Ya no cogeré verbena
La mañana de San Juan
Pues mis amores se van…
Lope de Vega
Las fiestas populares abundan en América Latina, siempre hay un motivo para festejar. Entre estas se destacan las verbenas que, en principio, vienen de la tradición española, pero que han adquirido identidad propia en la región.
Las verbenas se realizan desde la antigüedad. A La planta de verbena, de pequeña flor rosa pálida, ornamental y aromática se le atribuían muchas virtudes curativas para el aparato digestivo, pero también para atraer el amor e, incluso, para tratar de lograr la paz con el ejército enemigo a quién se le enviaban un ramo de estas flores. Y en el solsticio de verano se cosechaba dando lugar a rituales de agradecimiento a los dioses. Después de la desintegración del Imperio romano, en el siglo IV de nuestra era, la Iglesia católica controló o anuló las fiestas paganas o las hizo coincidir con celebraciones religiosas.
La fiesta de la verbena fue asociada al día de San Juan. Pero en la Edad Media la verbena seguía siendo un ritual algo pagano, aunque coincidiera con la noche San Juan; se hacía a la orilla del mar o de un río en la noche iluminada por la luna, para atraer el amor o lograr la fertilidad. Y a lo largo del tiempo, cobró más importancia. Para mucha gente que no conocía las vacaciones y tenía poco descanso era la ocasión de cerrar la calle y armar fiesta con la familia y los vecinos del barrio- previa autorización de la autoridad local-, de encontrarse para compartir música, baile, comidas y bebidas e, incluso, ventas y subastas de toda clase de cosas: ropa y juguetes. Adornaban con guirnaldas las ventanas y las calles. Se acicalaban todos, las mujeres con trajes coloridos y hombres con un ramito de verbena que le daba color y amable olor al traje. Esta tradición se mantiene en las ciudades de España donde hoy se baila desde pasodoble hasta salsa.
En América Latina las verbenas se empezaron a realizar en el siglo XIX en muchas poblaciones de toda la región. En Colombia especialmente en los dos litorales. En el Caribe se destacan Barranquilla, Cartagena y Santa Marta, así como San Basilio de Palenque. En el litoral Pacífico, en Quibdó y distintas poblaciones de Chocó, Valle y Nariño.
Estas verbenas son preámbulos de grandes festividades como el Carnaval de Barranquilla, la Feria de Cali o el Festival folclórico del Pacífico en Buenaventura, entre otros. En los barrios se reúne la gente a bailar, a jugar los juegos tradicionales, como la rana. Los niños participan también con juegos tradicionales como la golosa, las canicas, el trompo, según la población y sus usanzas. También se comen los platos de la región y hay todo tipo de bebidas, incluyendo licores. Hay concursos de disfraces, de baile, de comparsas.
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Se presentan grupos de músicos de la zona, especialmente artistas aún no reconocidos por los circuitos comerciales. Pueden darse peleas de boxeo, a veces se escoge una reina y, por lo general, no hay que pagar entrada, como sí lo deben hacer, muchas veces, quienes presencian los desfiles o la presentación de orquestas en las grandes fiestas y ferias oficiales.
El Carnaval de Barranquilla fue objeto de reconocimiento del Congreso de la República en 2001, como patrimonio cultural, y en 2003 la Unesco lo reconoció como obra maestra del patrimonio oral intangible de la humanidad.
En ese contexto, se destacaron las verbenas como una de las expresiones de reunión en torno a un gran amplificador de sonidos populares: el pick up. A la vez, aquellas verbenas son la oportunidad para quienes no tienen los recursos para entrar a los grandes espectáculos del Carnaval, y se quedan en sus barrios compartiendo lo propio y la música que más les mueve el alma y el cuerpo. La verbena es popular y colectiva, convoca la solidaridad y el encuentro.
Pero en los últimos tiempos las verbenas han sufrido las consecuencias del clima de violencia que vive el país y han sido acosadas por pandillas y asaltantes, poniéndolas en riesgo de desaparecer. Los organizadores de las ferias autorizan un número cada vez más reducido de verbenas que, en ocasiones, deben pagar impuestos altos. Sin embargo, es una tradición que resiste para subsistir y resurgir como espacio de fraternización de las comunidades humanas que quieren ponerle alegría a la vida barrial.