En su antología ‘100 años de vallenato’, Pilar Tafur y Daniel Samper Pizano dedicaron amplio espacio a tres juglares que ellos consideran los pilares absolutos de la creación en el género. El último sobreviviente de esa tríada que incluyó al cesarense Rafael Escalona y al guajiro Leandro Díaz, curiosamente fue un compositor de una región ajena a la llamada Provincia, que es como se conoce al territorio tradicionalmente enmarcado como ecosistema natural del vallenato. Era Adolfo Pacheco Anillo, quien acaba de dejarnos.
Nacido en San Jacinto, Bolívar, el 8 de agosto de 1940 y fallecido el pasado sábado 28 de enero, Pacheco determinó una impronta en la música de nuestra costa Caribe, no sólo gracias a paseos y merengues como "La hamaca grande", "El mochuelo" "Mercedes" y "El viejo Miguel", sino también por cuenta de cumbias como "Mi machete", y "Cuando lo negro sea bello" y "Sabor de gaita".
Tafur y Pizano aseguraron sobre él que “el sanjacintero ha demostrado en ensayos, declaraciones y canciones su interés por el folclor, lo que lo ha llevado a defender el aporte de la música sabanera (…). Si hace unos años esta vertiente musical del vallenato padeció la incomprensión de algunos puristas e incluso el rechazo sectario de otros, ya nadie niega que los paseos en tono menor y los merengues guapeados de las sabanas –sano contagio de la cumbia y el porro– enriquecen el espectro del vallenato, ensanchan su mapa y dan testimonio de su variedad”. Y todo ello, entre otras, gracias a su lucha a brazo partido por el reconocimiento de las vertientes alternas de la música de acordeón, más allá de los cuatro aires tradicionales.
Pacheco descubrió de niño el arte del juglar Francisco "Pacho" Rada. Ello se sumó a su cercanía con Toño Fernández y demás Gaiteros de San Jacinto, así como a su amistad con el padre de la cumbia en acordeón, su paisano Andrés Landero. Todo eso determinó el interés por una obra que atravesara todas las manifestaciones de la música de acordeón. Por eso nació, a manera de protesta ante el Festival de la Leyenda Vallenata, su más célebre composición, "La hamaca grande", así como otras en franco espíritu de alegato como “El pintor”, “La espina” y “El engaño”. A pesar de esos desencuentros y gracias a la valía de su obra, Pacheco fue declarado Compositor Vitalicio en el Festival de la Leyenda Vallenata de 2005.
Célebres exponentes del vallenato de todas las generaciones, sumados a grandes representantes de la cumbia desde Landero hasta Carmelo Torres, pasando por los gaiteros tradicionales de su lugar de origen, interpretaron la música del juglar, un creador que ha plasmado en sus composiciones los encantos de su tierra, algunos momentos puntuales de su vida, sus ideas sobre la música y todo aquello que le ha dejado el haber sido paralelamente político, periodista, deportista, padre de familia y criador de gallos de pelea, entre otras.
Además de componer, el propio Pacheco grabó en su voz muchos de sus propios vallenatos y cumbias, en discos de LP al lado del acordeonero Ramón Vargas, el famoso Compadre Ramón al que le hace la visita y la invitación en “La hamaca grande”; y más recientemente al lado del gaitero Juancho Nieves.
Pacheco falleció luego de ingresar en la Clínica General del Norte de Barranquilla el pasado 20 de enero, tras sufrir un accidente automovilístico a la altura de la población de Calamar, al norte del departamento de Bolívar. Su partida deja un profundo vacío en la tradición musical colombiana.
Paz en la tumba del juglar vallenato Adolfo Pacheco Anillo, nuestro Artista de la Semana.