Con el propósito de sensibilizar a la ciudadanía sobre los impactos del conflicto armado en Colombia y sus profundas consecuencias, cada 9 de abril se conmemora el Día de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas.
Esta fecha surgió en 2011, cuando fue aprobada la Ley 1448, que establece los derechos fundamentales y dicta medidas de atención, asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto armado en Colombia.
De igual forma, esta conmemoración reconoce a quienes le apuestan a la paz y a la no violencia en sus territorios, impulsando iniciativas que promueven la hermandad.
Asimismo, esta efeméride invita a reflexionar acerca de las causas y consecuencias del conflicto armado en el país. Es un llamado a la solidaridad con las víctimas y sus familias, y a la promoción de la paz para que las futuras generaciones puedan vivir en un contexto de armonía.
"Tejo mochilas blancas como símbolo a la paz"
“Tejo mochilas inspiradas desde el pensamiento con el sueño que de que se acabe la violencia en nuestro país, tejo mochilas recordando a mis dos hermanos que me arrebató la violencia en 1995 y 2005, tejo mochilas blancas como símbolo a la paz”, dice Carmen Regina Gouriyu, indígena wayuu y víctima del conflicto en La Guajira.
Los familiares de las víctimas que han sido asesinadas en Colombia han sido como las piedras: resistentes, fuertes. Han soportado el peso de violencias como el desplazamiento, el despojo de bienes, y las desapariciones. Aun así, no pierden la fe ni la esperanza de que la paz se puede construir desde casa.
Claudia Orduz Bustos es otra colombiana que ha vivido en carne propia las consecuencias de la violencia del conflicto armado. Hoy, forma parte de la Asociación de Víctimas de Arauca.
“A raíz de mucha violencia en Arauca, nos vimos en la obligación de juntarnos varios líderes y ser las voces de los que no se atrevían a hablar de lo que estaba pasando como amenaza, crímenes. Con esto comenzamos a acompañar a todas las victimas con diálogos como forma de liberar el dolor, de esa manera logramos que las víctimas perdieran el miedo”.
La importancia de abrazar y estrechar la mano a las víctimas representa una forma de acompañamiento para los integrantes de la Asociación de Víctimas de Arauca, especialmente en los procesos de atención psicológica.
El Museo de la Memoria Histórica Tras las huellas del Placer
El Museo de la Memoria Histórica Tras las huellas del Placer, ubicado en el corregimiento de El Placer, municipio de Valle del Guamuez, Putumayo, preserva y expone recuerdos crudos de la época de la guerra en el territorio. Entre sus piezas se encuentran elementos bélicos utilizados por la guerrilla y los paramilitares, así como objetos relacionados con la historia natural de la región.
“El museo es una iniciativa que invita a conocer para sanar las heridas de la guerra”, afirma Alba Lucía Gelpud Narváez, docente y una de sus fundadoras.
Así como en Putumayo, en otras regiones del país también han surgido procesos liderados por víctimas que, desde la resiliencia, reconstruyen sus vidas y comunidades.
En Quibdó, Chocó, 21 mujeres víctimas del conflicto armado han comenzado a reconstruir sus vidas a través del cultivo de frutas como arazá, borojó y piña.
Desde hace ocho años, con la creación de la Asociación Renaciendo en el Campo, decidieron emprender elaborando productos como jaleas, jugos y otros derivados. Actualmente cuentan con un laboratorio propio y se encuentran en proceso de exportar sus productos.
Paula Marcela Atohortúa, miembro de la asociación, expresa: “No nos hemos sentido acompañadas por las entidades, porque no ha sido fácil sacar adelante nuestro proyecto. Uno de los retos, para nosotras como mujeres víctimas, es mantenernos firmes”.
Según el reporte de la Red Nacional de Información de la Unidad para las Víctimas, con corte a febrero de 2025, un total de 9.888.182 personas han sido reconocidas como víctimas e incluidas en el Registro Único de Víctimas (RUV).
De ellas, 7.717.477 cumplen con los requisitos para acceder a las medidas de atención y reparación establecidas por la ley, mientras que 2.170.705 son víctimas fallecidas —ya sea por homicidio, desaparición forzada u otras causas— y, por tanto, no activas para recibir atención. Muchas de estas víctimas, por diversas circunstancias, no han podido acceder de manera efectiva a las medidas de reparación.