Daniel Divinsky fue la primera persona en informar de la partida de Joaquín Salvador Lavado Tejón, más conocido como ‘Quino’. Con un trino de no más de 15 palabras hizo pública aquella triste noticia, sacudió las emociones de aquellos fieles seguidores del trabajo de quien fue su mejor amigo.
Además de ser conocido como uno de los editores más prestigiosos de Argentina por crear la editorial ‘Ediciones de la Flor’, que publicó y, años después, popularizó la famosa historieta, Daniel fue uno de los más grandes amigos que tuvo Quino en vida. Conocía más allá de su faceta de artista, tantos años juntos le dejan recuerdos que hoy saca de su corazón y comparte con los seguidores del difunto.
En entrevista con Señal de la Mañana, Daniel habló de Quino: un hombre, hijo de familia de padres exiliados de Andalucía (España), que murieron cuando Joaquín aún era muy chico, por lo que quedó al cuidado de su tío, Joaquín Tejón, que además era pintor y fue quien le enseñó a dibujar. Según cuenta el editor, Quino fue un autodidacta y algunos años más tarde recibiría un consejo que lo llevaría a crear a su más grande animación: Mafalda.
“Nació como una propuesta de un amigo de Quino, cuando él no tenía demasiado trabajo, un amigo que trabajaba en una agencia de publicidad, le sugirió dibujar una historieta, cuyo personaje principal iniciara con la sílaba MA en su nombre, porque los electrodomésticos se llamaban Mansfield”, cuenta.
Quino hizo a Mafalda, pero finalmente la campaña publicitaria no se hizo. Sin embargo, ya se habían dibujado bastantes tiras con la simpática familia, por lo que su mismo amigo, a quien le propuso la idea inicial, le sugirió presentar la propuesta a la revista Primera Plana, una publicación de información semanal, de enorme circulación en la Argentina de los años 60.
“Y ahí empezó la carrera indetenible que se mantiene hoy, y que creo que se va a mantener póstumamente, porque la vigencia de sus personajes y de su humor sigue permanente”, declara Daniel.
La historieta de la irónica niña es conocida y popular en muchos países del continente y también fuera de él, un éxito mundial, se podría decir. Incluso, sus mensajes se han traducido a alrededor de 30 idiomas. Aún así, resulta curioso que el mismo Quino no lo considerara de la misma manera. “Cuando a Quino le decían que Mafalda era reconocida mundialmente él decía tímidamente ‘bueno, en África no la conoce nadie’”, recuerda.
Quizá una de las razones por las que la historieta logró traspasar fronteras es porque no fue, ni de cerca, una tira de humor simplista. Basta con saber que el convulso momento que se vivía en Argentina justo cuando Quino estaba ideándola.
Según el contexto que pinta Daniel “cuando empezó era uno de los pocos intervalos democráticos que fue interrumpido por el golpe militar de 1966, que motivó una de sus tiras más celebradas donde aparecía Mafalda, con un primerísimo plano diciendo a cámara ‘¡¿Y entonces lo que nos enseñaron en la escuela?!’, expresando la decepción de Quino hacia los militares que habían derrocado un gobierno civil, realmente meritorio y democrático. Después, debido a las contingencias del país vivido en ese momento, él dejó de dibujarla en 1973, cuando se volvió a restaurar, la democracia que creíamos permanente, sería nuevamente derrocada en 1976”.
A través de la historieta, Quino encontró el espacio para materializar sus ideas y sentimientos, según cuenta Daniel. Cada personaje estaba cargado de distintos aspectos del carácter del artista. “Él se reflejaba en todos los personajes, no solo en Mafalda, de la tira que son diversas facetas de su personalidad, así que no había una separación posible entre ambos protagonistas”, señala.
Por eso se dice que cuando alguien le preguntaba “¿Qué pensaría Mafalda de...?”, él respondía “Mafalda pensaría lo que pienso yo. Lo que ella dice es lo que yo pienso”.
Mafalda fue para Quino “un placer, luego una exigencia y siempre una fuente de beneficios, porque los libros se vendieron muchísimo y la tira se publicó en muchos países del mundo”, dice Daniel. Nunca fue un tema prohibido, mas sí se evitaba hablar de ello en las conversaciones amistosas por la exigencia y sacrificio diario que suponía para el autor.
Quedará en la memoria de muchos el paso por el mundo de un humorista gráfico e historietista de su talla. “Un humanista preocupado por el mundo y por el género humano”, como lo describe su mejor amigo.
Daniel siempre lo recordará como aquel amante de pasar las tardes escuchando a sus amigos, más que hablando, porque era muy poco locuaz. Fiel al vino tinto, especialmente al Malbec, y el de precio intermedio, porque le parecía un despilfarro comprar vinos muy caros. Amante de la ópera y la música clásica, que escuchaba permanentemente mientras dibujaba.