Si bien Colombia ha logrado avanzar en la implementación de políticas, planes, programas y estrategias para detener la pérdida de los bosques en el territorio nacional, aún el país tiene asignaturas pendientes para garantizar la protección y conservación forestal, y así contribuir a frenar la crisis ambiental que enfrenta el mundo, en gran medida debido al cambio climático.
Alcanzar la meta propuesta por el país de lograr cero deforestación para el año 2030 requiere prestar particular atención a amenazas que demandan acciones urgentes como la ganadería extensiva, los incendios forestales, los cultivos ilegales, la tala ilícita, el acaparamiento de tierras, la corrupción, y fenómenos naturales como las sequías extremas, entre otros.
“El tema más complejo que considero es la ganadería, un asunto difícil de tratar en el país porque si bien la ganadería ha hecho un trabajo importante, las reses pastan en áreas protegidas, en zonas de reserva. De otro lado, están la minería ilegal, principalmente la de oro, causante de daños casi irreversibles; la colonización, un fenómeno histórico en Colombia; temas de desplazamiento; y las áreas que han sido tomadas para cultivos ilícitos. Pero sin duda, la deforestación más alta en Colombia es por la ganadería”, señala Clara Santafé, directora del programa de Biología de la Universidad El Bosque.
Y es que de acuerdo con información del Ideam, Colombia pierde desde 2015 anualmente, en promedio, cerca de 170 mil hectáreas de bosque, siendo la Amazonía, la región más afectada. Según reporta el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, esta zona perdió 54.460 hectáreas durante los primeros 6 meses de 2022, un aumento del 11% con respecto al 2021.
Cifras que evidencian que el camino aún es largo y sinuoso, pues como lo indica la profesional, asuntos como la aplicación de las leyes en el país aún está rezagada, “por lo que sería fundamental trabajar en la aplicación de estrategias de apropiación del conocimiento con las comunidades, donde todos los sistemas de valor se hicieran efectivos y eficientes, donde, la gestión de recursos naturales fuera real, y hubiera un apoyo más asertivo de la autoridad ambiental; así mismo, que desde la academia nos sigamos vinculando, no solo impartiendo conocimiento sino trabajando con las comunidades en proyectos productivos de gran valor y que a su vez conservan el recurso”.
Importancia de los bosques
¿Y por qué cuidar los bosques reviste tan especial interés para Colombia y el mundo? Que el cuidado y preservación de los bosques sea un tema de agenda nacional e internacional se fundamenta en varios aspectos:
- Cerca del 52% del territorio nacional está cubierto por bosques naturales, es decir, casi 60 millones de hectáreas, las cuales, además de conservar alta biodiversidad, brindan oportunidades de generación de bienes y servicios a las comunidades a su alrededor y que dependen de ellos.
- Regulan el ciclo del agua, recogiendo y almacenando agua, ayudan a evitar las inundaciones.
- Protegen los suelos ayudando a controlar la erosión, evitando derrumbes y deslizamientos.
- Contribuyen a reducir la contaminación por gases de efecto invernadero, como el CO2. Se señala por ejemplo, que la selva amazónica produce el 20% del oxígeno total del planeta.
- Ayudan a regular el clima y la temperatura.
- Son el hábitat de una rica biodiversidad y miles de especies de plantas, aves, mamíferos, reptiles y anfibios.
-Son la fuente de recursos y alimento para las comunidades que los habitan. Según el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, de los bosques dependen directamente más de 1.600 millones de personas en el mundo.
“De los árboles y los bosques depende la calidad de vida y los indicadores de salud pública de cualquier comunidad, de ellos dependen el agua, la calidad del aire, la calidad paisajística, bajar los niveles de estrés, es simplemente, calidad de vida”, apunta directora del programa de Biología de la Universidad El Bosque.
¿Qué hacer?
De acuerdo con El Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF, Colombia requiere:
- Desarrollar estrategias integrales en los territorios con acciones de tipo preventivo, correctivo y educativo más que de carácter coercitivo que permitan abordar los motores directos e indirectos para lograr reducir o, en el mejor de los escenarios, detener la tasa de deforestación en el país.
- Fortalecer los procesos de planificación y ordenamiento territorial, pues más de la mitad del territorio nacional son bosques y, de ellos, el 34% (cerca de 37 millones de hectáreas) confluye con resguardos indígenas y tierras colectivas de comunidades afrodescendientes, quienes, junto con los pequeños productores campesinos, juegan un rol fundamental para la conservación de la naturaleza.
- Hacer los bosques rentables de manera sostenible. Erróneamente son vistos como ecosistemas que no generan una retribución económica, visión que termina justificando la deforestación para dar paso a otros sistemas productivos. El aprovechamiento forestal sostenible sí es posible, pero las comunidades que le apuestan a esta forma de vida todavía enfrentan muchas barreras que van desde las dificultades para sacar la madera de sus territorios hasta los dispendiosos trámites que se requieren para acceder a los permisos de aprovechamiento.
- Frenar la apropiación de tierras, que consiste en la ocupación ilegal de tierras con restricciones de ordenamiento territorial y procesos de titulación, como las reservas forestales protegidas, los parques nacionales y las reservas indígenas de Colombia para fines productivos como la ganadería o la actividad agrícola.
- Asegurar la participación real, activa y efectiva de los pueblos indígenas y comunidades locales en la conservación de la región.
- Poner en marcha una política pública que garantice el acceso y la propiedad de la tierra de las comunidades locales y campesinas, y proteger y asegurar los derechos territoriales de los pueblos indígenas de esta región.
Para la asociación público-privada Tropical Forest Alliance (TFA), cuyo principal objetivo es ayudar a reducir la deforestación en las cadenas de suministro, en Colombia “siguen faltando datos coherentes sobre deforestación, en particular en niveles subnacionales, lo que hace que la trazabilidad sea fundamental. Una mayor inversión en transparencia y mejoras en los marcos de colaboración de datos será un factor decisivo”, señalan.
También, agregan, es necesario establecer un sistema de información único, seguro y fácil de usar, puesto que aún falta coordinación entre las directrices mundiales y nacionales y las realidades locales en materia de ordenación territorial medioambiental.
Así mismo, tiene especial importancia conseguir una gobernanza que llegue a los proveedores indirectos y a los pequeños propietarios y los incluya en cadenas de suministro sostenibles, fomentando al mismo tiempo el desarrollo ecológico, social y económico local.
De igual forma, buscar la eficacia de las políticas de créditos rurales para apoyar en asistencia técnica e innovación, así como invertir en infraestructuras públicas para la producción de los pequeños agricultores; además de brindar mayor apoyo, aunque sea más caro, para los pequeños agricultores.
“Los proyectos tienen que tener dos bases fundamentales: financiación y la incorporación de las comunidades, pero de manera real. Proyectos donde los dineros que se consiguen de verdad llegan a donde deben llegar y donde sean realizados conjuntamente por investigadores, sector público y comunidad, la viabilidad es altísima”, dice Clara Santafé.
Pero además, recalca, que los ciudadanos entiendan que la política pública es de todos y para todos, “y que lo que pasa en Guaviare afecta a Bogotá, que lo que pasa en Amazonas afecta al Valle. Es importante tener presente que cualquier afectación en un país tan biodiverso como el nuestro tarde o temprano nos afecta a todos”.