Guías turísticos de Ciénaga fomentan el turismo para explorar su fascinante historia, naturaleza, cultura y gastronomía
Este bello territorio, con sus encantadoras calles empedradas y su rica diversidad de fauna y flora, evoca el romanticismo colonial y la esencia de Macondo y su realismo mágico.
En lo profundo del Caribe colombiano, donde el mar danza y las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta aún resguardan las memorias ancestrales de civilizaciones antiguas, se encuentra Ciénaga, el segundo municipio más grande del departamento del Magdalena (después de Santa Marta), se asienta a la orilla del mar, justo en el extremo nororiental de la Ciénaga Grande de Santa Marta.
Este bello territorio, con sus encantadoras calles empedradas y su rica diversidad de fauna y flora, evoca el romanticismo colonial y la esencia de Macondo y su realismo mágico, convirtiéndose en un destino turístico muy atractivo para nacionales y extranjeros.
La historia de Ciénaga, se remonta al año 1538, pero va mucho más allá de su fundación, adentrándose en tiempos anteriores a la llegada de los conquistadores. A lo largo de los siglos, este lugar ha sido conocido por diferentes nombres, como Aldea Grande y San Juan Bautista de Córdoba y ha sido destacado por su rica tradición cultural e histórica que está marcada por leyendas fascinantes, como la de la famosa Tomasita y el caimán ciénaguero, así como por la influencia de grandes artistas como Gabriel García Márquez, quien halló en este territorio la inspiración para muchas de sus obras, o el maestro Guillermo de Jesús Buitrago, reconocido por su gran legado y aporte a la cultura musical de nuestro país.
No obstante, Ciénaga ha atravesado episodios difíciles que han resonado en el ámbito nacional e internacional. El más significativo de ellos es la Masacre de las Bananeras en 1928, un doloroso recordatorio de la lucha por los derechos laborales, donde las fuerzas armadas abrieron fuego contra los trabajadores de la United Fruit Company, cobrando la vida de más de 3,000 personas.
Estos trágicos eventos, junto con los posteriores episodios de violencia relacionados con el conflicto armado en Colombia, han dejado una huella imborrable en la memoria colectiva y, en muchos casos, han contribuido a perpetuar una imagen negativa de la región. Sin embargo, también han forjado la resiliencia de su gente, que, al explorar su historia, tradiciones y cultura, lidera proyectos turísticos destinados a transformar esta narrativa. Así, buscan promover el reconocimiento de este hermoso territorio a través de aspectos que trascienden las secuelas de la violencia, permitiendo tanto a locales como a visitantes redescubrir la riqueza del departamento del Magdalena.
Bajo esta premisa, la Corporación Turismo de Ciénaga, una organización gremial de carácter privado y sin ánimo de lucro, lanzó la Agencia de Viajes Cienatour con el objetivo de revitalizar el turismo en la región.
“Queremos que nuestros visitantes no solo vean, sino que vivan la historia de este departamento a través de su cultura y tradiciones”, afirma Agustín Segundo Lara Algarín, presidente de Cienatour. Esta iniciativa que lidera junto a Lilibeth Polo Castañeda, vicepresidenta de la agencia, busca presentar el Magdalena como un destino mágico que combina historia, naturaleza y cultura, a través de un recorrido inmersivo, en el que los visitantes tienen la oportunidad de sumergirse en un viaje lleno de aventura, cultura, mitología y gastronomía imperdibles, explorando los puntos más emblemáticos de la región y promoviendo así el reconocimiento de su riqueza cultural.
Un recorrido a través de Macondo y su realismo Mágico
El recorrido comienza en Ciénaga, un municipio que, en su esplendor, fue uno de los puertos más importantes del Caribe. Su casco histórico, con calles empedradas y edificios republicanos como la Iglesia de San Juan Bautista y la enigmática Casa del Diablo, no solo ofrece un viaje al pasado, sino que también revela un presente lleno de vida y tradición. Este primer paso trasciende el simple vistazo turístico; es un regreso a las raíces que hacen de Ciénaga un lugar único, donde las tradiciones se conservan con esmero y las historias se narran con orgullo.
Desde Ciénaga, el viaje continúa hacia Aracataca, Magdalena, el pueblo que dio vida al Nobel de Literatura Gabriel García Márquez y su mítico Macondo. Al visitar Aracataca y recorrer sus calles, se puede disfrutar de la inmersión en el universo de este célebre autor. Un punto esencial del recorrido es La Casa Museo Gabriel García Márquez, donde no solo se descubre la vida del escritor, sino también cómo su visión del mundo se inspiró en estos paisajes y en las historias de su gente.
Estas narraciones entrelazan la ficción con la realidad de los pueblos caribes de la época, muchas de las cuales aún conservan su esencia a pesar del paso del tiempo. En cada rincón de Aracataca, la magia del realismo mágico cobra vida, fusionando leyendas con la realidad de manera cautivadora, dejando a los visitantes con un profundo aprecio por el legado literario y cultural que sigue resonando en la región.
