Yohomar Navarro Cujia y Humberto Carrillo Mindiola
A más de 1.200 metros de altura en la Sierra Nevada de Santa Marta, norte del departamento del Cesar, agricultores están produciendo café orgánico que exportan al continente europeo, y que con la tecnificación de los procesos de siembra, se ha convertido en el principal sustento de esta población.
Para el cultivador perteneciente a la etnia arhuaca, Apolinar Izquierdo Torres, se trata de un café amigable con el medio ambiente por la no utilización de productos de origen químico. “Es un cultivo social porque genera mucha mano de obra, empleo, aportando a la solución de uno de los principales problemas del país”, asegura.
Durante la siembra, el cuidado del cultivo y la recolección del grano, participan varios miembros de las familias pueblobellanas. En este municipio de 30 mil habitantes, existen pocas oportunidades laborales, pero predomina el cultivo del café y otros productos de pancoger.
Gustavo Andrés Vargas Clavijo, representante de la Asociación de Campesinos Cafeteros de la Sierra Nevada de Santa Marta, que tiene agremiados 34 productores, considera que “estar asociados nos ha permitido conocer nuestras historias de vida y contribuir al fortalecimiento de la economía, debido a que el café aporta el 85% del Producto Interno Bruto del municipio”.
William Ardila, habitante de la vereda Costa Rica, está dedicado hace 37 años a la siembra de café especial. “No es una tarea fácil porque debemos cumplir con bastantes requisitos, pero es una labor que nos trae no solo beneficios económicos sino satisfacción por la contribución con el medio ambiente”, manifiesta.
Caficultores sobrevivientes del conflicto armado
A Pueblo Bello se le denomina 'capital del pueblo Arhuaco', aunque allí convergen los otros tres pueblos ancestrales de la Sierra: Wiwas, Koguis y Kankuamos; está ubicado a 56 kilómetros de Valledupar y se caracteriza por la amabilidad y resiliencia de su gente, muchos de los cuales llegaron al municipio en condición de víctimas de la violencia y el desplazamiento.
En la espesura de las montañas, campesinos provenientes en su mayoría del departamento de Santander, abrieron caminos y sobrevivieron a la violencia. Hoy afirman que cultivan un producto que contribuye a la paz y que con su sabor, aroma y notas frutales, identifica la caficultura colombiana. Son unas 2.000 fincas cafeteras a cargo de igual número de familias.
Rosendo Chica, quien fue desplazado por los grupos armados al margen de la ley, duró más de 10 años por fuera de la finca propiedad de su padre antioqueño en los años 60, hasta que se dio la desmovilización de los paramilitares y pudo regresar a su predio. Hoy tiene 330.000 plantas de café en producción. “Los caficultores del país aportamos granos significativos, cultivados con nuestras manos, a la paz”, dice.
La comunidad de Pueblo Bello tiene una indiscutible vocación agropecuaria. “El municipio ocupa el primer lugar en producción de café orgánico en la región Caribe, además de impulsar la económica a través de la generación de empleos”, explica el alcalde Danilo Duque Barón.
La Asociación de Mujeres Productoras de Café Valledupar, ASMUYCAVA, cuenta con 36 mujeres emprendedoras, decididas y valientes como Elcida Torres. “Con el café nos hemos reivindicado. En el campo hay esperanza de un vivir mejor para las familias y los jóvenes”, expresa tomando un tinto caliente.
Estas mujeres le apuestan a la calidad con un factor de rendimiento sobre el 80% con cafés diferenciados en tazas, con atributos de chocolate y una acidez media.
Café especial en armonía con el medio ambiente
En Pueblo Bello se produce café 100% orgánico, según la altura y los pisos térmicos. La mayoría a 1.200 metros sobre el nivel del mar. Esta caficultura cumple un papel fundamental en la protección de los ecosistemas estratégicos para región.
Según reportes de organizaciones ambientalistas, en el área de la Sierra Nevada se puede encontrar cerca del 30% de la fauna vertebrada del territorio nacional. Esto teniendo en cuenta que Colombia es el primer país con mayor diversidad de aves en el mundo y en la Sierra Nevada de Santa Marta se encuentra el 36% de ellas.
También resaltan que la Sierra Nevada de Santa Marta es la primera fábrica de agua en la región Caribe, es un patrimonio natural para el país por la producción hídrica, regulación del clima, sumidero de carbono y mantenimiento de la fauna y flora.
Estas montañas y sus cultivos de café son sagrados para los campesinos, aseguran que por estar cerca de maderables y frutales, su café tiene aromas especiales y hace un aporte importante a la conservación de la biodiversidad.
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