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La calidad y la calidez de las voces de Kalimán

Las radionovelas se robaron el corazón de los colombianos, la producción y realización marcaron un antes y después en la radio colombiana.
Ana María Lara

Fotos cortesía: Edgar Aguilera- México

En Colombia, las radionovelas empezaron a tener auge en los años cincuenta. El Derecho de Nacer y Chan Li Po, fueron creaciones cubanas que se adaptaron en Colombia. Luego vinieron adaptaciones mexicanas como Kalimán, que se robó el corazón de la audiencia colombiana.

El poder de las radionovelas estaba, entre otros factores, en la recreación de ambientes sonoros a partir de efectos elaborados de manera artesanal. El viento, con láminas de aluminio; el galope de caballos, con cáscaras de cocos y muchos otros efectos con cerrojos, timbres o cajas de arena transportaban a los oyentes a lugares fantásticos; con ellos era posible viajar al centro de la tierra o rodear planetas llenos de misterio. Aquello despertaba la imaginación, como también lo hacían las voces de los radioactores.

Gaspar Ospina fue la voz de Kalimán, y Erika Krum la de su incondicional amigo Solín. Esther Sarmiento de Correa fue la inolvidable narradora. Y en aquella radionovela, como en otras con las que se disputaban la audiencia las grandes cadenas de radio, era la voz el principal recurso para transmitir poderosas emociones.

Esas voces y muchas otras empezaron a tener brillo y reconocimiento en los tempranos años sesenta y desde entonces se quedaron en la memoria de los colombianos. Uno de los escenarios para la formación de muchos de estos radioactores fue la Escuela Nacional de Arte Dramático; pero hubo también una ficha clave: Seki Sano (1905 – 1966), un japonés que en 1954 fue contactado por el gobierno del general Rojas Pinilla para fortalecer la formación actoral en Colombia. La invitación y traída de Seki Sano se hizo previendo la llegada de la televisión. El General y la Dirección de Propaganda querían que este medio tuviera los mejores actores; Seki Sano sería, entonces, su formador.

Cuando llegó este japonés, un buen número de actores colombianos se incorporó al Instituto de Artes Escénicas para recibir los conocimientos fundamentales con miras a lograr el nivel que la televisión y la radio requerían. Por las clases de Seki-Sano pasaron estudiantes que luego serían grandes figuras. El método que puso en marcha fue el del famoso comediante y director de teatro ruso Konstantin Stanislavski (1863-1938), quien buscó superar la actuación grandilocuente para lograr que fuera natural, ligera, justa, muy cercana a las emociones humanas. El método Stanislavski es un método vivencial.

Es así, como las voces de radionovelas como Kalimán lograron adquirir tanta identidad y producir tanta emoción.

Además de los aportes de Seki Sano a la formación actoral, se sumó la importante y amplia producción de piezas de radioteatro que desarrolló la Radio Nacional de Colombia desde los años cuarenta. Esta emisora, creada por el Estado colombiano, puede considerarse también como una de las escuelas de formación de los actores que luego pasarían a participar en las radionovelas de las emisoras comerciales.

El radioteatro se ocupó de adaptar para radio obras del teatro antiguo, el clásico, contemporáneo, latinoamericano y colombiano. En el reparto actoral del significativo número de piezas que se emitieron al aire desde la Radio Nacional se encuentran justamente los nombres de varios de los actores y actrices que despertaron la imaginación de la audiencia con las magníficas historias de Kalimán.

El paso de Seki Sano por Colombia fue muy breve. La admiración de los funcionarios del gobierno Rojas duró poco, pues lo consideraron peligroso ya que había estado en países del bloque comunista. Su disciplina y su intenso trabajo artístico fueron opacados por el deseo de aquellos que encontraron una buena excusa para expulsarlo del territorio nacional. Terminó sus días en México, donde contribuyó a fortalecer la identidad del teatro de ese país.

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