tijuana Brass, el pianista barranquillero Juancho Vargas –piedra angular de la prehistoria del jazz nacional- adaptó ese estilo de jazz ligero a canciones populares de Lucho Bermúdez, José Barros, Luis Carlos Meyer, Jorge Villamil y Noel Petro en el disco ‘Colombian brass’. En relación con la evolución estilística del jazz –que por esos años ya transitaba entre el cool y el free- esta pieza se revela anacrónica e ingenua; sin embargo, además de hacer parte crucial de nuestra escueta discografía, su particularidad, buen humor y osadía –¡no deja de resultar sorprendente que una pachanga se transforme en rock and roll y culmine en swing! - nos permiten vislumbrar parcialmente cómo ha sido el desarrollo del género en Colombia.
Nacido el 5 de julio en Titiribí, Jaime Llano González empezó a escribir su leyenda cuando, a principios de los cincuenta, le dio por interpretar músicas andinas colombianas bajo un formato inusual que incluía el órgano Hammond. Si bien toda su obra se caracteriza por el sonido etéreo y artificioso del instrumento, existe una escurridiza grabación en la que el músico antioqueño exhibe otra faceta.
Para situarnos en el contexto, al respaldo de ‘Jaime Llano González y su Orquesta’ (1964) -el disco en cuestión- aparece un exaltado texto de Gabriel Cuartas Franco, quien con tono altisonante subraya: «No cuentan para Jaime Llano González los años como músico capital de nuestro país que lo es y en grado sumo. Cuando muchos apenas iniciaban una trabajada ruta entre llaves y pentagramas, con su rumorosa frondosidad de notas, ya él había edificado un vasto renombre sobre el pedestal, -sólido y, a la vez, aéreo-, de los aplausos sin cese, demostrando como su juventud ardiente era la misma y ardida, la perenne juventud de la música de su patria. Y de ahí esa presencia suya desde un principio de su carrera en los más esquivos escenarios capitalinos y en los más exigentes programas de nuestra radio y televisión, de todos los cuales ha venido siendo figura estelar y torrencialmente aplaudida».
La referencia específica de Cuartas es a la emisora Nueva Granada donde González tuvo a su cargo la dirección de la orquesta. Con ella registró esta grabación de “música ligera”, cuyo amplio espectro incluye marchas teatrales, clásicos andinos y antillanos, merengue, blues y swing. Sorpresiva resulta ‘Trompeta en blues’, original del saxofonista mexicano Cuco Valtierra, que resuelve con ajustada nostalgia el célebre trompetista sandoneño Jorge ‘El Pote’ Mideros.