El 14 de octubre del año 2000, un comando paramilitar al mando de Rodrigo Mercado Peluffo alías ‘Rodrigo Cadena’, irrumpió en el corregimiento de Macayepo, en la zona rural de El Carmen de Bolívar, y cometió una las tantas masacres que tuvieron como escenario los Montes de María, en el Caribe colombiano.
Para la fecha en que sucedió el hecho, que partió en dos la historia de uno de los principales productores agrícolas de la alta montaña montemariana, María Alejandra Vecino Padilla tenía 11 años, era una niña que no entendía por qué ella y muchos otros niños con los que jugaba libre en los verdes y acogedores campos, tenían que salir de esa tierra bendita, que tanto les daba y que sus padres cultivaban y cuidaban con gran esmero.
22 años después que la sangre de campesinos cayera sobre la fértil tierra de Macayepo, María Alejandra se unió a otros 124 macayeperos, que como ella también sufrieron desplazamiento y la muerte de familiares y amigos, para sembrar y comercializar el producto estrella de la región: El ñame.
“Nuestra asociación nació gracias a un proyecto que llegó al territorio, que nos ayudó a sacar la documentación y nos capacitó sobre las ventajas de trabajar unidos”, explica la mujer que en la actualidad tiene 33 años y tres hijos.
La asociación se ha convertido en el eje central de la región, tanto que ya no solo hace presencia en Macayepo, sino que está en otros corregimientos.
“Estamos en los corregimientos de San Isidro, Gumanga y Caracolí, lo que nos ha permitido cubrir más territorio y aprovechar más la tierra. Cuando empezamos este proyecto solo teníamos una hectárea, ya hoy contamos con alrededor de 250, haciendo que sembremos más y mejor producto”, cuenta María, mientras prepara el almuerzo par su familia.
Exportando la esperanza
Cuenta María que, al momento de recoger la producción de ñame, tenían tanto producto que, les sobraba para lo que ellos necesitaban, es ahí donde aparecen los integrantes de otra asociación y les proponen una unión, que significaría, a la postre, dar el paso que tanto habían soñado.
“Ellos se acercaron a nosotros y nos comentaron que les hacía falta ñame para completar el embarque que debían enviar, fue así como nosotros les completamos las toneladas que necesitaban y comenzó nuestra aventura de exportar ñame hacía los Estados Unidos. En la actualidad ya lo estamos haciendo solos, lo que ha significado una mejor calidad de vida a todos los que pertenecemos a la asociación, porque cada ñame que sacamos al exterior, lleva consigo la esperanza de toda una región”, asegura la mujer de tez morena, al tiempo que se le dibuja una sonrisa en su rostro.
A esos primeros envíos le siguieron otros a Canadá, Perú y últimamente a Ecuador, beneficiando no solo a los asociados y sus familias, sino a todo un territorio ávido de inversión social y condiciones dignas.
“Nosotros nos hemos beneficiado con estas exportaciones porque ya vendemos directo a los clientes, sin intermediarios, lo que ha permitido que cada dólar sea reinvertido en mejoramientos de viviendas, mayor poder adquisitivo para comprar herramientas que mejoran la productividad de las fincas familiares, en fin”, afirma la lideresa.
Más allá de la siembra
María Alejandra ha sido campesina toda la vida, incluso en el lapso donde tuvo que salir a la ciudad, huyendo del desorden público que llegó sin avisar a la puerta de su casa. Ella sabe perfectamente que lo que se cultiva es más que el propio producto.
“La agricultura para mí lo es todo, pues por ella es que he logrado todo lo que soy (…) estudié repostería, soy técnica en belleza profesional, panadera y aún quiero seguir capacitándome en otros campos, oficios y profesiones”, puntualizó escuchando la canción ‘La Reina’, de Diomedes Díaz, su canción favorita, aunque asegura ser una enamorada del bullerengue, la cumbia, la gaita, el porro y el fandango.
Alrededor de 90 mil matas de ñame son las que María, junto a sus amigos de la Asociación Mixta de Productores Agropecuarios de Macayepo, arrancarán en la próxima cosecha. Cada una de ellas representa una esperanza de cambio y fortalecimiento de todo lo que quebraron unos cuantos hombres armados aquel 14 de octubre del año 2000, y que aún está roto en algunas partes.