“En el departamento hay un alto déficit de agua y una de las causas de la situación son las pocas lluvias que caen al año, además de la falta de conservación y cuidado de humedales”. Con esa frase, la asesora de la Corporación Autónoma Regional del Atlántico, CRA, Ayari Rojano, nos describe el panorama.
Agrega que el Atlántico “es altamente deficitario en aguas porque lo que llueve no alcanza a ser almacenado en los humedales. Nuestro balance hídrico, en general, es cero durante 11, de los 12 meses”.
Rojano indica que los humedales - definidos como ecosistemas productivos y protegidos por ser estratégicos-, ayudan a regular inundaciones, sequías y son hogar de muchas especies que alberga biodiversidad. Pero, parece que no se les está dando el valor que merecen.
“Nosotros estaríamos perdidos sin el río Magdalena y el Canal del Dique, que son esas dos importantes fuentes de agua que permiten brindar y tener disponibilidad de agua para el consumo humano. Tenemos una gran bendición porque somos un departamento anfibio. Porque tenemos, además, al norte el mar Caribe”, manifiesta.
La bióloga Ayari Rojano aclara que los humedales en esta época seca comienzan a reducir su cuerpo de agua, su tamaño, pero esto también es importante porque permite que algunas especies vivan su momento de anidación, como las iguanas, las hicoteas, entre otras. Además, los pulsos de inundación y sequía, permite también los ciclos migratorios en los peces.
Humedales, una dolorosa pérdida ambiental
Históricamente, el sur del Atlántico tenía 400 mil hectáreas de humedales, las mismas que, como se recordará, fueron las que se inundaron en el 2010 durante el fenómeno de La Niña de ese año, que dejó más de 57 mil personas, de siete municipios (Santa Lucía, Manatí, Suan, Campo De La Cruz, Candelaria, Repelón, Sabanalarga) con sus corregimientos y veredas damnificadas.
Rojano sostiene que esa área corresponde a humedales que hacían parte del delta del Magdalena y que fueron desecados para ganadería y agricultura.
“Inicialmente eso fue una gran pérdida. A raíz de todo eso, se perdió conectividad e hizo que desaparecieran ciénagas como la de Sábalo, Flecha, Sanaguare, que han perdido su funcionalidad por no tener una fuente permanente de agua. Es un dolor para nosotros muy grande porque somos un departamento de una condición deficitaria de agua”, expresa la bióloga.
En la actualidad, nos comenta, el Atlántico solo cuenta con 21 mil hectáreas de humedales, de las cuales 14 mil las tiene el Embalse de El Guajaro, ubicado entre los municipios de Repelón, Manatí y Sabanalarga (centro y sur del departamento). La Ciénaga de Mallorquín con 800 hectáreas (ubicada en el norte de Barranquilla, en la margen izquierda de la desembocadura del río Magdalena). Le siguen las lagunas de Tocagua, en el corregimiento del mismo nombre y de Luruaco; la Ciénaga el Uvero, en el municipio de Ponedera, en el oriente del Atlántico. Continuamos con la Ciénaga Convento, en Sabanagrande; las Ciénagas Luisa y Larga, Paraíso, en Palmar de Varela y la de Santo Tomás. A estas sumamos, la de Bahía y la Grande de Malambo, en el municipio del mismo nombre. En otras palabras, estamos hablando de unos 17 humedales y el río Magdalena, el Canal del Dique y el mar Caribe.
“Existen humedales que simplemente dependen de que llueva en esa zona” y debemos tener presente que en el Atlántico las zonas donde llueve mucho son Sabanalarga, Repelón, pero no es lo mismo en Barranquilla, Tubará o Puerto Colombia, donde no llueve constantemente, entre otros lugares. Garantizar la permanencia de los servicios ecosistémicos que prestan los humedales cada vez es más difícil porque tenemos dos épocas muy marcadas, extrema sequía y extrema lluvia, esas son las dos condiciones durante un año”, subraya Rojano.
La gran pérdida de hectáreas de humedales, contada por la bióloga, no ha sido suficiente. Estos cuerpos de agua siguen bajo amenaza y se generaliza en el país.
Humedales en Colombia
La mayor amenaza de los humedales en el mundo es la desecación de estos ecosistemas, por la frontera agropecuaria, porque los ve como un obstáculo y no como el potencial que tienen para proveer agua a los sistemas de riego, y generalmente son desecados, transformados o rellenados, nos dice Saulo Usma, coordinador en Colombia del Programa de Agua Dulce del Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF, (en inglés: World Wide Fund for Nature).
“Hay una agricultura que no es sostenible, que gana terrenos acosta de los humedales, no aprovecha la fuente acuática que va a requerir en sus sistemas de riego. La contaminación que estamos haciendo los ciudadanos también es un factor de alto riesgo. Nuestro río Magdalena, el río Cauca, en cuya cuenca estamos cerca del 80 por ciento de todos los colombianos, no le hemos dado el lugar que corresponde a esas fuentes de agua”, sostiene Usma.
El biólogo Saulo expresa que, si los ciudadanos fueran un poco más conscientes de la dependencia que tenemos de los humedales, sería un orgullo competir por la ciudad que tiene el río más saludable.
