Cuba: viejos y nuevos factores que explican la crisis social
Las marchas y protestas que tuvieron lugar simultáneamente en Cuba el domingo 11 de julio y días subsiguientes se explican por viejos y nuevos factores que confluyeron en una situación de “tormenta perfecta”, según Ted Henken, profesor de sociología y estudios latinoamericanos, en declaraciones al programa ‘El mundo es un pañuelo’ de Radio Nacional de Colombia.
Al factor fundamental e histórico que es la falta de libertades políticas y derechos civiles, se suman la crisis sanitaria por el Covid-19, el acceso masivo a Internet, la consolidación de grupos de periodistas independientes, y el impacto de las restricciones migratorias en Estados Unidos que les impiden a los cubanos ingresar como refugiados.
Para Henken, autor de ‘Cuba Empresarial’ (2020) y ‘La Revolución Digital Cubana (2021), “lo que ha ocurrido en una conjunción de factores que llevaron a Cuba a la situación de tormenta perfecta, cuya más reciente expresión es lo que vimos el domingo 11 de julio y días subsiguientes”.
El pasado
La base de la crisis es la persistencia del control político por un partido único durante más de sesenta años y, en consecuencia, el estrecho margen para el ejercicio de libertades políticas y derechos civiles que en muchos países se consideran universales; por ejemplo, el derecho de reunión, la libertad de expresión y el derecho de asociación.
“Es cierto que en Cuba hay logros importantes en derechos sociales, en la provisión de seguridad y el control a la criminalidad, pero esos logros tienen dos problemas. El primero es que se ha normalizado el precio del sacrificio de derechos políticos y económicos. El segundo problema es que los derechos sociales ya no son tan importantes como antes de la actual crisis económica. Hay que recordar que lo más oído en las calles cubanas en los últimos días ha sido: “libertad, Patria, vida” y “ya no tenemos miedo”.
Henken considera relevante que quienes salieron hace 15 días a las calles hayan sido “personas del pueblo” y no solo grupúsculos opositores o de “mercenarios”, como los calificó el presidente Miguel Díaz-Canel. “Esta vez fue muy distinto el sentido, fue una protesta amplia de sectores y geografías diversas”.
Adicionalmente, hay que tomar en cuenta la situación sanitaria que está viviendo Cuba por cuenta del Covid-19. La pandemia estuvo bajo control durante un buen tiempo –casi un año—pero desde hace tres meses el gobierno perdió el control, quizá por la aparición de nuevas variantes del virus, y quizás también por la necesidad de abrir las fronteras, dado que Cuba vive del turismo internacional.
Internet y el presente
Hasta diciembre de 2018, Cuba disponía de una precaria conexión a Internet y los cubanos no disponían del servicio en sus celulares mediante datos móviles; pero, desde enero de 2019, se conectan desde sus teléfonos celulares y pueden usar Internet donde quieran y cuando quieran, incluso para transmitir sucesos en vivo.
“Ese cambio ha sido un terremoto político, social y tecnológico en Cuba, aunque la gran mayoría de los cubanos usan internet para tratar asuntos familiares, buscar productos e información. Ahora son los cubanos, no los extranjeros, los principales consumidores de noticias y usuarios de aplicaciones como WhatsApp, Facebook, Messenger y la mensajería de texto. Mediante estas aplicaciones comparten información privada, graban y transmiten después o en vivo las actividades que ocurren en las calles”.
A la difusión de esos acontecimientos por parte de “gente del pueblo” se suma la que realizan periodistas individualmente o grupos de periodistas independientes que se han venido consolidando en los últimos años. En las últimas manifestaciones “la calle haya sido de los cubanos, de todos los cubanos” y no solo de los revolucionarios como dijeron el presidente Díaz-Canel y otros funcionarios gubernamentales.
Subraya Henken que para contrarrestar la protestas el gobierno optó por atacar a los manifestantes pacíficos y cortar Internet porque la percibe como plataforma para transmitir el “virus de la disidencia”, no tanto política sino ciudadana y, en todo caso, más amplia que la tradicional disidencia política.
“Yo diría que esto marca un antes y un después frente al pacto social que ha existido en Cuba durante tanto tiempo”.
Economía centralizada y remesas
Juegan también dos factores que, aunque no son nuevos, sí tienen novedades importantes. Uno es que cuando Barack Obama dejó la Presidencia, cerró las normas de excepcionalidad para los migrantes cubanos. La consecuencia es que ya no pueden entrar libremente como refugiados, a los Estados Unidos. Muchos siguen abandonando el país y el hecho de que no pueden entrar fácilmente en Estados Unidos quizá los ha impulsado a buscar soluciones dentro de Cuba y no en el exterior.
El otro factor es el embargo económico que Obama no pudo levantar porque era una decisión sujeta al control del Congreso. El endurecimiento del embargo durante la administración de Donald Trump se juntó con la desaparición del turismo internacional durante casi un año debido a la crisis sanitaria, lo que impactó un sector estratégico para la economía cubana que sigue “bajo el comando central de un Estado que no funciona bien, no produce y no es eficiente”.
Justo antes de las elecciones presidenciales de 2020, Trump buscó y obtuvo el respaldo del electorado cubano residente en La Florida, estado en el que ganó al candidato demócrata Joe Biden, con la simpatía también de hispanos de otras nacionalidades no obstante su retórica nacionalista en términos culturales y contra los migrantes.
