Corría diciembre del 2020 y la Agencia Nacional de Hidrocarburos, desde la capital del país, estaba cerrando el contrato con Ecopetrol, con el que se ejecutaría el primer Proyecto Piloto de Investigación Integral (PPI), de fracking en Colombia. Su nombre sería ‘Kalé-1’ y, se realizaría en un predio La Belleza, corregimiento de Puerto Wilches (Santander). Sin embargo, al otro lado del país, en este municipio que se ‘baña’ por las aguas del río Magdalena y que es ‘abrazado’ por la inmensidad del verde de estos ecosistemas, cerca de 35 mil habitantes se oponían.
Hoy, a una sola voz, niños, jóvenes y adultos exigen que el futuro de sus terrios no dependa de funcionarios que desconocen sus necesidades. “Nunca imaginamos que esta fuera una lucha tan larga y riesgosa”, cuenta Yoselin Infante.
Yoselin es joven y habla con claridad sobre lo que quiere y lo que no para la tierra que la vio nacer, Puerto Wilches. Territorio que, por décadas, al ser vecino de Barrancabermeja, la capital petrolera del país, ha vivido de cerca la explotación y exploración de hidrocarburos, algo que según ella, expertos y críticos, no ha dejado más que “riqueza, pobreza y conflicto”.
Cuenta que desde que el fracking ‘tocó’ la puerta de su casa, como le llama a Puerto Wilches, ha trabajado por ser escuchada y por escuchar a expertos, quienes la impulsaron a pertenecer a Aguawil, un comité fundado para la defensa del agua, la vida y el territorio.
Desde allí, recuerda que, con cacerolas, pancartas, marchas, reuniones y hasta arriesgando su vida, se ha opuesto a las constantes irregularidades de un proyecto, “que no tiene en cuenta a la comunidad”. Producto de sus pronunciamientos ha sido amenazada.
“Un día iba caminando con mi papá, por la zona rural por donde vivo. Unos hombres en una moto nos pararon y me apuntaron con un arma. Me advirtieron que, si no dejaba de oponerme al fracking, me iban a matar”, cuenta Yoselin que, como muchos líderes ambientales de la Magdalena Medio santandereano, son perseguidos por varios fantasmas: el miedo, el silencio y la sosobra de saber que “hoy están, pero mañana quién sabe”, como dice el adagio.
Y es que allí, 100 años después de que se diera inicio a la industria petrolera, no se acostumbran a la llegada y salida de las empresas que buscan explorar y explotar sus territorios. Motivo por el que desde el 2016, diferentes comunidades, a toda costa ha intentado frenar estos proyectos y con ello a compañías como ConocoPhillips, Drummond, Ecopetrol y Exxon, que son las que han manifestado su interés por desarrollar los PPII en Colombia y se encuentran a la espera de que el Gobierno complete la regulación necesaria.
Según Ricardo Eslava, geólogo e integrante de diferentes movimientos que defienden la vida, a la salud y al agua, “el fracking es una técnica para extraer hidrocarburos no convencionales, es decir, petróleo y gas. Durante toda la existencia de la humanidad ha predominado el de fácil extracción y con esta técnica lo que buscan es extraer el crudo que se ‘esconde’ en los poros de las rocas y, hacerlo en zonas como Puerto Wilches generaría estrés hídrico, problemas ambientales y sociales. Los cuales se le sumarían a las deudas históricas que se tienen con esta población”.
Visitar Puerto Wilches es reafrmar que paradógicamente los territorios que esconden bajo el suelo hidrocarburos, viven en medio de los conflictos sociales y ambientales, que solo la guerra entendería. Y es que, pese a que el sector es uno de los ejes de la economía del país, con una participación del 7 % del producto interno bruto de Colombia y que representa el 34 % de la inversión extranjera directa, “poco le llega a sus habitantes y poco los beneficia”, dice Carlos Santiago, integrante de la Alianza Colombia Libre de Fracking.
Al explicar uno a uno los puntos que tocaría este proyecto, Santiago recalca que allí se ‘esconden’ los complejos y humedales más grandes de Santander. Allí los habitantes ha construido su proyecto de vida alrededor de la pesca, la agricultura y otros gremios que nada tienen que ver con el petróleo y sus deribados y que contrario a ello, se han visto afectados.
“Lo complejo es que estos pilotos llegaron casi que a escondidas. Hasta este año se empezaron a realizar espacios de socialización, pero allí las comunidades no tienen la capacidad de decidir el uso de su territorio. Ni siquiera con una consulta popular, porque así lo decidió la Corte Constitucional. Aquí llegaron ya con maquinarias y aplanadoras y esto ha generado un problema social inmenso”, afirma Santiago.
Lo apoya Juan José Pacheco Carrascquilla, otro joven wilchense que hace parte de la mesa ambiental Casa Comunal y que ha vivido toda su vida en este lugar.
“Hoy vemos al fracking como una amenaza. Esto puede ser: la última gota que le faltaba a la copa o podría ser el analisis al proceso de defensa y cuidado al que no debemos ser indiferentes. Este tema está diviendo pueblos y lo hemos estudiado y sabemos que económicamente podrían ser proyectos ambiciosos y rentables para las empresas que los ejecuten; pero ambientalmente, según expertos, el territorio queda hecho un desastre y es que esto siempre ha pasado grandes empresas se llevan nuestras riquezas y nosotros nos quedamos viendo un chispero”, añade.
Sin embargo, el panorama para quienes viven en estas zona del país, aún es incierto. “Pese a que hemos desarrollado acciones asociadas a la oposición, a que llevemos dos procesos ante el Consejo de Estado, que está proximo a realizar su fallo final en próximas semanas. Tenemos demandas ante tribunales administrativos. Un proyecto de Ley en el Congreso de la República, hemos promovido en los concejos municipales diferentes acciones, pero no sabemos qué va a pasar. Lo único que nos queda es hacer sensibilización, por eso estamos acompañado a los territorios, como no lo ha hecho el Estado. Pues recordamos que hasta hace tres años la normatividad para hacer fracking estaba vigente, pero suspendieron este marco normativo y tuvieron que inventarse los pilotos ante la imposibilidad de hacerlo en etapas comerciales”, concluye el líder y vocero Carlos Santiago.
Por su parte, los demás, aseguran que a la pesadilla, se le suma la situación de orden público y las amenazas que no cesan en contra de los líderes ambientales y comunitarios.
En los últimos 30 días, uno fue victima de un atentado (le dispararon en cinco ocasiones en medio de una manifestación). Más de 20 han denunciado amenazas en su contra, la aparición de sus nombres en panfletos y muchos siguen pidiendo seguridad, garantías y cuidado por el medio ambiente.
Radio Nacional de Colombia consultó a Jairo Toquica Aguilar, alcalde de Puerto Wilches, para verificar la veracidad de estas amenazas, pero el mandatario asegura que “todo hace parte de investigaciones que adelantan las autoridades como la Fiscalía y la Policía”.
A pesar de lo que hoy enfrentan líderes y habitantes de Puerto Wilches, esto no ha apagado los sueños de quienes viven allí, “a mí me encantaría que se pensara en este municipio, como un lugar, en donde el agua fuera nuestra madre, en donde las tierras se respeten. En donde tengamos una relacion positiva con el medio ambiente y donde no solamente nos aprovechamos de la naturaleza, porque le quitamos pero nunca le devolvemos. Sino que la defendamos”, concluye Juan José Pacheco Carrascquilla, uno de los tantos jóvenes que hoy grita: “¡No al fracking!”