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Rubén, el firmante de paz que trabaja en Cesar por la reconciliación

La guerra le arrebató los años más importantes de su vida y a su hija. Hoy pide perdón a las personas que pudo haber causado daño; trabaja por la paz y la reconciliación en el departamento del Cesar junto a otros firmantes y víctimas que están asociadas en Asofipaz.
El compromiso de Rubén por la paz y reconciliación en Cesar
Archivo de Rubén
Dagoberto Mata

Cansado y con algunas enfermedades que le dejaron 34 años de militancia en las extintas Farc, Rubén Herrera Méndez recorre algunas zonas del departamento de Cesar para pedir perdón a las personas a las que, tal vez, pudo haberles causado daño con su actuar armado.

'Samuel', como era conocido al interior de este grupo armado, nació en la vereda Ciénaga de Tabacoru, en el municipio de San Pablo, Bolívar. Su infancia estuvo marcada por el trabajo en el campo y la pobreza que asfixiaba su hogar. Es el mayor de nueve hermanos y pudo cursar solo hasta primero de primaria.

“Yo salía para la escuela por la mañana y regresaba por la noche, por eso solo hice hasta primero porque me quedaba muy lejos a donde iba a estudiar”, recuerda.

En año 1977, fue incorporado al Ejército Nacional para prestar el servicio militar. Allí estuvo hasta el 28 de julio de 1979, pero al terminar se fue nuevamente al campo para ayudar a sus padres en las labores que realizaban.

El compromiso de Rubén por la paz y reconciliación en Cesar

"El rechazo de la sociedad me llevó a las Farc"

Su primer golpe de la vida lo recibió en 1980, cuando tuvo que ver morir a su padre por un cáncer de estómago, lo que lo forzó a tomar las riendas de su hogar para que nada les faltara a su madre y hermanos pequeños. Con el pasar de los meses, quiso buscar nuevos rumbos y se fue a Bucaramanga con la intención de trabajar, pero allí, lo único que encontró, recuerda, fue el rechazo de la sociedad por ser "iletrado".

“Quise trabajar en la ciudad, pero el nivel académico me golpeó. Fui sobresaliente en mi conducta militar, pero de nada me servía. Un día llegué a buscar trabajo en una empresa de vigilancia y un mayor retirado me trató muy mal, era el jefe; me tiró la cédula y la libreta por los pies; me fui resentido de ahí y eso me llevó a ingresar a la guerrilla”, dice.

Él afirma que su ingreso a esa organización se dio en la zona rural del municipio de Yarima, Santander, donde se encontraba el frente 12, pero su historia revolucionaria pasó por los frentes 20, 19, 37, entre otros. “El 20 de julio de 1984 llegué a la Sierra Nevada de Santa Marta, allí estuve hasta diciembre de 1988, cuando salimos como frente hacia la Serranía del Perijá”, recuerda.

"Perdí a mi hija en la guerra"

Mientras se encontraba en las selvas de la Costa Norte de Colombia, Herrera Méndez tuvo dos hijos con dos guerrilleras. A la niña, cuenta que nunca pudo sacarla de la guerra por temas de seguridad, pero a su hijo sí. Ella quiso ser como él y, con el pasar de los años, se convirtió en una guerrillera, pero cuando tenía 18 años, murió en medio de un enfrentamiento con el Ejército en sectores de San Juan de Nepomuceno, Bolívar, siendo miembro del el frente 37 de las Farc, liderado por ‘Martín Caballero’.

“Ella para mí era mi compañera, mi hermana, mi amiga y mi cómplice. El 11 de noviembre de 2006 estaba en una comisión, se quedaron en un sitio; la pusieron de guardia y no cayeron en cuenta que estaba enferma y muy cansada, se quedó dormida, entró el Ejército y le metieron dos tiros en el estómago”, recuerda en medio de la nostalgia.

Tras este hecho, su cuerpo fue sepultado como NN en el cementerio de El Carmen de Bolívar, y desde entonces Rubén ha tratado de ubicar sus restos con el apoyo de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas para darle una sepultura digna.

