Día de la Raza. Así se llamó esta celebración dedicada al día en que Cristóbal Colón llegó a América, hasta que, en 2021, el Ministerio de Cultura de Colombia, con la resolución 0138 del 31 de mayo, decidió que este día sería el de la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana.
En efecto, en vez de celebrar lo que se llamó la Conquista, hoy se piensa en la enorme variedad y riqueza del país donde conviven varias etnias: mestizos, indígenas y afrodescendientes, además del pueblo Rom o gitano.
Es que la idea de razas en la comunidad científica mundial hoy ya no tiene asidero. Esta comunidad ha demostrado que los argumentos biológicos para diferenciar razas son erróneos. Hay una raza: la humana.
A finales del siglo XX, después de muchas polémicas sobre las razas, se estableció el mapa, con secuencia completa, del genoma humano, que mostró que todos los humanos tienen un patrimonio genético similar. Las pocas diferencias observadas -menos del 1%-, no permiten establecer una división de la humanidad en razas.
La especie humana es más homogénea que la mayoría de las especies animales. La producción de melanina, que define el color de la piel, apenas concierne unos pocos genes entre los 25 mil del genoma humano. Se han observado diferencias más numerosas entre personas de una misma región que entre personas de continentes diferentes. Las migraciones a lo largo de la historia han contribuido a la mezcla de genes.
A lo largo de la historia florecieron teorías que tendían a mostrar que había razas superiores, los llamados blancos o arios; y razas inferiores, en especial por su color de piel, que correspondían a los pueblos colonizados y esclavizados de África y Asia, a quienes se les reconocían solamente cualidades y atributos físicos. Así el eurocentrismo creó la xenofobia.
En el caso de América, desde el siglo XVI, los teólogos discutieron sobre la existencia de alma en los indígenas. Bartolomé de las Casas (1484-1556), influenciado por el padre Montesinos, en su defensa de los indígenas se trenzó en debate con Juan Ginés de Sepúlveda, quien consideraba a los indígenas como idólatras que vivián en pecado, mientras que De las Casas los veía como “cristianos naturales”. San Pedro Claver (1580-1654), por su parte fue el defensor de los esclavos negros, tratando de suavizar su condición.
En el siglo XIX, época de expansión colonial europea, abundaron las teorías racistas; en realidad eran ideologías elaboradas para justificar el sometimiento e incluso el genocidio, como el caso de Hitler en Alemania con los judíos, aunque fueran blancos, y otros grupos como los homosexuales.
En el caso de los Estados Unidos, la población afro sufrió una discriminación que estaba amparada en leyes segregacionistas, y abarcaba varios campos de la vida cotidiana. Pero en los años 60, Martín Luther King, y su célebre discurso “I have a dream”, Angela Davis y otros movimientos como el Black Power, las Panteras negras, emprendieron la lucha por sus derechos.
Las leyes cambiaron. En 1964 se promulga la ley de los derechos civiles, pero aun con la llegada a la presidencia de Barack Obama, en 2009, primer presidente negro de los Estados Unidos, el racismo sigue haciendo estragos en ese país con el afianzamiento de los movimientos de supremacía blanca.
En Suráfrica rigió desde 1948 el régimen del Apartheid, que relegaba a una condición subordinada e inferior a la población negra y a las poblaciones de origen asiático, despojándolas de derechos como el del voto, y obligándolas a vivir en zonas especiales, lejos de la población blanca. Fue Nelson Mandela quien lideró la lucha, pagando prisión por más de 26 años hasta que, en 1990, con el nuevo gobierno de Frederik de Klerck, el Apartheid fue derogado.
Las Naciones Unidas se han pronunciado desde 1946 contra las expresiones de racismo y en 1963 pidieron a todos los estados del mundo la eliminación de todas las formas de discriminación racial. Muchos no la aplicaron.
Algunos discursos contemporáneos, sin embargo, con el motivo de luchar contra el racismo, reinstalan la noción de raza con propuestas de políticas de “discriminación positiva”, lo que para algunos analistas sociales implica una deconstrucción del universalismo en provecho de la reivindicación de sectores minoritarios, por sexo, color de la piel o religión.
Es así como esta posición es interrogada por cuanto se dice que privilegia a algunos pocos sectores, habiendo muchos en condiciones desfavorables. La polémica sobre este asunto no ha terminado y lo importante tal vez sería, en cualquier caso, considerar a todos los humanos para afirmarse como iguales.