Comunidades de las sabanas del Yarí, ubicadas en área limítrofe de los municipios de San Vicente del Caguán (Caquetá) y la Macarena (Meta), lideran una apuesta comunitaria de reconciliación con la naturaleza como avance fundamental para la construcción de la paz en esta zona del país, que históricamente ha sido emblemática por asuntos relacionados con el conflicto armado y por ser escenario de diálogos para negociaciones de paz.
Esta vez, no es la guerra la protagonista. Esta vez, lo son los procesos organizativos y las cerca de 48 familias que adelantan acciones de restauración de los ecosistemas, reconversión y diversificación de sus sistemas productivos en clave de sostenibilidad. Esto, con el propósito de resarcir la pérdida de bosque y los efectos negativos que trae consigo para el equilibrio natural del sector, hacerle frente al cambio climático con soluciones basadas en la naturaleza y sumar esfuerzos para brindar un mejor futuro a las nuevas generaciones.
Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), durante 2020 en Colombia se deforestaron 109 mil hectáreas de bosque. Las sabanas del Yarí conformaron uno de los 12 núcleos de deforestación donde se concentró el 67 % de la pérdida de bosque a nivel nacional.
De acuerdo con Arnulfo Mendoza, integrante de la junta directiva de la Corporación de Trabajadores Campesinos Agropecuarios Ambientales de los Llanos del Yarí (Corpoyarí), organización de segundo nivel que agrupa a varias de las veredas del sector, aunque no ha sido fácil la tarea de generar conciencia entre las personas, acostumbradas a unas prácticas nocivas con el medioambiente para sostener su producción ganadera, poco a poco, han logrado avanzar en que cada vez más familias se involucren y se sumen a los acuerdos comunitarios de cuidado de la Amazonía.
“Nosotros como campesinos dentro del territorio somos conscientes de que hemos hecho unos daños, entonces ahora buscamos restaurar esa paz con la naturaleza, con las rondas hídricas, volver a sembrar estos árboles para poder recuperar lo que dañamos un día, para que haya un mejor ambiente” señala Mendoza.
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Arnulfo también es uno de los cerca de 25 promotores campesinos vinculados directamente al proyecto Amazonía Sostenible para la Paz, financiado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente y ejecutado por el Pnud con el liderazgo del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y la institucionalidad ambiental de la región amazónica, cuyo propósito es consolidar el Paisaje Productivo Sostenible del Yarí, que incluye las acciones de restauración lideradas por las mujeres de la Asociación Ambiental De Mujeres Trabajadoras Por El Desarrollo Del Yarí (Aampy) y la organización Corpoyari.
Según Arnulfo, el trabajo como promotores campesinos consiste en formarse y desempeñar responsabilidades relacionadas con la instalación del Paisaje Productivo Sostenible en cada una de las 48 fincas vinculadas a la iniciativa que busca conectar 62 mil hectáreas de bosques en el Yarí, a partir de la generación de capacidades para que las comunidades y el territorio sean productivos en convivencia con las especies de flora y fauna del sector, en especial con aquellas que se encuentran en riesgo, como el jaguar.
Según Arnulfo, como promotores campesinos han aprendido a instalar acueductos familiares, bombas sumergibles, a generar patios agroalimentarios, a adecuar y sostener las huertas, entre otros. El aprendizaje adquirido por la comunidad a nivel individual y colectivo ha sido, para él, uno de los mayores aciertos durante los últimos años en el marco de Amazonía Sostenible para la Paz, pues está seguro de que estos nuevos conocimientos les permitirán continuar con sus procesos a largo plazo independientemente de la financiación o la temporalidad de la iniciativa.
“Se busca que esa ganadería extensiva, comience a disminuir y las personas, en lugar de tumbar más, mejoremos la ganadería que ya tenemos y en pequeños terrenos podamos tener una mejor economía” indicó.
En concordancia con sus propósitos, las organizaciones campesinas firmaron, en el 2019, el Acuerdo Intergeneracional Por la Conservación del Jaguar, un pacto que busca la garantía de un futuro para las nuevas generaciones del Yarí. Dicho acuerdo fue suscrito en el 2023 por la ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Susana Muhamad.