Después de Aracataca, el recorrido continúa hacia Santa Marta, la ciudad más antigua de Colombia, donde el legado colonial convive con el presente. Aquí, los visitantes tienen la oportunidad de adentrarse en la historia al explorar la Quinta de San Pedro Alejandrino, el lugar donde falleció el libertador, Simón Bolívar; Además, de dar un paseo por la Catedral de Santa Marta, la primera catedral edificada en Latinoamérica, que guarda entre sus muros relatos de fe y resistencia que han perdurado a lo largo de los siglos.
Sin embargo, el recorrido no se limita solo a la historia; la naturaleza que envuelve estos lugares es igualmente imponente. Tras explorar Santa Marta, el viaje sigue hacia el Parque Nacional Natural Tayrona, donde la majestuosidad de la Sierra Nevada de Santa Marta, la montaña costera más alta del mundo, recibe a los visitantes.
Las playas de arena blanca y las aguas cristalinas son solo el comienzo de una experiencia más profunda, debido a que el itinerario brinda a los turistas la oportunidad de convivir con las comunidades indígenas Kogui y Arhuaca. Estas comunidades, que han protegido estas tierras por siglos, comparten con los viajeros su cosmovisión y su relación sagrada con la naturaleza.
Este encuentro no solo permite conocer su cultura ancestral, sino también aprender valiosas lecciones sobre el respeto y cuidado del medio ambiente. “No es solo una caminata por la selva”, dice Lara, “es una inmersión en la sabiduría de los pueblos originarios, que nos enseñan a comprender nuestro lugar en el mundo y la importancia de cuidar lo que nos rodea”.
Después de explorar la majestuosidad del Tayrona, el recorrido se adentra en un escenario completamente distinto, pero igual de cautivador: la Ciénaga Grande de Santa Marta. Aquí, los viajeros surcan sus serenos canales, sumergiéndose en un paisaje donde el agua, la flora y la fauna convergen en una danza natural única. Los pueblos palafíticos, con sus casas suspendidas sobre las aguas, cuentan la historia de una vida moldeada por el entorno. “Es un lugar de simplicidad, pero lleno de historias desconocidas para la mayoría”, señala Agustín Lara.
Este tramo del viaje ofrece una inmersión en la cotidianidad de comunidades que han hecho del agua su hogar, revelando una relación íntima entre el ser humano y su entorno natural, lejos del bullicio de las ciudades.
El recorrido llega a su punto final en el Cementerio San Miguel, nuevamente en Ciénaga, un lugar cargado de significado histórico donde reposan los mártires de la Masacre de las Bananeras. Este espacio trasciende su función como simple lugar de descanso, actuando como un poderoso recordatorio de los eventos que han moldeado la historia de la región.
Aquí, la memoria colectiva se mantiene viva, invitando a los visitantes a reflexionar sobre el pasado y a honrar el coraje de aquellos que lucharon por un futuro mejor. Se convierte en un lugar de duelo y resistencia, esencial para comprender la identidad del Magdalena y para reconocer la importancia de avanzar en la construcción de una cultura de paz.
Uno de los elementos clave de este recorrido es la gastronomía local, que se presenta como un pilar fundamental de la experiencia. A través de un desayuno típico, como el mote de guineo, conocido popularmente como Cayeye, los visitantes no solo saborean los sabores auténticos de la región, sino que también se sumergen en las historias que han dado forma a estos platos.
Sabores tradicionales como el sancocho de pescado, las carimañolas y las arepas de huevo narran, en cada bocado, un fragmento de la rica historia del Magdalena. “La comida también narra quiénes somos”, explica Lara. “Es el sabor de nuestras vivencias y de una región que ha sabido fusionar el pasado y el presente en cada uno de sus platos”.
Para Agustín Lara, lo que distingue a la Agencia de Viajes Cienatour es su firme compromiso con el turismo responsable y sostenible. Trabajando en estrecha colaboración con las comunidades locales, los hoteles y el comercio, se asegura de que el impacto positivo del turismo se sienta en cada rincón del Magdalena. “No solo queremos que nuestros visitantes se lleven una foto bonita”, afirma Lara. “Queremos que se lleven un pedazo del alma de este lugar, que comprendan que lo que ven hoy es el resultado de siglos de lucha, cultura y una profunda conexión con la tierra”.
A medida que recorremos los paisajes y la historia del Magdalena, descubrimos que no solo estamos ante un destino turístico, sino ante el latir profundo de una región que ha superado innumerables desafíos y se levanta cada día con la esperanza de un futuro prometedor.
La riqueza cultural, las tradiciones locales y la sabiduría de sus comunidades nos ofrecen una mirada al alma del departamento, revelando su esencia de manera profunda y duradera. La majestuosa Sierra Nevada y las aguas de la ciénaga nos recuerdan el reflejo de una vida vibrante y resiliente, testimonio de la fortaleza y el espíritu de su gente en este territorio.