El cierre de flujos de dinero desde Estados Unidos hacia Cuba fue creciente durante la administración Trump que, además, reversó la apertura que buscó Obama e incluyó de nuevo al país en la lista de países patrocinadores del terrorismo.
Un efecto práctico fue la restricción al envío de remesas desde Estados Unidos hacia Cuba con el argumento de que el Gobierno tomaba parte de esas remesas para el sostenimiento del aparato estatal, lo cual es en parte cierto, pero también lo es que impidió que esos recursos llegaran a las familias cubanas que vivían y viven en situación crítica por el estado de la economía sino también por la crisis sanitaria del Covid-19.
No se puede decir que eso no afectó la escasez y la crisis preexistentes a la pandemia. Las causas fundamentales están en el manejo doméstico de la economía y el sistema de socialismo de Estado, con manejo central de los grandes negocios monopólicos y la falta de incentivos que conlleva la existencia de sectores en los cuales el Estado controla entre el ochenta y el ciento por ciento del negocio.
El dicho según el cual “el ojo del amo engorda al caballo” ilustra bien el nivel de desatención que el Estado cubano tiene sobre sus propios negocios. Hay otro dicho, que según Henken, debería tomarse en serio el gobierno de Cuba: “El que tenga tienda que la atienda y si no que la venda”.
En mi libro ‘Cuba Empresarial’ en el que me ocupo del sector empresarial y microempresarial no estatal, explicó que el modelo tiene su lado bueno porque casi todo el mundo tiene empleo, pero su lado malo es que son empleos mal pagados.
Eso conduce a que un empleado estatal pueda quedar atrapado dentro del sector estatal y el sistema cambiario cubano que, durante años, ha usado la figura de una moneda libremente convertible –un peso cubano equivalente al dólar– el cual circula profusamente en el sector turístico (hoteles, casa-hoteles y restaurantes particulares con licencia estatal, entre otros).
En la vida cotidiana, profesionales como abogados, médicos, arquitectos o economistas no pueden ejercer sus oficios en el sector “privado”, tienen que trabajar con el Estado que les paga muy mal, comparados sus ingresos con los que perciben quienes están vinculados al sector dolarizado de la economía.
La consecuencia es que para vivir mejor, miles de cubanos “tienen un negocio por la izquierda”. En Cuba dicen que muchos van al trabajo no para “trabajar” en lo que les corresponde sino para vender algo de su trabajo en el mercado negro.
En las economías centralizadas, controladas por un plan estatal, hay siempre espectro amplio del mercado negro o informal que existe en todos los países. En Cuba se origina y crece en función del afán de control y de monopolio que practica el Estado, con el pretexto de que es el mecanismo expedito para garantizar la igualdad social, el acceso a los bienes y servicios e impedir la concentración de la riqueza.
En la práctica, “el modelo ha conducido a la igualdad desde la pobreza, aunque en Cuba la pobreza es rara y no puede compararse, por ejemplo, con lo de Colombia u otros países de la región”.
“Es una pobreza rara porque en Cuba uno puede tener buena educación y gratuita, obtener un título universitario, hablar otro idioma, tener acceso a la salud pública y a una vivienda, aunque sea en mal estado y sin pagar arriendo. Se puede vivir en un inmueble que se esté cayendo a pedazos, pero no tienes recursos para repararlo, incluso si eres profesional”.
En una economía así, las remesas para los cubanos son muy importantes. Sobre todo para quienes trabajan con el Estado, en comparación con quienes están vinculados al sector económico que opera con la moneda equivalente al dólar. Fácilmente, quien recibe cincuenta dólares puede llegar a duplicar el salario de un servidor público. Casi siempre un mesero o un taxista vinculados al sector turístico ganan hasta diez o veinte veces más que un médico o un maestro.
En el caso de los hostales o restaurantes con licencia gubernamental, sus propietarios pagan un tributo previamente establecido, no atado a la demanda del servicio ni al margen de utilidades. Siempre tendrán la presión de ganar, al menos, el monto del tributo que deben pagar mensualmente como usufructuarios de la licencia.
El número de negocios de este tipo creció significativamente durante la administración de Barack Obama porque flexibilizó las restricciones que impedían los viajes de estadounidenses hacia Cuba. “Muchos negocios privados que antes estaban gateando, pasaron a caminar o a correr” y, de repente (con Trump) se cortó el flujo de norteamericanos y luego, en 2020 con el Covid, se cortó del todo el flujo turístico hacia Cuba.
De víctimas y victimarios
Henken está en línea con quienes consideran que la política agresiva de Estados Unidos contra Cuba tiene efectos contraproducentes, como la cautela de muchos países para meterse en el mismo saco con Washington cuando hace bulla contra Cuba y la hace mal y con arrogancia, en favor del embargo.
No obstante, Henkel imagina que después de la oleada de protestas de este mes y las condenas a media voz por parte de esos mismos países al gobierno de Cuba, les va a quedar difícil mantenerse neutrales porque en el actual contexto “deben ponerse del lado del pueblo”.
El gobierno de Cuba no puede mantenerse en el tiempo sólo como un país víctima, aunque en efecto ha sido víctima de una política imperial y arrogante de Estados Unidos, incluso con buenas intenciones en algunos casos. También tiene que reconocerse como un victimario porque ha actuado como un Goliat ante David (el pueblo cubano).
A nivel internacional ha sido tradición ver a Cuba como un país pequeño, como el David que enfrenta al Goliat que Estados Unidos. “Yo imagino que esa dinámica va a cambiar”, concluye Henken.