Viverismo comunitario para la restauración de la selva
En el mismo sentido, Lorena Escalante, habitante de las sabanas del Yarí, integrante de Aampy y promotora campesina, quien, junto a otra persona, es encargada del ‘Vivero para la Conservación El Morrocoy’, reconoce que el conocimiento adquirido en los últimos años se ha convertido en algo valioso para su vida. Es toda una experta local en viverismo.
Hoy, dada su formación como promotora, conoce los nombres de las especies amazónicas nativas de su territorio, identifica las semillas, sus tiempos de germinación, los factores climáticos que alteran su desarrollo, entre muchas otras variables.
Lorena señala, además, que ha sido impactante para las mujeres sentirse parte activa de los cambios que ocurren a su alrededor “es muy bonito aprender y ayudar a cuidar el medio ambiente”.
Conversar con Lorena es adentrarse en el mundo de las plantas y tener una clase de botánica desde el saber popular. A los pocos minutos de charla brota su pasión por el trabajo, pues orgullosamente cuenta que el vivero tiene 60 mil plántulas aproximadamente y unas 120 especies diferentes.
Aunque su trabajo consiste en acompañar desde la “herramienta de manejo del paisaje” las fincas en las que se ha venido restaurando el ecosistema con plántulas del vivero, Lorena manifiesta con seguridad que se han propagado más de 200 especies nativas de la región.
Una apuesta de cuidado
Raquel Espinoza Gonzáles es la representante legal de la organización Aampy, proceso conformado por cerca de 60 mujeres del Yarí que trabajan colectivamente en asuntos ambientales, por la defensa de los Derechos Humanos y de su territorio. Según Raquel, lo más importante y transversal de su apuesta es el empoderamiento de las mujeres.
Aunque Aampy existe como organización desde 2011, en 2019 se fortaleció con la llegada de Amazonía Sostenible para la Paz. “Hemos estado llevando un proceso de restauración y conservación del bosque con las mujeres porque consideramos que la mujer es la base fundamental de la vida. Somos las que damos vida y debemos hacer esa reconciliación con la naturaleza”, indica.
Raquel cuenta que Aampy inició con el sueño de recuperar las rondas hídricas y asegurar el acceso al agua para las comunidades del Yarí. En la actualidad, lideran la estrategia de viverismo comunitario y buscan hacer de su territorio un escenario idóneo para el turismo, donde puedan llegar visitantes nacionales y extranjeros para contemplar el paisaje de selva y sabanas que lo componen.
La lideresa insiste en la importancia de que a estos procesos se sumen también los niños, niñas y jóvenes, para generar en ellos sentido de pertenencia y continuar un legado de cuidado territorial y colectivo.
En el camino de acercar a las juventudes a la iniciativa se encuentra Mayra Ayala, quien a sus 19 años también hace parte de la comunidad campesina y reconoce que junto a ella, alrededor de 15 jóvenes más sueñan con estudiar en la universidad y volver al Yarí para seguir aportando al desarrollo sostenible.
Para la joven, la vida campesina le ha dado un enfoque al territorio, reconocimiento a sus habitantes y la posibilidad de mostrar que el Yarí no es insurgencia y cultivos de uso ilícito.
“La promotoría campesina lo que hace es enfocar a los jóvenes en el trabajo comunitario, en el trabajo asociativo, en el trabajo de la finca y mostrar la verdadera cara de nuestro territorio”, reconoce.
“Yarí Cuna de Paz” es la iniciativa que recoge toda la apuesta de los campesinos de la región vinculados a Amazonía Sostenible para la Paz, en cabeza de las organizaciones sociales, mujeres y jóvenes del sector, quienes desde el saber popular y los conocimientos técnicos adquiridos, en monitoreo comunitario, viverismo, “herramientas de paisaje”, entre otras, han fortalecido su capacidad de agenciar el territorio de una manera cada vez más amable con el medioambiente, en convivencia con la fauna y los bosques: una paz con la naturaleza.