Durante muchos años ‘Macumbia’ fue considerado el primer vestigio fonográfico del jazz en Colombia. Si bien en los últimos años han aparecido registros que desmienten este supuesto (el disco de Luis Rovira, por citar al menos uno), hay un aspecto en el que sí parece haber común acuerdo: la grabación de Francisco Zumaqué, publicada en 1984, marca un punto de partida en la historia moderna del jazz local.
Celebramos los 75 años de vida del compositor cereteano, con una particular disección en seis movimientos de uno de los capítulos más recordados de su amplia y ecléctica discografía.
I Nina Sánchez Avella de Friedmann (Bogotá, 1930- 1998) fue una eminente antropóloga que enfocó su extensa obra en los estudios afroamericanos de las comunidades del territorio colombiano. Su vasta obra comprende 13 libros, decenas de ensayos y cinco películas documentales.
Sus investigaciones sirvieron de base en la redacción y promulgación de la Ley 70 de 1993 o Ley de Comunidades Negras, “que visibilizó y otorgó reconocimientos jurídicos legales, territoriales y políticos a las comunidades afrocolombianas”. En la contraportada del disco un texto suyo define, desde la antropología, el concepto musical de Francisco Zumaqué:
«Macumbia: vocablo que surge de la conjunción del vocablo ma y la palabra cumbia. Ma es un artículo pluralizante perfectamente vivo y actuante en la gramática palenquera (Palenque de San Basilio) / Prefijo en idiomas Bantúes del África Central.
Cumbia: Gombay; Goombah es una clase de tambor tocado siempre con los dedos y no con los palos. Cumbia es un baile de la Costa Atlántica colombiana con elementos negros, indios y quizá españoles y ambas voces probablemente derivan del congo ngoma, nkumi, que significa tambor. Además, en Colombia combo significa “conjunto musical”, “pequeña orquesta”.
El vocablo ‘macumbia’ es en sí mismo, una creación lingüística que aúna del trance de una génesis en América, recuerdos bantúes del Congo y Angola y un dibujo de la sociedad colonial en cuya expresión danzante se trenzaron el indio, el negro y el europeo».
II Por su parte, el compositor se vale de una anécdota personal para revelarnos el posible significado de su neologismo, como quedó consignado en una entrevista que le concedió a la saxofonista María Valencia en noviembre de 2005:
«Macumbia era una especie de homenaje que le estaba haciendo a mi padre Francisco Zumaque Nova, quien en la época de Pacho Galán había creado junto a su agrupación los Macumberos un ritmo que él llamó “macumba”, un poco tomando la misma expresión del rito afro-brasilero de danza, que básicamente es un rito religioso. Mi papá hizo esto sacando elementos del mapalé y de la cumbia. En el momento de homenajearlo no pensé en un ritmo sino en un concepto que toma elementos de nuestra música tradicional y la proyecta a través de fusiones; de acercamientos formales al jazz, el pop y el rock».
III El caleño Bernardo Ossa es ampliamente conocido por su trabajo al lado de estrellas rutilantes del pop latino como Fonseca, Andrés Cepeda, David Visbal y Olga Tañón. Su impronta aparece, también, en extremos variopintos de la cultura sonora colombiana: compuso la música original de la película ‘Pura sangre’ (Luis Ospina, 1982) y a principios de los ochenta tocó teclados en la legendaria agrupación Crash.
Como arreglista, su crédito aparece en ‘Clásicos de la provincia’ (Sonolux, 1993) y en el sencillo ‘Siloé’/ ‘María’, con el que Compañía Ilimitada se popularizó en 1985. Un año antes hizo las veces de ingeniero de sonido registrando, junto a Juan Mario Restrepo, las siete piezas de ‘Macumbia’.
IV El combo de músicos convocados para la grabación fue una combinación de juventud y veteranía. Al estudio llegaron, por ejemplo, el bajista Lisandro Zapata, reconocido en la escena del rock por su participación en Terrón de Sueños y La Onda Tres, y tres curtidos personajes del ambiente salsero colombiano: el trombonista Gustavo ‘Pantera’ García, el trompetista italiano Mauro Ferri y el conguero Luis Pacheco.
Por su parte, algunos que apenas despuntaban en sus carreras, le aportaron frescura al histórico registro. Fue el caso del pianista Juan Vicente Zambrano y el baterista japonés Satoshi Takeishi, quienes se habían conocido años atrás durante su temporada de estudios en Berklee.
En su libro ‘Nocturno en mi Bemol mayor’ (Cuellar Editores, 2014), Javier Aguilera cuenta que contactó a Zambrano para que relevara a Armando Manrique en el Jazz Bar 93, un local que habían fundado en 1982. Desde Cali, donde vivía en ese momento, el pianista aceptó, pero con la condición de ir con su amigo asíatico.
