La curiosidad, o tal vez el azar, llevaron un jueves santo a Iván Reina a entrar en las ruinas de unas casas antiguas del barrio Cabecera del Llano, en Bucaramanga (Santander).
Poco conocía de sus mitos y sus historias, pero la ironía de encontrar un lugar abandonado en medio de uno de los sectores más acomodados de la ciudad, hicieron que el joven bogotano -estudiante de Cine y TV de la Universidad Nacional de Colombia- se interesara por explorar aquel espacio vacío.
Sin embargo, descubriría que ese vacío no existía: bastó una breve charla con aquel hombre alto y delgado que decía llamarse ‘Fercho’ a quien vio saltando entre grietas como todo un conocedor- para enterarse de que aquella ‘Casa del Diablo’ era en realidad una casa tomada, el hogar de “los recicladores más cotizados de Bucaramanga”, como uno de ellos se describiría entre risas.
Ese fue el inicio del proyecto Resonancia de la ruina, un documental de 90 minutos que aborda la vida de esta comunidad a través de su relación con Dios y con el Diablo, figuras adoradas y temidas en medio de la lucha diaria por la supervivencia.
Las vidas de ‘Fercho’, ‘El Jipi’ y ‘El Diablo’ confluyen allí por motivos que van desde la comodidad hasta el desamor, pasando por la búsqueda de la libertad. A pesar de los retos que implica vivir ‘al margen’ de la sociedad, los habitantes de La Casa han logrado construir allí su propio lugar en el mundo, tan breve e incierto como nuestra propia permanencia en la Tierra.
La noticia de un desalojo y sus propios dilemas personales, los obliga a pensar en si La Casa es tan sólo un lugar de paso y quizá haya otros paraísos que valdría la pena perseguir: ¿quedarse, salir? ¿Existe algo más allá de la ruina?
Para su director, Iván Reina, la película muestra una cara más de las ciudades latinoamericanas actuales, caracterizadas por una dualidad constante entre lo firme y lo decadente, la libertad y el encierro, el cielo y el infierno.
“Estas polaridades, que afectan la vida íntima de las personas, transforman también los espacios y traen una nueva noción de habitar, una noción que no es estática, que depende del tiempo y de las emociones humanas”. Expresa además que “reconocer estas dualidades –que nos unen más de lo que nos separan-, es una de tantas vías para reconectarnos como sociedad ”.
Luego de 9 semanas de rodaje en la capital santandereana, la película se encuentra en etapa de postproducción, y cuenta entre su equipo con Juan Felipe Ríos en la producción (“Los ojos de mi padre”), Felipe Guerrero en el montaje (“La Playa D.C.”, “El Páramo”) y Andrés Montaña en el diseño y mezcla de sonido (“Crónicas del fin del mundo”, "Leidi").
El proyecto obtuvo el Estímulo para Realización Documental de la convocatoria FDC-Proimágenes 2013, y se alista para su estreno y distribución en festivales para inicios del 2015.