Este mes de diciembre se cumplen 250 años del nacimiento del compositor Ludwig van Beethoven. Por causa de la pandemia, la celebración terminó siendo muy distinta a lo planeado originalmente: pareciera que a Beethoven lo persigue el infortunio aún después de su muerte. En vida, la sordera no le permitió oír sus últimas obras. En “el año Beethoven”, como se llamó de manera entusiasta al 2020, al menos dos producciones de 'Fidelio' (su única incursión en la ópera) tuvieron que ser suspendidas.
Nos quedan, por fortuna, las grabaciones. Como escribió hace unos meses el editor de la revista Gramophone, James Jolly, “si un compositor puede soportar un año sin conciertos es Beethoven, ya que su música nunca ha sido abandonada”. Por eso planteamos aquí una celebración original del año Beethoven. Un Beethoven bizarro, al igual que este año que se acaba. Estas pueden ser las versiones más extravagantes en música electrónica, jazz y salsa, de su música inmortal.
Jean-Jacques Perrey – 'The elephant never forgets' Digámoslo de entrada: esta pieza se hizo famosa como banda sonora de la serie “El chavo del ocho”, pero en su origen era un experimento del músico electrónico francés Jean-Jacques Perrey con un moog, uno de los primeros sintetizadores, llamado así porque su creador fue Robert Moog, un ingeniero estadounidense. Perrey tomó como base la melodía de la marcha turca de la obra “Las ruinas de Atenas”, una pieza compuesta por Beethoven en 1811.
Jacques Loussier – 'Theme and variations' El pianista de jazz Jacques Loussier dedicó su vida a hacer adaptaciones de música clásica. La mayor parte de su producción se centró en la obra de Bach, pero en el año 2003 decidió hacer algo diferente. Tomó un fragmento de la Sinfonía no. 7 de Beethoven y lo sometió a una serie de variaciones. El propio Beethoven hizo un ejercicio similar en su tiempo, cuando tomó un vals del menos conocido Anton Diabelli y desarrolló las llamadas “variaciones Diabelli”.
Markolino Dimond – 'El quinto de Beethoven' Markolino Dimond fue un rebelde de la salsa neoyorquina. Dotado de un oído impresionante, dicen que era capaz de interpretar una canción después de haberla oído solo una vez. Seguramente esta pieza surgió luego de escuchar (e imitar a su manera) las célebres cuatro notas que abren la Quinta Sinfonía de Beethoven: sol-sol-sol-mi bemol. Para Beethoven, ese sonido era ”el destino llamando a la puerta”; para Markolino, un pretexto de improvisación rumbera.