Los actos de posesión de quienes son elegidos para ocupar el cargo más importante de un país permiten analizar distintos aspectos de una de las ceremonias más significativas para la democracia de una nación.
En Colombia, tradicionalmente esta ceremonia se desarrollaba bajo un estricto protocolo, que le implicaba al presidente electo caminar desde el palacio de San Carlos, que en algún momento fue la casa presidencial, hasta el congreso de la República, en dónde el presidente de esta corporación le tomaría juramento y a partir de ese momento sería presidente en ejercicio del país.
Durante la posesión de primera presidencia de Juan Manuel Santos (2010), el protocolo cambió. Por primera vez en la historia reciente, el acto se llevó a cabo en la Plaza de Bolívar, lo que implicó una manera diferente, y hasta más cercana, de entender el cambio de un mandato presidencial.
Para la posesión de Gustavo Petro para el periodo presidencial 2022-2026, tomó de referencia este lugar, pero tuvo una gran participación ciudadana y cultural que no se había visto en anteriores posesiones, no solo en la capital, sino en todas las regiones del país.
Sin embargo, más allá de la forma, el fondo también es importante, y se hace referencia a los discursos presidenciales, y lo que significa, no solo como guía de lo que serán los siguientes cuatro años, sino hoy en día lo que implica en términos económicos y diplomáticos cada una de sus palabras.
Hoy en día ya no valen los discursos puntuales o pragmáticos, como el Tomás Cipriano de Mosquera (1845) quien impuso un récord de tiempo en hacerlo no más de un minuto de duración, o discursos como el de Mariano Ospina (1946), quien impuso otra marca, pues durante seis largas horas, no solo acabó describiendo todo su programa de gobierno, sino también a sus invitados, dos de los cuales enfermaron grave y posteriormente murieron a causa de haber retenido líquidos durante todo este tiempo.
Los discursos presidenciales, y más los de una posesión tienen unos temas por los que se quieren recordar en la ciudadanía. Cesar Gaviria (1990) se enfocó en impulsar una Asamblea Nacional Constituyente que le permitiera al país integrar distintas visiones sociales, culturales y económicas que habían sido dejadas de lado por las elites que tradicionalmente habían gobernado el país, incluida la apertura de la economía de una nación que quiso competir a nivel internacional, pero que no estaba lo suficientemente preparada para tal reto.
Samper (1994), tuvo un discurso mucho menos acartonado, propio de una herencia de oralidad y escritura de familia, que hizo ver, o al menos entre quienes estuvieron escuchando la alocución, un país que estaría al borde de superar la ola de violencia propia del narcotráfico y demás grupos armados, a través de un enfoque al desarrollo social, o como él lo denominó “el salto social”. Discurso que estuvo acompañado en su momento por Fidel Castro como uno de los invitados que más llamó la atención.
La paz siempre ha sido ‘el caballito de batalla’ de muchos de los discursos que se han pronunciado en los actos de posesión. La Voz del Poder II, recientemente presentado por Señal Memoria, deja entrever como desde 1938 hasta la actualidad, los presidentes le han dedicado un apartado especial a este crucial tema.
Pero también los discursos son un importante estandarte en momentos claves de la historia local o internacional. La alocución de Rojas Pinilla (1954), en un momento clave, pues la forma en como lo pronunció dio la tranquilidad de que “el golpe militar” fuese una transición de retorno a la democracia, como efectivamente Alberto Lleras Camargo (1958) lo reconoció en el día de su posesión como primer presidente del Frente Nacional. O el que debió pronunciar José Vicente Concha (1914) cuyo mandato coincidió con la Primera Guerra Mundial, y las consecuencias para Colombia, a pesar de la neutralidad que adoptó frente al conflicto, le permitió el apoyo por parte de todas las fuerzas políticas.
Los discursos son un punto de partida para las frustraciones de lo no cumplido, tanto para quien lo pronunció como para quien lo escuchó. Barco (1986), en recientes entrevistas dejó entrever que una de sus grandes deudas fue “una reforma constitucional no lograda” y sumado a ello la defensa a la democracia que se vio opacada por la muerte de cuatro candidatos presidenciales durante su mandato, y el reclamo de los sectores de izquierda a estos actos de violencia.
Las alocuciones presidenciales en los actos de posesión traen nuevos temas, el saliente presidente Duque (2018-2022), hizo referencia a un tema que para muchos no se entendía muy bien, y es como alrededor de lo que él denominó la “economía naranja”, modelo económico basado en la generación de riqueza a través del “talento, la conectividad y la herencia cultural” de las regiones, el país tendría un salto hacia el desarrollo económico y social desde lo territorial.
En los discursos presidenciales se pueden identificar diversos aspectos: las promesas de cada gobernante durante su alocución de posesión, la enunciación de los planes de gobierno, las relaciones de poder que establece con las diferentes ramas del poder público y, por último, la manera como cada mandatario ejerce el poder frente a la crisis o los hitos que han marcado la historia de un país como el nuestro, cuestión que desde Señal Memoria invitamos a hacer disfrutando uno de los productos más importantes como lo es La Voz del Poder, en su edición digital o física.