Miles de peregrinos católicos llegan este fin de semana al municipio de Nátaga, una pequeña comunidad que se levanta en medio de las montañas de la cordillera Central en el Huila, para rendir culto y veneración a la imagen de la Virgen de las Mercedes que, según historias que parecen tomadas de una leyenda, decidió quedarse en la región, tal vez hace más de 200 años, cuando era llevada desde Quito a Santa Fe.
De entonces a hoy, el profundo sentimiento religioso une tanto a viajeros llegados de todos los rincones del país e incluso de naciones vecinas, entre ellas Ecuador y Perú, como a comunidades indígenas de todo el suroccidente colombiano, y para quienes la entronización de la Virgen tiene un acentuado sentido cultural e histórico.
“Esta es una tradición de gran importancia no solo para el Huila sino para Colombia. Peregrinos de todas partes llegan a manifestar su fe después de tres años de no poder celebrar abiertamente la fiesta en honor a Nuestra Señora de las Mercedes”, indicó el sacerdote John Jairo Botero, párroco de Nátaga, al recordar que la pandemia significó un receso obligado en la celebración.
Hoy, incluso con el parque central de la población que fue renovado, el pequeño municipio a medio camino entre Huila y Cauca se ve desbordado por la llegada masiva de visitantes que “vienen a cumplir sus promesas, y a expresar su acción de gracias por los favores recibidos”, recordó el sacerdote Botero. Y agregó: “Han llegado por miles; la cifra es incontable. El peregrinar comenzó desde el viernes”.
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La devoción a la Virgen de la Merced o Nuestra Señora de las Mercedes, conocida también como Virgen de la Misericordia, comenzó en el mundo católico hace más de 800 años. Su fiesta patronal se celebra el 24 de septiembre, y se le considera también la auxiliadora de las personas cautivas o privadas de la libertad.
En el actual territorio del Huila, la peregrinación que se congrega en la Basílica que se levanta en el centro de Nátaga tuvo un origen que se dispersa en medio de narraciones que mezclan el mito y el misterio: comerciantes que llevaban la imagen de la Virgen desde Quito rumbo a Santa Fe, detuvieron su marcha en cercanías de la desembocadura del río Páez en el Magdalena.
Al intentar reiniciar su camino, “hallaron tan pesado el fardo que no pudieron moverlo”, como relatan textos sobre esa historia. Los vecinos del lugar decidieron comprar la imagen de la virgen aunque no les habría alcanzado el dinero para la figura del niño. Así que los comerciantes siguieron su camino rumbo a Santa Fe. Pero, de manera inexplicable, esa figura del niño “tornó volando a buscar los brazos de la Virgen”.
Como quiera que ocurrió el hecho, la devoción creció con el paso de los años y, a pesar de las dificultades iniciales, fue creciendo con el paso de los años en Nátaga, no lejos del sitio de aquellos sucesos, y donde finalmente se entronizó la efigie de la virgen y el niño.