El 9 de abril del 2010, es una fecha que Carmen Cecilia Torres jamás hubiera querido vivir. Ese día quedó guardado en su memoria pues han pasado 11 años desde la desaparición de su hijo.
La fuerte lluvia que caía, según dice, le traía un mal presagio. Ese día su hijo, Sergio Omar Abril salió con destino al Escobal, en la zona de frontera con Ureña, municipio del estado Táchira de Venezuela cerca de Cúcuta. Sergio se despidió con un beso en la frente, prendió su moto con la que trabajaba como mototaxista, y nunca más volvió.
Hoy, 11 años después, lo único que le queda a Carmen Cecilia de su hijo, son las fotos y los recuerdos. En medio de la lluvia, la mujer repite una y otra vez que la borrasca le recuerda el día que su hijo no volvió. Dice que cada vez le es más difícil llorar, que tiene una coraza que cada golpe le ha ido formando, para poder seguir en pie.
“He hecho lo humanamente posible por encontrarlo, solo me queda aceptar la voluntad de Dios, pues a él ya le entregué a mi hijo”, comenta.
Las fotos de Sergio Omar, un joven de cejas pobladas, rostro delgado y piel trigueña, fueron repartidas en cada rincón del Escobal de Cúcuta y la zona de frontera, al inicio de una búsqueda que hoy, no ha dado frutos.
Mientras tanto, Cecilia acostumbra a hablar con el afiche de Sergio, como si estuviera presente, le describe lo que hace en el día, mantiene una conversación constante con su recuerdo, espera encontrarlo vivo o muerto.
La vida de esta madre se partió en dos, no tiene nietos, no tiene familia, y asegura que el único motivo por el que sigue en pie, es la ilusión de encontrar a su único hijo. Siente que su búsqueda ha sido insuficiente pues asegura que han faltado manos para ayudarla, y reclama a las autoridades cumplir su función.
“Yo incluso he ido a buscarlo en las trochas, entre Venezuela y Colombia, donde me dicen que fue visto por última vez, pero nadie investiga nada”, señala la mujer.
Sostiene que, gracias al Acuerdo de Paz, fue creada la Unidad de Búsqueda de Desaparecidos, con la que algunas madres han podido encontrar a sus familiares, sin vida, pero asegura que no todos han tenido la misma facilidad. Sostiene que mientras no se suministre información, la dificultad de hallarlos seguirá latente.
Este caso, es solo uno de los más de 4.000 registros de personas desaparecidas en el departamento que lleva la ONG Progresar en Norte de Santander. Según dice Wilfredo Cañizares, director de la ONG defensora de derechos humanos, “Lo increíble es el silencio y la falta de avances, ante una violación sistemática de los derechos humanos”.
Según Progresar, Norte de Santander es uno de los departamentos más afectados con el flagelo de la desaparición. Mientras tanto, madres como Cecilia siguen a la espera de encontrar a sus hijos, y terminar así con años de dolor e incertidumbre.