La vida guerrillera lo llevó a estar tres veces preso, pero, además, a soportar enfermedades como la toxoplasmosis, que lo dejó casi ciego y caminando en medio de la maraña con la ayuda de sus camaradas que lo llevaban de la mano. “Esa enfermedad me creó un problema de ansiedad y cosas que me llevaron a decir: No quiero estar más aquí. Me sacaron hasta que se firmó el Acuerdo y en 2017 llegué a Pondores”, explica.

El compromiso de Rubén por la paz y reconciliación en Cesar

"Tengo mis cuestionamientos al Acuerdo"

El firmante asegura que, aunque no hace parte de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación ubicados en el Cesar y La Guajira, sigue firme con su intención de paz, a pesar de los cuestionamientos que tiene por lo que se estableció y lo que ha venido pasando después del proceso.

“Uno se jodió toda la vida y perdió familia y ve que salió y quedó peor que como entró. Hoy estamos mendigando a que el Estado nos dé algunos beneficios. Si las Farc sabían que el 90% de sus integrantes éramos de extracción campesina, en vez de pelear por 8 millones de pesos para un proyecto individual o por un monto irrisorio de ayuda económica mensual, hubieran dicho: Para cada combatiente que es campesino le damos 5 hectáreas de tierra”, explica.

El proceso mal formulado, más los problemas que lo aquejan hoy, lo han llevado a reflexionar sobre el rumbo que le dio a su vida o la decisión que tomó ese día que fue humillado en la década de los ochentas.

“Yo ni si nazco vuelvo a ser guerrillero. Aprendí muchas cosas, manejo muchas cosas, pero salí a una población ya de una edad muy avanzada, sin dinero, sin dónde trabajar. A la deriva y sin seguridad. La mayoría de los excombatientes estamos sin seguridad”, argumenta.


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"Le causamos daño a la sociedad colombiana"

En medio de los procesos que ha venido llevando en el departamento del Cesar, ha emprendido una lucha para que su población no sea estigmatizada, pero también para que los colombianos los puedan perdonar por sus decisiones del pasado. Hoy reconoce que le causó daño a la sociedad colombiana con su actuar, pero que quiere comenzar desde cero.

“Nos toca pedir perdón a mucha gente a la que le causamos daño directa o indirectamente, consciente o inconscientemente; pero lo hicimos. Hay mucho campesino que están maltratados por la guerra. Atropellamos derechos de personas que no debimos haberlo hecho. Le causamos daño a la sociedad colombiana”, reconoce en medio de su arrepentimiento.

‘Tengo una asociación de víctimas y victimarios’

Hace unos meses, Herrera Méndez comenzó a trabajar junto a sus excompañeros para lograr algunos objetivos y tomaron la decisión de asociarse, registrando bajo personería jurídica la Asociación de Firmantes de Paz Unidos por el Campo (Asofipaz), la cual está conformada por exguerrilleros y víctimas.

“Quería quedarme quieto por miedo, por no visibilizarme porque uno tanto tiempo en la guerra, hizo cosas que no fueron las mejores, pero otros compañeros me motivaron a crearla”, explica.

Rubén cuenta que la Asociación fue constituida con el apoyo de un facilitador de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN). Comenzó con 12 firmantes, pero, a la fecha ya son 43 firmantes y 10 víctimas del conflicto armado asociadas. “Hoy somos amigos. Algunos fueron desplazados por la guerrilla, otros por los paramilitares. Hay una señora que el Estado le mató un hijo que era soldado profesional, pero la guerrilla también le mató otro hijo que era soldado”, puntualiza.

De acuerdo con lo expresado por Herrera, para lograr la paz, todos tenemos que “luchar hombro a hombro; firmantes, autodefensas, militares y todo el pueblo colombiano para tener un país en fraternidad”.

En el departamento del Cesar actualmente hay 240 firmantes que rehicieron sus vidas lejos de las armas y están ubicados en las cabeceras municipales la zona rural. Ellos hoy se encuentran trabajando en procesos de reconciliación y lucha contra la estigmatización de esta población.

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