«Al llegar a Bogotá se hospedaron en mi casa. Por supuesto, el intercambio baterístico con Satos fue intenso. En una de esas sesiones, preguntaba Satos: “Javier, ¿cómo toca tu cumbia?” Después de las explicaciones del caso, acentos, patrones y síncopa, en media hora tenía la lección perfectamente aprendida, tanto que un mes más tarde estaba grabando el álbum ‘Macumbia’ con Francisco Zumaqué».
Otro de los comensales habituales a Jazz Bar 93 era un joven e inexperto saxofonista que, luego de verlos en un programa de televisión, había quedado encantado con Zambrano y Takeishi. Con nostalgia (compasiva y tierna) alguna vez Antonio Arnedo le manifestó al escritor Hugo Chaparro Valderrama cómo fueron esos días de crecimiento que desembocaron en el estudio de grabación.
«A ellos los conocí un fin de semana y Satos relacionó mi cara con la de mi hermano Tico, que ya tocaba muy bien, pensando que tal vez yo también era buen músico. Me invitaron a un sitio llamado el Jazz Bar, acá en Bogotá, porque les dije que tocaba saxofón. Esa noche especial, estaban Joe Madrid, Edy Martínez, Francisco Zumaqué, Armando Velásquez, el saxo se oyó terrible. Todos me miraban con ojos de desesperación y aunque solo me dejaron tocar un tema, quedé fascinado».
Tiempo después de su fracasado debut en público, Arnedo recibió una invitación inesperada: «Entonces estudiaba todas las mañanas, seguía tocando por las noches y creo que por empatía me llamaron a trabajar en el proyecto ‘Macumbia’. Ni siquiera leía música y si lo hacía, lo hacía bastante mal. Además, los otros músicos ya tenían bastante recorrido.
Zumaqué me confesó después que no me sacó del grupo por respeto con mi papá y por solidaridad conmigo. Pero así ensayamos tres meses, de domingo a domingo, y después que terminaba con el grupo me quedaba en el Goce Pagano tocando con Satos hasta las tres de la tarde, estudiando luego de seis a nueve, para irme otra vez al Jazz Bar donde tocaba hasta la una o las tres de la mañana».
Dato curioso: Juan Vicente Zambrano, Lisandro Zapata, Bernardo Ossa, Antonio Arnedo y Satoshi Takeishi conformaron Boranda, una efímera banda de la que, infortunadamente, no hay ningún registro audiovisual ni discográfico.
V Los dibujantes y caricaturistas de la carrera séptima son algunos de los personajes más emblemáticos del paisaje céntrico de Bogotá. Allí, entre la Plaza de las Nieves y el ONLY, bajo el estirado alfeizar del edificio de la ETB, instala su puesto desde hace más de dos décadas Luis Enrique Antolinez, a quien le debemos esa joya ilustrada del modernismo tropical colombiano que enmarca la portada de ‘Macumbia’.
«Soy amigo de un músico llamado Alex Camargo. Él me presentó a Zumaqué cuando estaba buscando un diseñador para la carátula de su nuevo disco», cuenta Antolinez. Y sigue: «Me invitó a las sesiones de grabación y hablamos mucho de su música. El dibujo intenta retratar el encuentro de viejos sonidos caribeños con la tecnología. La tipología que utilizamos no es de catálogo, fue diseñada exclusivamente para el disco cuya portada ganó el primer puesto en un concurso de diseño gráfico convocado por la Biblioteca Nacional de Colombia. Allí estuvo expuesta durante un buen tiempo».
Luis Enrique remata con un recuerdo que ilustra muy bien la jocosa personalidad de Zumaqué: «Cuando nos conocimos, él iba a cumplir 40 años y me dijo: "uno es en esta vida lo que hizo hasta los 40". Yo tomé como sabias sus palabras y dejé de verlo durante una década. Cuando me lo volví a encontrar de nuevo, afirmó: "uno es en esta vida lo que hizo hasta los 50". Lo mismo me dijo, tiempo después, cuando cumplió 60».
VI Uno de los sucesos televisivos de 1969 en Colombia fue la telenovela ‘Candó’, escrita por Bernardo Romero Pereiro y dirigida por Luis Eduardo Gutiérrez. De corte costumbrista, esta intriga amorosa, protagonizada por Judy Enríquez y Julio César Luna, tuvo como telón de fondo el drama de la explotación minera y maderera en el departamento del Chocó. La canción original del seriado fue compuesta por Francisco Zumaqué, quien 15 años más tarde la retomó en ‘Macumbia’ con un sofisticado y progresivo arreglo muy en la sintonía de Irakere y Los Van Van.