“Imaginen ustedes poder hacer la travesía de ciudades como Medellín, Bogotá y Cali, a través de sus ríos tutelares. Que la gente pueda tener esparcimiento en esas fuentes de agua que son de la ciudad. Pero, para uno hoy es inimaginable acercarse a uno de esos ríos, con un vaso, sacar agua y beberla, Al rechazar esa idea, nos damos cuenta de cuál ha sido nuestra responsabilidad en afectar la calidad de las aguas de esos ríos”, señala.
Agrega que casi todos los humedales en nuestras grandes ciudades han sido eliminados y eso explica fenómenos como los famosos arroyos de Barranquilla, que posiblemente sean cauces antiguos de quebradas que fueron pavimentadas y urbanizadas con el tiempo.
“El agua tiene memoria y cuando hay exceso, debido a la lluvia, recuerda el camino que debe seguir. Si en ese camino encuentra personas, casas, carros, no es culpa del agua seguir su camino”, anota Usma.
El especialista de WWF Colombia señala que hay una transformación “bastante grande” de nuestros humedales que los está haciendo desaparecer.
“Los colombianos debemos responsabilizarnos de verter las aguas a nuestros principales ríos. Cali, Medellín, Bogotá, que tienen una baja salud ecológica que afectan a toda la biodiversidad. A eso se suma que, en humedales de la Orinoquía, en la Amazonía, vemos que hay un sobreuso de los recursos naturales que mantienen. Hoy en día también comenzamos a ver contaminación por la actividad minera y el uso excesivo de mercurio, en la minería de oro. Cada vez tenemos menos humedales”, afirma.
¿Qué se pierde cuando desaparecen los humedales?
Saulo Usma expresa que el mundo está lleno de lecciones sobre qué pasa cuando desaparecen los humedales.
“La civilización por grande que sea desaparece, porque dependemos del agua. Nosotros no podemos comer oro, ni petróleo, ni un desierto. Cuando desaparece un humedal, también desaparecen las personas. Recordemos que la aparición de la civilización se da gracias a los humedales. Si la civilización empezó en Mesopotamia, recuerde que Mesos significa medio o entre; potamos, ríos, llama la atención a este valle que había entre los ríos Tigris y Éufrates”, manifiesta.
Y adiciona que la civilización nace gracias a un proceso ecológico que ahora es considerado como catastrófico para nosotros, como son las inundaciones.
“Las inundaciones eran las que permitían fertilizar los suelos. Al llegar el verano, retirarse las aguas, esos suelos quedaban muy propensos para la agricultura, generando prosperidad agrícola. Esas civilizaciones nos muestran que cuando desaparecen los ríos, cuando llegan épocas de sequías extremas, la gente tiene que desplazarse, porque si no hay agua, no hay vida”, puntualiza el biólogo con maestría en recursos naturales.
Soluciones
En el departamento del Atlántico se adelanta un programa de jagueyes o reservorios de agua, para garantizar el líquido que se requiere en los proyectos dirigidos a los pequeños agricultores y ganaderos. El secretario de Desarrollo, Miguel Vergara, señala que en un 70 por ciento avanzan las obras y que se espera estén terminadas antes de que inicien las lluvias del mes de abril.
“Se busca que los beneficiaros puedan recolectar esas aguas, aprovechando la época de lluvias, para poder aguantar los 3 meses siguientes de sequía y así, cuando vuelva a llover, poder tener otra vez agua y contar con unos 8 meses del líquido, para que sus parcelas, su ganado, no sufra de falta de agua”, explica Vergara.
Sostiene que cuando hay un mayor sufrimiento de los campesinos es la época entre diciembre y marzo que no llueve. Y también viven la misma situación entre mayo, junio, incluso una parte hasta de agosto.
“La idea es que recojan agua durante las temporadas de lluvia, para que aguanten más los embates de la sequía, que siempre nos han llegado, siempre nos seguirán llegando, porque el departamento del Atlántico siempre ha tenido un déficit de agua, porque solamente llueve alrededor de 800 mm al año”, afirma el secretario de Desarrollo.
La inversión en este programa son mil 500 millones de pesos, recursos propios del presupuesto gubernamental del Atlántico para lograr 534 jagueyes, que se espera que estén listos antes de que finalice abril de 2022.
Finalmente, para el experto de la WWF, Saulo Usma, es el momento de que todos seamos parte de la solución y no del problema. Hay un momento para la conciencia que hemos adquirido, ahora es de la acción. Tenemos responsabilidades como seres humanos, seres sociales e incluso, como seres políticos.
“Se incrementa la conciencia cuando las personas, el mismo interés que tienen por el agua cuando abren la llave, llega a sus vasos, si tuviéramos la misma conciencia con el agua que sale de nuestros grifos, ¿qué pasa, a dónde va esa agua? Sería un gran paso”, indica.
Precisa que si somos compradores responsables, si nos interesarnos de dónde vienen las materias primas y de dónde viene el agua que tomamos, eso nos hace responsables. Cuando tenemos esa información, dictamos al mercado qué queremos consumir, en términos de qué se está produciendo de una manera ecológicamente, más sostenible.
El biólogo Usma considera que, sumado a las campañas de disminuir contaminación, separar basuras, utilizar y reutilizar, son acciones para tener cada día un ambiente mejor, de responsabilidad con el planeta.
“Cuando nos proponemos tomar acción, transformamos nuestro mundo. El planeta enfrenta graves problemas, amenazas. Estamos en época de pandemia que nos acerca al vínculo espiritual con la naturaleza que, casi nos está diciendo, si la naturaleza se enferma, nos va a enfermar a nosotros también”, puntualiza.