Por: Alejandra Cuéllar Cedano - Periodista Chaparral
Es una escena tradicional del imaginario popular del Tolima Grande que los mayores de una familia se sienten en torno a una mesa o a un fogón de leña al final de la jornada laboral y convoquen a personas alrededor para contar historias que, si bien están compuestas por elementos fantásticos, no son del todo percibidas como relatos ficcionales ya que, como indica el Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP) en Colombia, país de regiones, “el concepto de la vida y los valores sociales perviven en las leyendas y los mitos”.
A pesar de que se suela apelar a este ejercicio con el objeto de “matar el tiempo para llamar el sueño”, la mitología comprende lecciones de vida relevantes ante los ojos de las comunidades. Según Orlando Pamo Chaguala, nativo pijao y exsecretario de la Asociación de Cabildos Indígenas del Tolima, algunos mitos se usaban con el fin de corregir a jóvenes y mayores, hombres y mujeres, buscando que tuvieran “un poco de compostura” frente al actuar de formas indecentes o irrespetuosas.
Estas historias son generalmente verosímiles para el oyente, dado que generalmente les ocurren a gentes con nombres propios o al mismo narrador. Gracias a estas tradiciones en el Tolima Grande se ha edificado una mentalidad rica en seres mitológicos, espantos y endriagos.
La mujer en la mitología del Tolima Grande
Una representación común entre las historias mitológicas del departamento se da alrededor de las mujeres. De acuerdo al CINEP, esto se debe en gran medida a la fuerza de la figura de La Gaitana, que simbolizó la resistencia de yalcones, paeces y pijaos hacia la conquista.
Ejemplo de ello, relatos como el de La Candileja, una mujer que salía riendo y llorando especialmente en las noches oscuras y que, según Orlando Pamo, “era una mujer que fue infiel y tuvo la desgracia de que se convirtiera en un alma en pena que salía por los llanos y bosques”.
La Patasola también es otro ejemplo de esta representación. Sobre su figura se han difundido dos historias distintas: la primera indica que se trata de una mujer a la que el marido le amputa su pierna movido por el dolor de una infidelidad; y la segunda describe a una mujer que ante el no regreso de su esposo ido a la guerra, lo da por muerto para reorganizar su existencia; tiempo después el marido vuelve, ella enloquece y en su locura pierde al fruto de su impaciencia, acrecentando su delirio.
Así mismo, otros ejemplos claros son la historia de la Madremonte y de la Madredeagua. De acuerdo con la tradición oral, la Madremonte es el espíritu del bosque, representada en una hermosa mujer cubierta de hojas, que enturbia y crece los ríos cuando se baña en ellos, generando inundaciones a su alrededor. Cuenta la historia que ataca a quienes son irresponsables con el bosque, discuten por linderos u ocupan tierras ajenas, perdiéndolos en el espeso monte. Según Pamo, “nuestro apego a la naturaleza y a los bosques hacía que nos confundiéramos con ese sentir que tenía la naturaleza, y generalmente se le quería como la madre.”
Por otro lado, cuenta el mito que la Madredeagua, cuidandera del agua, es una hermosa mujer que enloqueció tras el asesinato, a manos de su propio padre, uno de los primeros conquistadores, del hijo de su relación con un cacique que huyó junto a ella de su presidio. Cuando ella se desespera, al recordar su hijo, envenena las aguas y hace temblar las montañas, trayendo consigo desgracias a quienes habitan cerca.
Otras representaciones determinantes en la mitología tolimense
El Chilacó de Viento es una de las ánimas del viento del pueblo pijao. Pamo Chaguala explica que “se siente que es un aviso de puede haber situaciones anómalas o difíciles para una comunidad”, creando pánico en los jóvenes y niños por el bullicio que hace cuando canta sobre el aire. “Muchas personas si lo hemos escuchado y genera bastante temor, coloca la piel de gallina”, afirma. En entrevista para el Ministerio del Interior, la profesora indígena Nelsy Vega Oyola reseñó que entre las ánimas del viento se encuentran también, El Pollo de Viento, el Burro de Viento, la Culebra de Viento, y El Burro sin Cabeza.
También destacan mitos tolimenses tales como el del Tunjo de Oro, un ser mitológico parecido a un niño que se le aparece a “personas que tienen una vocación de lo colectivo, mucha moral, ética y son muy respetuosos”, cuenta Orlando Pamo; o el del Guando, representación de la muerte de la cual se habla principalmente en épocas de violencia. De igual manera, también se ha asignado roles mitológicos a animales tales como las lechuzas, cuyos cantos pueden avisar sobre situaciones previsibles.
La mitología tolimense y la espiritualidad pijao
Pamo Chaguala contó a Radio Nacional de Colombia que la mitología tolimense está profundamente ligada a la espiritualidad pijao, y a Dioses y Diosas tales como Dulima —en referencia al Nevado del Tolima, ‘río de nieve’—, la Diosa del viento Ibanasca, el Dios de la prosperidad Locombó, el Dios de las cosechas Guimbales, o el Dios de la guerra Lulumoy. Este último se asemeja a una persona con muchos brazos, y es invocado en momentos de confrontaciones.
Todo esto hace parte de la tradición oral del Tolima Grande, y es un pilar cultural por cuyo rescate se trabaja desde procesos como la Asociación de Cabildos Indígenas del Tolima, aún a pesar de la erosión que implica el tiempo en la reproducción de este tipo de relatos. Como lo afirma Pamo, el modelo educativo de los colegios de las comunidades étnicas ha sido determinante en que desaparezcan ya que “no están diseñadas para continuar estas tradiciones.”