Foto: En los collares de mostacilla predominan cálidas tonalidades
Juan Miguel Narváez Eraso
“Las doradas nubes que después de las cinco de la tarde se concentran a orillas del río Putumayo y entre las frondosas ramas del gigantesco árbol de la Ceiba, insigne símbolo de Puerto Leguízamo, son paradisíacas imágenes que se disfrutan en la Amazonía colombiana, y que a la vez se inmortalizan en las hermosas obras de arte que elaboran los internos de la cárcel Las Mercedes”, dijo la vocera cívica Alicia Ortiz, tras subrayar que tras las rejas ellos buscan una segunda oportunidad para contribuir a la edificación de la paz.
Para Alicia, la transformación de la tradicional mostacilla en pulseras y collares, cuyas cálidas y frías tonalidades se mezclan en geométricas figuras que en su conjunto representan tortugas, dantas, monos, loros, entre otras silvestres especies que habitan en el bajo Putumayo, es una buena manera que tienen los privados de la libertad para reconciliarse con la vida y la sociedad.
“Aquella tarde cuando caminaba por la vía principal que conduce a la cárcel y al parque Los Héroes de Puerto Leguízamo, quede extasiada al observar que en la puerta principal de la cárcel Las Mercedes reposaba un sinnúmero de coloridas y llamativas pulseras y collares”, expresó Ortíz.
Además, subrayó que esa era la primera vez que miraba desde la calle tanto derroche de arte y color en Puerto Leguízamo, y que jamás se imaginó que esas magníficas obras eran elaboradas por jóvenes y adultos que, por diferentes circunstancias de la vida, están privados de la libertad.
“Sin embargo en cada artículo de bisutería se alcanza a comprender esa sensibilidad que llevan en su interior. Sus buenos sentimientos se reflejan en las rojas rosas de las pulseras y en las amarillas margaritas de los aretes que lucen las putumayenses. Así mismo es un encanto observar aquellos collares en los que sobresalen imponentes rostros de felinos y la dulzura de las guacamayas”, manifestó.
Para Alicia, las bellas artes contribuyen a mejorar la situación emocional de aquellos hombres y mujeres que, desde las celdas, diariamente le apuestan a la convivencia y a la transformación social para la edificación de la paz.
“Cuando me enteré que el par de manillas que adquirí habían sido elaboradas por las talentosas manos de seres humanos que en este momento están tras las rejas, quedé sorprendida pues jamás en mi vida había observado esa fusión de colores y símbolos que juntos forman espectaculares figuras”, expresó.
“Tejidos telaraña y de girasol”
Fernando Villadiego, uno de los internos que en la cárcel Las Mercedes de Puerto Leguízamo está convencido de que el arte es el mejor camino para la conversión de la sociedad, asegura que la unión de cada pepita de la tradicional mostacilla checa, le facilita tejer sobre el nylon las banderas de sus equipos preferidos de fútbol y, por supuesto, de cada entorno natural que rodea al sur de Colombia.
“Para que cada pepita quede bien unida y me permita obtener las figuras que necesito, es importante tener en cuenta la técnica a utilizar. Por ejemplo, los tejidos de telaraña o de girasol me permiten obtener firmeza entre la fibra y la mostacilla, los cuales al integrarse me facilitan expresar fantásticas tradiciones que identifican a la región como el Yagé”, expresó.
Asegura que, así como cada imagen tiene un significado, precisa que los colores que predominan en sus obras también reflejan la identidad de la región. Por eso asegura que el verde representa la inmensidad de los bosques amazónicos, el amarillo los esplendorosos atardeceres, el rojo la pasión de los leguizameños y el negro la fertilidad de las chagras.
Aunque afirma que entrelazar cada pepa de mostacilla requiere paciencia, subraya que la bisutería es su pasión. La venta de cada pulsera y collar le representa un mínimo ingreso económico para su sostenimiento y el de sus allegados. Aunque desconoce la cantidad de los elementos que ha elaborado hasta la fecha, cuenta que, para tejer una manilla tarda entre tres y cuatro horas, mientras que en un collar invierte entre uno y tres días.
“Todo depende de la complejidad de la figura a diseñar. En el color y en el terminado está el secreto para gustar, por eso a la semana vendo entre 5 y 10 manillas, y al mes entre 4 y 5 collares”, explicó.
Leonel Serrano, otro líder comunitario de Puerto Leguízamo, destacó las habilidades artísticas de los internos y, para afianzar su potencial creativo, sostuvo que es indispensable apoyarlos con la donación de material.
“Ellos también son seres humanos y no se les debe negar la oportunidad de trabajar para que a través de la cultura demuestren su amor por la vida, la paz y la libertad”, expresó.
Añadió que esa labor artística que emprenden los internos se debe complementar con otras actividades culturales para que demuestren sus habilidades y no sean estigmatizados.