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Cinco canciones para recordar a Morgan Blanco, el virtuoso del acordeón

De formación autodidacta, Morgan aprendió a escudriñar los fuelles mientras escuchaba música de orquesta en el Carnaval de Barranquilla.

Por: Luis Daniel Vega

Solemos incurrir en un error de apreciación y contexto cuando hablamos de las músicas de acordeón del Caribe colombiano: como si se tratara de un fenómeno uniforme, es muy común que las relacionemos directamente con el vallenato. Hay que aclarar entonces que, más allá de los límites de Valledupar, existe un instrumento mudable que se ha acoplado a la cumbia, por ejemplo, o a los sonidos antillanos, como lo es el caso de la escuela barranquillera a la que pertenece –junto a Dolcey Gutiérrez, Aníbal Velásquez, Alberto Pacheco y Alfredo Gutiérrez, entre muchos otros- el recientemente fallecido Morgan Enrique Blanco Borrero, quien nació en Barranquilla el 17 de septiembre de 1935.

De formación autodidacta, aprendió a escudriñar los fuelles mientras escuchaba música de orquesta que sonaba en las celebraciones del Carnaval de Barranquilla. Más adelante descubrió los discos de Luis Enrique Martínez y Abel Antonio Villa, quienes influenciaron el estilo que después consolidó en la Sonora Vallenata junto a Carlos Román. Se inició en la guaracha y otros ritmos cubanos al lado de su gran amigo Aníbal Velásquez e incursionó en géneros imposibles, llegando a ser el precursor del rock en Colombia.

Aunque en vida no gozó de la fama de sus colegas, dejó un amplio repertorio que recorre la banda sonora de la fiesta popular. Acá lo recordamos con cinco canciones infaltables en verbenas y carnestolendas.

“Very very well”- Carlos Román y su Sonora Vallenata

Los Alegres del Magdalena fue una agrupación que Aníbal Velásquez conformó junto a los hermanos Carlos y Roberto Román a principios de la década de los cincuenta. En 1955, luego de la muerte de Roberto Román, Aníbal Velásquez se retiró y en su reemplazo llegó Morgan Blanco, quien desde ese momento inició una fructífera relación artística con Carlos hasta la muerte de este en 1973.

Las primeras grabaciones que realizaron los dos –que a su vez fueron las primeras de Morgan- se registraron en Cartagena y las editó Discos Fuentes en siete sencillos publicados entre 1957 y 1958. De las catorce canciones, a ritmo de cumbia, guaracha, paseo y rock and roll, una quedó inscrita en nuestra memoria. Se trata de “Very very well”, cuya insólita letra fue una descarada adaptación al spanglish de una canción que Antonio Fuentes había traído en uno de sus viajes a los Estados Unidos. En una entrevista que el investigador Néstor Emiro Gómez le hizo a Morgan Blanco en 2016, el acordeonero recuerda que probablemente la guitarra y el contrabajo fueron interpretados por Sofronín Martínez y Pedro Laza, respectivamente.

“Empújale la aguja”- Super Combo Curro

Dentro de los sencillos que Morgan Blanco y Carlos Román grabaron para Discos Fuentes se encuentra “El disco rayao”, una versión a ritmo de guaracha de aquel merengue de mismo nombre popularizado en 1957 por el cantante y compositor dominicano José Ernesto Chapuseaux. Unos años más tarde, cuando el binomio hacía parte de la Sonora Curro, tuvieron la ocurrencia de grabar una contestación hilarante de aquella canción junto a Lalo Orozco en el piano, Ángel Matos y Manuel Villanueva en las trompetas y Puerto Rico en la batería.

“El baile de la pluma”- El Conjunto Variedades

Detrás de este clásico fiestero se esconde una historia extravagante. En su jocosa y aguda crónica titulada “El baile de la pluma: del éxito a la conjura”, el abogado Alfonso Osorio Simhán cuenta que, en Zambrano, Bolívar, existía un burdel llamado La Luciérnaga donde al filo de las madrugadas se practicaba un baile exótico.

Trataba la danza de un corrillo de hombres desnudos que como único atuendo llevaban una pluma incrustada en el recto: si el singular ropaje caía en medio de la gozadera, el flojo de nalgas se sometía al escarnio y pagaba la cuenta. Tuvo a mal perder en aquellas reuniones licenciosas Burra Brava, quien, en venganza por la burla de sus compañeros de juerga, le fue con el chisme al compositor Adolfo Ochoa Benavides. Días más tarde un sainete desvergonzado estaba listo para tronar. Sucedió que Ochoa fue a donde Emilio Fortou, el gerente de Discos Tropical, y le mostró sus canciones, entre ellas la sugestiva cantinela.

Por esos días, el cantante no tenía agrupación que los respaldara y para ello acudió a Morgan Blanco que, ni corto ni perezoso, reunió a un cartel estelar integrado por Abel y Claudio –hermanos de Morgan, quienes tocaron la caja y la guacharaca-, José Ramón Herrera, bajista de la Orquesta de Pacho Galán, y el eximio trombonista Rosendo Martínez. Con el pasar de los años, El Conjunto Variedades, como se llamó la efímera agrupación, solo grabó este sencillo para el sello Tropical: suficiente para alcanzar la inmortalidad en el festejo callejero.

“Cumbia del río”- Morgan Blanco y Antonio María Peñaloza

Una de las tantas deudas que tenemos con Morgan Blanco es su papel crucial en el terreno de las cumbias de acordeón. Algunas -que cuentan con su estilo “versátil y sin tantos perendengues”, como decía Carlos Román- se conservan en discos muy difíciles de conseguir, editados entre los sesenta y los ochenta por Discos Fuentes, Orbe, INS y Americana de Discos y Cintas (ADC).

Este último sello en su breve y escurridizo catálogo incluyó ‘Concierto en acordeón’ (1979), la única grabación de Blanco junto al flemático Antonio María Peñaloza. Respecto al encuentro entre los dos, el periodista Rafael Sarmiento Coley recrea una escena que revela un aspecto entrañable de la personalidad del acordeonero: «Un día fue a su casa Antonio María Peñaloza, que siempre tuvo fama de buscapleitos y cascarrabias. “Acompáñame, Morgan, quiero grabar algunas cosas contigo. ¿Cuánto me vas a cobrar?”. Morgan lo miró con su rostro adusto, de pie. “No. No voy a cobrarle. Lo único que va a pagar es que me trate con respeto, porque usted tiene fama de gritar a los músicos que andan con usted”. Peñaloza, que medía un metro con cincuenta de estatura, se empinó hasta donde pudo para darle un abrazo fuerte y felicitarlo por su honestidad». Para resaltar el talento de Blanco, Antonio del Villar compuso especialmente “Cumbia del río”, la pieza que abre el disco.

“No llores más- Morgan Blanco y su Sonora Vallenata

Además de la guaracha, Morgan Blanco también fue hábil interpretando otros aires cubanos. Es el caso de “No llores más”, una guajira incluida en el disco ‘Morgan Blanco y su Sonora Vallenata’ (1981), publicado por Folklor, una subsidiaria de Discos Fuentes. Además de esta sensacional descarga donde queda demostrada la destreza del acordeonero, la grabación también incluye “Negra, ron y velas”, canción que le prodigó gran popularidad en México y Argentina.

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