A los 7 años de edad, la vida de Luis Antonio Castañeda Tenjo, un niño criado en las calles del popular barrio Rionegro, en el norte de Bogotá, cambió radicalmente, un cambio que que con el paso del tiempo, también ha transformado la vida de muchas personas.
Un día, cerca a su casa, en la Escuela Militar de Cadetes José María Córdova se realizaba un entrenamiento militar, él en compañía de familiares asistió curioso a ver el espectáculo, sin embargo, “una granada se desvió, explotó, lo impactó, y las esquirlas que cayeron sobre sus ojos lo dejaron ciego”, cuenta Luis Alejandro Castañeda Vargas, hijo menor de Luis.
No obstante, esto no fue impedimento para que el pequeño Luis Antonio, con el apoyo y aliento de dos de sus hermanos mayores, siguiera disfrutando de una de sus grandes pasiones: jugar al fútbol. “Mis tíos le decían que él podía seguir jugando así no viera, “la clave es la práctica, si usted practica y practica lo va a poder hacer”, le recalcaban”, comenta Luis Alejandro.
En esa época, a finales de los de los 60 e inicios de los 70, en Colombia se empezaba a practicar de forma recreativa el fútbol para ciegos, especialmente en las instituciones para niños con discapacidad visual. Como balón utilizaban latas de betún y en ocasiones tarros de galletas, debido a que producían sonido. Así surgió lo que los aficionados llamaron el Futlata.
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“Mi papá me contaba que en alguna ocasión, un político de Antioquia viajó a Bogotá a regalar balones de plástico en barrios de la ciudad, uno de los cuales llegó a manos de mi papá y mis tíos. Ellos acuciosos le abrieron un orificio con una varilla para meterle las latas de gaseosa y cerveza que recogían en la tienda de mi abuela Adelia Tenjo. Lo hacían porque al rodar producía sonido y eso le ayudaba a mi papá”, narra Luis Alejandro.
Al mismo tiempo nacía en Colombia, el primer equipo de fútbol de personas ciegas que se llamó el Grupo de Estudiantes Ciegos, GEP, que ya jugaba bajo la reglamentación del microfútbol que se adaptó para la modalidad, dando vida al micro fútbol sonoro, y luego al fútbol sonoro o fútbol para ciegos, del cual Colombia es pionero mundial.
Rueda (y suena) la bola
Años después, agrega Luis Alejandro, para la década de los 90, un alemán que trabajaba en la entonces Organización Internacional de Discapacidad, llevó el balón sonoro a Europa, donde le hicieron algunas modificaciones, para traerlo de regreso al país fabricado en cuero, material que permitía un mejor desempeño.
“De manera empírica, mi papá empezó a pulir algunas características de ese balón que permitieran un sonido más óptimo, para lo que implementó unos orificios que amplifican el sonido; y otras mejoras en las costuras. Él quería tener el mejor balón y que fuera 100% colombiano. Hoy en día es un balón vulcanizado, único en Colombia y en el mundo”, recalca Luis Alejandro, quien también es arquero del equipo masculino de fútbol para ciegos e integrante del cuerpo técnico de la selección femenina de la categoría. (Vale la pena resaltar que por reglamentación en el fútbol 5 para ciegos el arquero debe ser vidente).
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El LUCASTEN, como ha sido bautizado y que representa las iniciales de su creador Luis Castañeda Tenjo, ha seguido evolucionando. Actualmente, posee seis cámaras sonoras con esferas internas que son las que hacen que se produzca el sonido cuando el balón rueda, es fabricado en cuero sintético, elaborado con diseños y colores diversos, y el único que tiene una versión especial para fútbol infantil.
“Una de nuestras referencias es el balón #1 especial para niños y niñas. Mi papá lo creó más pequeño con el objetivo que también pudieran jugar los padres y niños, ya sea en casos en que el papá sea una persona ciega y el niño no o viceversa. Es un balón que no existe en ninguna otra parte del mundo, y que también es utilizado por jugadores que practican el fútbol a nivel competitivo para mejorar su condición técnica por su tamaño”, destaca Luis Alejandro.
Todas estas evoluciones e innovaciones han posicionado al balón colombiano como uno de los favoritos en campos deportivos en países como Guatemala, El Salvador, Costa Rica, México, Estados Unidos, Canadá, Ecuador, Perú, Venezuela, Chile, Argentina, Brasil, República Checa, Alemania, Francia, Inglaterra, y Bélgica, a donde exportan.
Más allá de las canchas
Pero así como el fútbol trasciende fronteras, la familia Castañeda, a través de su invento busca impactar más allá de las canchas. Por lo que desde hace algún tiempo realiza ‘Ponte en mis ojos’, unos talleres de sensibilización a través de los cuales les ofrece a las personas videntes, sin discapacidad, la posibilidad de vivir la experiencia del fútbol para ciegos.
Una iniciativa que llegó hace unos años a las canchas del fútbol profesional colombiano cuando se organizó un partido de sensibilización con jugadores profesionales como Darío ‘El Chusco’ Sierra, Mayer Candelo, Román Torres, Rufay Zapata, entre otros.
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De acuerdo con Luis Alejandro, lo que hacen es ponerles una venda en los ojos igual a la que se utiliza en la modalidad, y que es exigida en el reglamento, les damos las indicaciones sobre las reglas y jugamos un pequeño partido con el objetivo de que al término del juego reflexionemos un poco sobre cómo es la vida cotidiana en público de una persona ciega. Cómo es tomar el transporte público, entrar a un restaurante, subir un puente, etcétera; y sobre la importancia de promover entornos deportivos inclusivos.
Un taller que ha tenido especial acogida en colegios, universidades y empresas, y como herramienta para el desarrollo de competencias en equipos profesionales. “Con la AFA, la Asociación de Fútbol Argentino, hemos realizado algunos ejercicios con los deportistas en casos cuando por ejemplo se pierde el punto de referencia, y el oído y tacto les permite ubicarse dentro de la cancha, sin estar viendo el balón”, refiere el jugador.
Hoy, ese accidente que cambió la vida Luis Antonio Castañeda Tenjo y que dio los primeros puntazos a la creación del fútbol para ciegos y del balón sonoro les ha transformado la vida a cientos de personas con discapacidad visual en el mundo que pueden disfrutar de su pasión por el deporte rey sin limitaciones y con independencia.
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