Por: Isaac Tacha Niño, director Señal Llanera
En el Llano, la tonada tipo es el joropo. De esta tonada tipo salen muchas formas musicales, que se tocan en la música llanera actual, pero me llama poderosamente la atención, la coincidencia musical de diferentes regiones colombianas, incluso, hermanadas con músicas de otros países. Muchas formas musicales de diversas zonas tienen la misma estructura musical y formato en la composición de sus micro frases, frases y macro frases, con diferencias identificables ciertamente, por el espíritu de interpretación.
Todas estas expresiones musicales están fuertemente marcadas por el carácter regional de los pobladores, el sentimiento campesino, que es una fuente aportante en la identidad local de cada región, las costumbres y usanzas, la organología heredada para cada zona y una gran carga de agentes influenciadores, que hacen que cada una tenga identidad propia y típica.
El fenómeno que origina las músicas emparentadas con la identidad regional está marcado por la herencia cultural de su origen. La herencia española, bastante diferenciada en cada una de sus provincias, lo cual influyó de acuerdo a los diversos asentamientos regionales en América. La influencia cultural más influyente fue la proveniente de la región andaluza.
Nuestros joropos antiguos, antes de la llegada del arpa a los conjuntos de música llanera, eran tocados con guitarras, tiples, requintos, bandolas andinas y algunas veces hasta guacharacas, en lugar de maracas. El investigador Guillermo Abadía (q.e.p.d.) me contaba sobre lo que escribió en el “Compendio del Folclor Colombiano”, que, en su temprana juventud, vio la música llanera acompañada de carraca de burro en fiestas llaneras.
De hecho, en mi casa, mi padre, José Benjamín Tacha (1923 – 1978), también músico, tenía este instrumento de percusión. Estos instrumentos le daban un sabor y un color musical que reflejaba más la cercanía musical y su parentesco con las músicas de los Santanderes, Boyacá, Cundinamarca, Tolima y Huila en su antiguo Tolima Grande. En esta línea, no se debe perder de vista algunas músicas de corte bambuco y merengue, tanto de la región Andina, como de las regiones costeras Pacífica y Caribe.
Este sabor se sentía muy propio, porque las poblaciones del piedemonte llanero, en la ruta de la Cordillera Oriental hacia el nororiente frontera con Venezuela, en su mayoría fueron asentamientos espontáneos de colonizadores provenientes de poblados establecidos en el interior de la cordillera, de ahí su herencia musical, cultural, agrícola e incluso, la tradición arquitectónica, reflejada en las viviendas antiguas de nuestros nacientes pueblos.
El término de “música guasca” se refería a las músicas populares, más que todo en Antioquia, pero se generalizó para referirse a las músicas campesinas. En Boyacá, por ejemplo, con ese término se identificaba a los joropos amerengados campesinos, hermanos de los joropos de piedemonte llanero, tocados con guitarras, tiples, requintos, maracas o guacharaca. Esta música estructurada, pero casi que indefinida en su denominación, recibió el bautismo por parte de un personaje muy importante en Colombia, ícono de Boyacá a quien la cultura nacional le debe tanto. Don Jorge Luis Velosa Ruiz, más conocido como Jorge Velosa, médico veterinario de la Universidad Nacional y espíritu creador de la carranga.
Creó el conjunto “Los Carrangueros de Ráquira”, con diseño organológico tomando del formato campesino, que interpretó sus propias composiciones con la expresión de la música campesina auténtica o “música guasca” como la llamaban, la hizo conocer allende sus hermosos paisajes boyacenses y por analogía con el nombre del grupo, la promocionó con el nombre de música carranguera. De tal manera que la historia de la música campesina boyacense se divide en antes de Jorge Velosa y después de Jorge Velosa.
De otra parte, debemos recordar los joropos compuestos por importantes compositores como Alejandro Wills Vargas, nacido en Bogotá en 1887 y fallecido en Girardot en 1943, quien aportó al cancionero nacional entre muchas otras, los joropos “Galerón Llanero”, “El Voluntario” y “Otro buchipluma”, de gran solvencia compositiva; o el caso de Anselmo Durán con su música del Sanjuanero Huilense y Sofía Gaitán Yanguas con dicha letra, compuesta la música en 1936 y la letra en 1938: “En mi tierra todo es gloria cuando se canta el joropo, cuando se canta el joropo y si es que se va a bailar, el mundo parece poco”, y así, otra buena cantidad de compositores ajenos a estas tierras que cantaron a la llanura.
Las músicas que podemos correlacionar en este concepto se refieren principalmente a las compuestas en estructura de tres por cuatro (¾), al parecer, porque es más fácil su interpretación. En esta relación, entre otras encontramos los pasajes y corridos llaneros. Los pasillos, pasillos fiesteros y torbellinos andinos, mientras que, por el otro lado, la gama de los bambucos andinos o joropos amerengados, los merengues propiamente dichos o aquellos de la misma línea, incluidos los atlanticenses o los currulaos del Pacífico.
Este tipo de merengues fueron inusuales en las músicas del tipo joropo de la región de piedemonte. Aún menos se presentó en la música sabanera llanera. Sin embargo, este tipo de música abambucada o amerengada, por llamarla de alguna manera, en estructura de seis por ocho (6/8), aparece en nuestro repertorio llanero con la forma del seis por derecho de pura importación venezolana.
En los primeros concursos del Torneo Internacional del Joropo en 1965 en Villavicencio, venían a competir los conjuntos venezolanos con arpa, cuatro y maracas y por Colombia, entraban a competencia los tríos de guitarra porque era como se interpretaba la música llanera, hasta que poco a poco, fueron apareciendo músicos que aprendieron, y aprendimos a tocar el arpa, cuatro y maracas para hacer frente a los competidores venezolanos; de ahí nació el choque cultural, porque los llaneros sabaneros que venían a fundar con joropos nuestros llanos de piedemonte, nos tildaban de guates.
Esto por dos razones fundamentales: 1, por haber nacido no en las sabanas del llano y 2, por la manera musical de interpretación golpeadita o “terroniadita”, producto del ancestro musical de cordillera. Este choque terminó cuando los “guates” logramos tocar mejor que los criollos. Pero todo ha sido procesos constructivos de nuestra amada cultura llanera.
De todas maneras…¡Que viva nuestro joropo, pariente!
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