Una zarigüeya, una chiva en 3D, una bicicleta, varios rostros de mujeres indígenas, afro y adultas mayores; tres pantalones de mezclilla y nueve blusas colgadas de una cuerda en donde supuestamente les pega el sol. Así son algunos de los 32 murales que ‘acompañan’ a más de 800 mil personas que se movilizan diariamente por el tranvía de Medellín, que van por el centro y el oriente de la capital de Antioquia.
Hay de todo tipo, algunos superan los dos metros de alto, y otros ocupan hasta cuatro pisos de un edificio. “Las obras de arte urbano han sido pintadas entre 2015 y 2021, y se encuentran en seis barrios de la ciudad: San Ignacio, Bomboná, Buenos Aires, Miraflores, Loyola y Alejandro Echavarría”, dice Carlos Jiménez, profesional de Gestión Social del Metro de Medellín, quien también cuenta que la Empresa de Transporte Masivo del Valle de Aburrá publicó hace menos de un mes una cartilla virtual en la que invita a quienes se transportan por el tranvía, a que echen un vistazo a la galería de arte que encuentran de lado y lado.
El mural de las mujeres diversas (cerca de la estación Loyola), por ejemplo, lo pintaron a finales de 2020 dos paisas de pura cepa: Ana Moreno y Sara Londoño. Esta última afirma que es un homenaje a las niñas, a las indígenas, a las afrocolombianas y personas trans; a quienes vienen de otras regiones. A ella, que pinta sobre la vida, que hace trazos en los que muestra a un pequeño que le sonríe mientras camina por la calle, que ha hecho murales desde que era una niña (rayaba las paredes de la casa de su familia); le apasiona este tipo de arte porque le permite hacer reflexiones políticas y volver más ameno un espacio.
En otro punto de Medellín, muy cerca de la estación San Antonio (pleno centro de la capital de Antioquia), hay un mural de una chica dorada en la que se lee: Respiro libertad. La obra es de Yap, un grafitero y muralista con más de 15 años pintando en las calles. Cuenta que la mujer es una bailarina de esta región del país, y que pintar murales es la forma que ha encontrado para comunicarse y conocer a quienes residen cerca de los lugares en donde ha realizado intervenciones.
“He pintado un total de cinco obras de arte urbano que se pueden observar si te movilizas por medio del Metro. Uno de esos murales, por ejemplo, es una zarigüeya que está cerca de la estación 13 de Noviembre”, dice Yap, quien aprendió a utilizar vinilos, aerosoles, brochas, rodillos y extensores viendo a otros artistas. Es un “camaleón” que lo inspira la ciudad y sus contrastes.
Esta exposición al aire libre está repleta de colores, como los que se observan en un mural inmenso de una niña leyendo un libro, que se encuentra en la estación Bicentenario, más hacía el oriente de Medellín. Allí, Jomag, quien pintó la obra, se tardó en 2018 cinco días haciendo el mural.
“Esta intervención se hizo con el apoyo del colectivo poético Nuevas Voces, y es un trabajo que se realizó en su mayoría con aerosol”, dice Jomag, quien estudia Artes Plásticas en la Universidad de Antioquia y afirma que sus obras, que también se pueden ver en México, Perú, Ecuador y Bolivia, se centran en la memoria e historia de los desplazamientos que se dan dentro de un mismo territorio.
Otro de los artistas de esta galería es Takir, un francés que hizo parte de ‘Ondas de color’, un macromural que se pintó en el barrio El Pesebre de la comuna 13 de Medellín. Con ‘Metro City Vortex’, como se llama el mural que realizó el año pasado cerca de la estación San Antonio, este parisino cuenta por medio de un laberinto cómo es perderse en una ciudad a donde llegas por primera vez, o cómo adentrarse a una serie de túneles que no explican muy bien cuál es el destino.
Las obras de estos cinco artistas y de otras personas más, forman un recorrido amenizado por murales, en el que las paredes ‘hablan’, cuentan historias y hasta invitan a proteger el medio ambiente en una ciudad repleta de cemento y llena de árboles. Un lugar de contrastes en donde Ana, Sara, Yap, Jomag y Takir, pintan paredes de un montón de colores, que no solo las vuelven más amenas, sino que también son capaces de cambiar entornos percibidos como inseguros.