Por: María Isabel QuinteroEn el ámbito de la música clásica, la música religiosa ocupa un lugar de gran relevancia en medio de la inconmensurable vastedad propia de su universo y dentro de su trayectoria de siglos, los temas propios de la Semana Santa como celebración fundamental del cristianismo han sido fuente rica y permanente desde los albores de esta expresión artística.
En el ámbito de la música clásica, la música religiosa ocupa un lugar de gran relevancia en medio de la inconmensurable vastedad propia de su universo y dentro de su trayectoria de siglos, los temas propios de la Semana Santa como celebración fundamental del cristianismo han sido fuente rica y permanente desde los albores de esta expresión artística.
En este período de intensa actividad litúrgica dentro de las diversas confesiones cristianas, –católicos, ortodoxos, luteranos– que comienza el Domingo de Ramos y finaliza el Domingo de Resurrección, encontramos infinidad de obras dedicadas a momentos cruciales como la Pasión y muerte de Jesús, el sufrimiento de María en la cruz, los pasos del Viacrucis, las últimas palabras de Cristo en la cruz, entre otros. A continuación, un breve repaso y contexto por algunas de ellas.
Canto gregoriano
Como estilo musical principal durante la Edad Media y modelo de canto litúrgico de la Iglesia católica, el canto gregoriano fue la expresión artística que sirvió de fundamento para sus dogmas, temas, aspectos y componentes. Desde su origen en una época en la cual la creación musical ni divulgaba el papel individual del compositor ni buscaba su reconocimiento personal, y teniendo como prioridad la alabanza divina, la celebración de la Semana Santa –junto con las festividades del Corpus Christi y Navidad, fue uno de los propósitos más importantes del canto gregoriano, que produjo un repertorio indescriptiblemente numeroso dedicado principalmente a la eucaristía del Jueves Santo, la Crucifixión de Jesús el Viernes Santo y la Resurrección en la Vigilia Pascual durante la noche del Sábado Santo al Domingo de Resurrección.
Escuche aquí un ejemplo de canto gregoriano para la Semana Santa, a cargo de la agrupación Schola Antiqua, dirigida por Barbara Katherine Jones · John Blackley.
Las Pasiones
La pasión es tal vez el género musical más complejo, extenso y ambicioso de todos los que abordan temáticas propias de la Semana Santa, aunque consiste, sencillamente, en la musicalización de un texto relacionado directamente con la Pasión y muerte de Jesucristo proveniente de alguno de los cuatro evangelios, Mateo, Marcos, Lucas o Juan, o una mezcla de los cuatro.
Desde el punto de vista propiamente musical, la pasión toma como punto de partida una recitación solemne del Evangelio, del cual se encargan también algunos personajes que actúan en la interpretación, entre otros Jesús, Pedro y Pilatos, además del pueblo o comunidad y una serie de personajes menores.
De todas las modalidades de este género la más importante es la pasión-oratorio, que alcanzó su punto culminante en la inmensa producción de Johann Sebastian Bach, cuyas pasiones según los evangelios de San Mateo BWV 244 y San Juan BWV 245, sobrepasan con creces los límites del género y constituyen su cima. Bach recogió la tradición luterana de poner música durante la Semana Santa a los últimos días de Jesucristo, transmitiendo magistralmente al oyente el mensaje sobre la redención del hombre por la vía de la crucifixión.
Pasión según San Mateo BWV 244:
Pasión según San Juan BWV 245:
Con el avance y la evolución de la música clásica el género ganó en recursos dramáticos, alcance y perspectiva, caso por ejemplo de algunas pasiones escritas en el siglo XX por compositores como el polaco Krysztof Penderecki –Pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas–
y el estonio Arvo Pärt – Passio secundum Johannem–
El Stabat mater
“La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía”
Primera estrofa del Stabat mater –en traducción de Lope de Vega– uno de los textos religiosos más y mejor tratados por los compositores de todos los tiempos, cuyo origen se remonta a ocho siglos de turbulenta historia, que intentaremos resumir brevemente. En el año 431 el Concilio de Éfeso, evento crucial para muchos asuntos fundamentales de la Iglesia católica, reafirmó la importancia de María como la Madre de Dios y la Reina de los cielos, tras encarnizadas discusiones sobre la naturaleza humana o divina que debía cobijarla. Algunos siglos después, ya cerca del primer milenio, se imprimió una primera huella por medio de la antífona Salve Regina –saludo a la virgen como monarca celestial en lengua latina, compuesto en el siglo XI. Mucho tiempo después, a medida que se configuraba la vivencia del catolicismo en la creciente comunidad cristiana, la participación emotiva y física de María en el dolor de la Pasión de su hijo empezó a ganar fuerza, presencia y significado, hasta alcanzar un lugar en la liturgia a partir de 1727 tras la aprobación definitiva concedida por el papa Benedicto XIII. Casi dos siglos antes, en 1590, la primera obra insignia del dolor de María ante su hijo en la cruz la produjo Giovanni Pierluigi da Palestrina con su famoso Stabat mater a 8 voces, https://www.youtube.com/watch?v=Gz9o-wF7RoU
Obra que le encargara el papa Gregorio XIV para su uso en su capilla privada, que en adelante se interpretó en la Capilla Sixtina como ofertorio de la misa del Domingo de Ramos durante todo el siglo XVII.