Angélica Mamby es oriunda de Quindío, Armenia, llegó a Miraflores, Guaviare, en los años noventa por una oportunidad que se le presentó a su familia. Desde entonces se dedicó a construir un hogar al que el conflicto armado le quitó la sonrisa, pero el arte le entrego la oportunidad de sanar, reparar y perdonar los daños causados.
“Tuve que salir del municipio de Miraflores en 1998 con la toma guerrillera, fueron momentos muy difíciles, momentos donde no podíamos ni dormir, salimos desplazados y llegamos a San José del Guaviare, donde tuvimos que comenzar de nuevo”, comentó entre la nostalgia que le produce recordar esos instantes.
Ella es morena, de una cabellera negra que le resbala sobre sus hombros y una mirada que guardan en su memoria los hechos que ninguna persona se imagina. Un instante donde su vida se detuvo para ponerla de frente con la realidad que vivía el país a finales de los años noventa.
Según un archivo de Señal Memoria, durante este hecho registrado entre el 3 y el 5 de agosto de 1998, se “ejecutó el secuestro masivo más grande en la historia del conflicto armado colombiano, luego del ataque a la estación de Policía y la toma del municipio de Miraflores (Guaviare), desde donde llevaron a cautiverio a 132 policías y militares”.
Con la fuerza y el vigor que la caracteriza, empacó las pocas cosas que le quedaban y junto a su familia y sus sueños que tenía de niña, desembarcó en San José del Guaviare, con la esperanza de comenzar un nuevo proyecto de vida. Fue cuando se le ocurrió que el arte podría ser el camino para perdonar todo el daño que le habían causado.
“Me dediqué a mi hogar, a construir todo lo que me habían quitado, pero tuvo que pasar mucho tiempo para poder comenzar. Motivada por mi familia, decidí emprender con Mamby Artes, me dediqué a pintar, pero todo era para poder sanar todo el dolor que llevaba por dentro”, cuenta doña Angélica mientras prepara unas pinturas para darle color a un biscocho para navidad.
Es madre, la cabeza de un hogar que sostuvo por medio del arte y la resiliencia que la rodea. En 2014 dedico sus esfuerzos a compartir sus conocimientos y consolidar la academia de pintura Mamby Artes. Un espacio, donde actualmente, cincuenta niños, niñas y jóvenes se reúnen para darle color a la vida de Angélica y una nueva alternativa para las nuevas generaciones.
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De igual forma, la academia le permitió acercarse con aquellas personas que en un momento le causaron una de las experiencias más negativas. En la capital de la esperanza, el arte que lleva en las venas, se convirtió para Angélica en una posibilidad sanar y reparar todo el daño que le causaron.
“También ofrezco mis talleres de pintura con personas que adelantan su proceso de reincorporación a la vida civil, con ellos ha sido un proceso muy sanador, también tuve el valor de salir de todo el dolor que vivía y que el arte me entrego las herramientas necesarias para transformarme”, agrega la cabeza principal de la academia: Mamby Artes.
Ella se ubica a un costado del Parque de la Constitución en San José del Guaviare y con una agenda que se divide entre la formación de jóvenes, que actualmente adelantan sus vacaciones, y los procesos con organizaciones internacionales y nacionales, se proyecta a ser un escenario donde encuentra las respuestas que necesitaba en la vida.
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Para Angélica Mamby el arte se transformó en el arma del perdón; las pinturas son las balas que dispara para dibujar nuevos horizontes y posibilidades de vida. Aquí, en la región amazónica colombiana, las comunidades aún se imaginan un territorio en paz, convivencia y reconciliación.